CULTURA / ESPECTáCULOS
Dos muestras simultáneas -una en un museo oficial y otra en una galería privada- permiten vislumbrar dos facetas distintas del artista: una combativamente masculina y otra dulcemente fluvial.
› Por Beatriz Vignoli
La bonanza y la tormenta, la luz de la costa atlántica argentina, los paisajes del norte y del río litoral, la integridad humana en peligro y el pueblo signado por el fatalismo de la realidad, son, según sus mejores críticos, protagonistas constantes que nutren la gigantesca obra de Juan Carlos Castagnino (Mar del Plata, 1908 - Buenos Aires, 1972). Todos ellos pueden verse este mes en Rosario. Se trata de casi setenta obras en total, repartidas en dos muestras azarosamente coincidentes; y cada una muestra un Castagnino distinto.
Castagnino en el Castagnino, la exposición que se puede ver hasta el domingo 27 en su casi homónimo Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino (Av. Pellegrini 2202) presenta su faceta más moderna, más perturbadora y más hondamente comprometida con las causas internacionales. Es una variada y consistente selección de 53 obras (24 pinturas y 23 dibujos), todas pertenecientes a la colección Alvaro Castagnino, que despliegan un retrato de artista hondamente enraizado en el ethos político y el pathos humanista del siglo veinte. Así, siguiendo una serie de ejes temáticos planteados desde la curaduría por Roberto Echen y Antonella Gentile, desfila un retablo que va desde una "Osamenta en el paisaje" (1964), pintada en los mismos rojos y verdes "fríos" de sus Crucifixiones, hasta los azules cálidos de "En la ola", una marina casi abstracta de 1971.
No faltan sus fábricas reducidas a manchas, sus temples de obreros rurales en ocres a lo Van Gogh de 1952, y una serie soberbia de dibujos, tintas y carbonillas cuyo centro (siempre) es el hombre. La muestra agrupa y señala numerosas instancias de diálogo explícito tanto con la actualidad de su época como con la tradición pictórica moderna, o con ambas. Por ejemplo, los "Desastres de la guerra" de Goya y el "Guernica" de Picasso se actualizan, en versión Castagnino, a través de collages y transfers que incorporan al dibujo fotografías periodísticas de los horrores de la guerra de Vietnam. En consonancia con esta temática, predominan la figuras masculinas: cuerpos en tensión, anatomías de precisión renacentista dibujadas con la soltura de un trazo caligráfico. El de Castagnino es el trazo que construye el espacio. La experimentación recorre todas estas obras, a veces muy sutilmente: su esqueleto compositivo (que está a la vista, como siempre en Castagnino de los años 50 en adelante) deja entrever la moda cincuentosa de la "velocidad zen", como también la composición en ideograma que también usaron algunos pintores informalistas contemporáneos suyos muy bien cotizados. Como lo evidencia el quizá fallido, tal vez inconcluso acrílico sobre lienzo "Tumulto con señalética", es recurrente cierto coqueteo con la abstracción, acentuado hacia el final. Un documental de Fernando Birri acompaña la muestra.
En la galería de Silvia Guidotti, Arte Privado (Dorrego 26) se pueden apreciar e incluso adquirir catorce obras que revelan un Castagnino más atemperado y clásico. Si bien hay una cabeza de hombre al óleo en su personal paleta cálida y una carbonilla magnífica con caballos geometrizados a la manera cubofuturista, prevalecen las figuras femeninas (entre ellas una serie relativamente temprana de desnudos, tintas sobre papel de los años 40) y pasteles color que representan tiernas escenas de mujeres y niños: hay una gran "Maternidad" y un bello dúo de cabezas (niño y niña) que tiene la serenidad de los angelitos del Quattrocento. Un temple al óleo de 1952 complementa los del mismo período y técnica que se hallan en el museo; se trata de "La canastera", una figura femenina de áspera dulzura. Se destaca por la solvencia de sus trazos una pequeña figura de mujer en tinta sepia. Llama la atención una prueba de artista litográfica de 1960, un gaucho que podría pertenecer a su serie de ilustraciones para el Martín Fierro. Hay un único paisaje, al pastel, pero no es marítimo sino fluvial. Es imprescindible visitar esta pequeña muestra, ya que complementa al Castagnino urgente, público y de gran formato (el del museo) con un costado más suave e intimista; pero uno y otro son el mismo, como el Yin y el Yang, y uno sin el otro no hubieran sido posibles.
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