Mar 07.04.2015
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. DIáLOGOS CON LO COTIDIANO DE CARLOS TRILNICK

Pasado y presente en video

Compuesta por dos contundentes videoinstalaciones, la muestra se exhibe en el Museo de la Memoria. "Con pocos elementos Trilnick logra construir poderosos y conmovedores universos de sentido", asegura Rubén Chababo, director del Museo.

› Por Beatriz Vignoli

"Es la Piedad", comenta un espectador en la sala oscurecida de la planta alta del Museo de la Memoria (Córdoba 2019), mirando un video de Carlos Trilnick en pantalla gigante cuya referencia artística parece haber captado de inmediato. Es un radiante domingo de Pascua, en una de las pocas muestras nuevas que ya pueden verse en lo que aún es el inicio de la temporada. La vida cultural y artística de la ciudad todavía no se ha sacudido la modorra veraniega; el fin del letargo comienza esta semana (ver agenda en esta página).

Pero el 23 de marzo pasado, en el marco de las actividades por la víspera del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, se inauguró aquí esta muestra, Diálogos con lo cotidiano. Compuesta por dos contundentes videoinstalaciones del artista rosarino Carlos Trilnick, puede visitarse con entrada libre y gratuita de martes a viernes de 12 a 18 y los sábados de 17 a 20 hasta el 29 de mayo.

Pietá es el título y Once, 2009 el lugar y fecha del video que Trilnick realizó en una concurrida esquina del Once, típico barrio comercial y de inmigrantes en pleno centro de Buenos Aires. Al video se lo conoce también como La Piedad y otras fuentes lo fechan en 2010. Según los créditos, Emilce Avalos, Emilia Faure, Andrés García La Rosa y Santiago Núñez colaboraron con Carlos Trilnick en su realización. Consiste a grandes rasgos en el registro de una performance que hace acordar (por la quietud impuesta a los cuerpos vivos, por la intención del artista de representar a una clase subalterna mediante un grupo pequeño de dos o tres personas que pertenecen a ella) a La familia obrera, de Oscar Bony. Dialoga con la Pietá que Miguel Angel esculpió en mármol para el Vaticano a los 24 años a fines del siglo XV y que es considerada una obra maestra escultórica del período renacentista.

La Piedad es un tema religioso que ha sido representado por numerosos pintores y escultores, históricos y contemporáneos, e incluso a lo largo de toda su vida por Miguel Angel mismo (quien dejó inconclusa la última, la Pietá Rondanini). Pero la más conocida, la icónica en el imaginario culto, es la del Vaticano, que desde 1972 se exhibe bajo un vidrio blindado. La escena representa a la Virgen María sosteniendo el cadáver de su hijo Jesús tras el calvario. Al punctum de la equilibrada composición lo da la serenidad del rostro de la Virgen. Pietá de Trilnick evoca también una tradición kitsch religiosa popular, la del tableaux vivant o cuadro viviente que por las mismas fechas de Semana Santa se despliega en el mundo católico.

Aquí son Gloria y Miguel, madre e hijo, morochos y pobres, posibles migrantes de algún país limítrofe o de alguna provincia del norte, quienes posan inmóviles bajo la llovizna ante la cámara que registra cada parpadeo, copiando con sus cuerpos la obra susodicha. Detrás de ellos se ven materiales de construcción amontonados y el cartel de un negocio de ropa donde se lee la palabra "manía". A su alrededor circula mucha gente, indiferente a ellos por completo. El espacio público donde se instalan no parece incluirlos ni percibirlos.

En vez de haber un padre presente en la escena materno filial (como lo había en el cuadro vivo de Bony), tal figura está desplazada hacia otra toma del rodaje y la encarna "el Abuelo": un náufrago solitario en su isla a la intemperie en plena sociedad, aferrado a su propio bidón de agua, masticando comida con su mandíbula devastada y amparado por cartones atados a un paraguas que es su único techo.

Las dos tomas se alternan en la edición y el video está en loop, enfrentado en la sala a otro video de Trilnick, también en pantalla gigante: 1978 2003 (2003). Este lleva por subtítulo Contrahomenaje y fue realizado "en homenaje a los desaparecidos durante el Mundial de Fútbol Argentina 78, organizado en este estadio por la última dictadura militar", como reza un texto al final. Acaso por una astucia del montaje, debajo lo completa como epígrafe uno de los ploteados permanentes del Museo: "Este crimen fue en medio de la patria".

Aquí Trilnick se filma tendiendo unos metros de tela negra de luto en el arco del campo de juego del estadio Antonio Vespucio Liberti, es decir, la cancha de River Plate en el estadio Monumental (Figueroa Alcorta y Udaondo, Buenos Aires, 105 metros x 70 metros), donde el equipo argentino ganó el partido final del Mundial 78. El gesto es tan mínimo como inmenso, tan sencillo y mudo como elocuente.

Ambos videos articulan dos momentos (la dictadura, el presente), como suele hacerlo el Museo de la Memoria. "La obra de Carlos Trilnick", escribe el director, Rubén Chababo, "con pocos elementos logra construir poderosos y conmovedores universos de sentido".

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