CULTURA / ESPECTáCULOS › LA ACTRIZ MóNICA CARRERA BRILLA EN "ARRABALERA, MUJERES QUE TRABAJAN"
Escrita y dirigida también por la extraordinaria comediante, que además canta, la obra congrega a personajes agudos, que van hilando una historia de clase. Chichita, Chabela, Chola y otras trabajadoras hacen reír y pensar sin estereotipos.
› Por Julio Cejas
Hay una historia oficial y otra que se cuenta desde los arrabales, una historia contada por los que trabajan en los bordes de la sociedad, y mucho más allá, en los bordes de los bordes; está la voz de las trabajadoras del arrabal, mujeres que hilan la trama de nuestra historia desde su perspectiva de clase y de sexo: mujeres arrabaleras.
De esas humilladas y silenciadas hilanderas que construyeron y construyen parte vital de nuestra identidad, extrae la actriz, dramaturga y directora Mónica Cabrera el material para construir "Arrabalera, mujeres que trabajan", espectáculo que se estrenó este viernes en el Teatro La Comedia ( Mitre y Cortada Ricardone)y que integra el Ciclo "Un verano fresquito 2015" (ver aparte).
Una voz en off recorre un itinerario evocando las voces de antiguos locutores radiales, preludiando etapas dramáticas de nuestro país, con los efectos sonoros de las viejas "broadcasting" y los jingles comerciales que acompañaron a los receptores durante muchos años.
Desde las sombras, hurgando en el baúl de los recuerdos, Cabrera irá extrayendo el percal para vestir a sus mujeres y darle vida a partir de las acciones propias que caracterizan sus oficios, sus labores; jirones de historia que irán emparchando los desgarrones del tejido social.
Estará en juego, una vez más, la dignidad del trabajo, planteo que arranca con los interrogantes de una mujer que se dedica a la limpieza de baños: Chichita se dice a sí misma que lo suyo no debe ser un mal trabajo, teniendo en cuenta que hay gente que lo hace.
La dignidad y la capacidad de los sometidos para huir de ciertas condiciones laborales, nos recuerda aquella clásica historieta de Trillo y Altuna: "Las Puertitas de López", donde el personaje se inventaba un puente para huir de la agobiante realidad laboral.
De la misma manera, Chichita lucha contra los visigodos para escapar de su asfixiante lugar de trabajo y es inevitable la referencia a aquella empleada doméstica de "300 millones", escrita por Roberto Arlt, escapando de su realidad a través del sueño con Rocambole que vendría a entregarle una herencia capaz de ahuyentar todas sus penurias.
La dignidad, la imaginación y la espera, tres características que atraviesan a todos estos seres de los suburbios del mundo: "amarrado al recuerdo yo sigo esperando...", dice el tango "Nieblas del riachuelo", que entre otros tantos temas interpreta Cabrera, resignificando la importancia de la canción como parte de la estructura dramática de la obra.
Detrás, los acontecimientos históricos siguen anunciando huelgas y represiones y la voz militante de Evita, proclamando el voto femenino y la fatídica voz oficial que anuncia, tiempo después; la muerte de "la abanderada de los humildes".
El arrabal pareciera tener alguien que lo escuche y entonces la espera ya no es trágica, la dignidad ya no es más una quimera y la imaginación puede trepar al poder y cambiar el rumbo de la historia.
Surge entonces la imponente Chabela con voz de trueno para defenderse de las acusaciones de una justicia que ampara a sus patrones, esta cojonuda trabajadora doméstica paraguaya que les escupe en la cara a los que la acusan: "¡Yo no tuve mierda que ver!".
Y así con un ligero cambio de vestuario, con la utilización de los mínimos recursos escénicos, Mónica Cabrera revuelve el arcón donde todavía esperaban agazapadas: Marucha la dietóloga; Chola de la agencia; Ceci sex, trabajadora sexual; Mecha literata y Pochi de las cobranzas.
Sorprende la coherencia entre los textos, la dirección y la actuación, trabajo que pocas veces se consigue cuando el responsable de todos estos rubros es la misma persona.
El cuerpo de Cabrera sigue un itinerario marcado por un guión inteligente que le provee de materiales sumamente ricos para un espectáculo cuya magia está basada en la administración de los recursos actorales, y una precisa marcación a nivel de dirección y aprovechamiento del espacio escénico.
Apoyada por un equipo técnico que colaboró en el resultado final de esta propuesta, la genial actriz contó con el aporte de Miguel Solowej en el equilibrado diseño de luces, Gabriel Lucena en la edición del sonido y Sofía Herrera en la asistencia de dirección.
"Arrabalera, mujeres que trabajan", es una cita ineludible con una propuesta que va más allá de un simple entretenimiento para el público que busca un momento de diversión. Detrás de lo desopilante de las máscaras que construye Cabrera, se encuentra una profunda reflexión cuya vigencia exaspera y conmueve.
La cita para todos aquellos que acepten este desafío es los viernes de febrero, a las 21,30, en el Teatro La Comedia (Mitre y Cortada Ricardone).
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