CULTURA / ESPECTáCULOS › SE PRESENTA EL OTOñO CIRCULAR, DE TOMáS SUFOTINSKY
Mañana, a las 19.30, en el bar Oui (Mendoza 1098), Baltasara Editora presenta El otoño circular, libro con el que Tomás Sufotinsky ganó este año la convocatoria de la editorial en el rubro poesía. Acompañarán al autor la editora Liliana Ruiz y el poeta Pablo Serr.
Ordenado en tres secciones, El otoño circular está vertebrado por una mirada que, con rigor estético inusual para un primer libro, desarrolla en imágenes poéticas un paisaje atravesado por el tiempo.
Formulado así, como programa, suena a Juan L. Ortiz, lectura clave en la formación de este poeta novel, también entrerriano. Nacido en Paraná en 1989, Tomás Sufotinsky cursa la Licenciatura en Letras de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Las imágenes de sus poemas para la primera y segunda parte de este libro van y vienen entre la casa paterna en Paraná, el cielo rosarino de las distintas horas de la tarde divisado desde un balcón entre edificios y terrazas ("Sí, ahora entiendo/ lo que suscita es la montaña/ este recorte de ciudad") y la ruta que une las dos ciudades. Algo que une los dos lugares es la repetición de los rituales, como el del mate, descrito con alucinatoria precisión en trabajados versos.
Es que, lejos de limitarse al apunte casual, el autor hace de la imagen la excusa para un pulido y ecléctico despliegue técnico que se nutre de estilos tan diversos como la prosa de Juan José Saer, el neo objetivismo contemporáneo (véase el poema "Construcción") o el barroco de "Don Luis de Góngora y Argote" (off the record, Tomás Sufotinsky gusta de referirse a Góngora por su título y nombre completo). Así, escribe: "En un jacarandá de la plaza Sarmiento/ en su fronda un farol había envuelto;/ de flores encharcado el césped lila/ y como un alma había/ (tal vez los rayos de luz rota)/ que se evaporaba hacia la copa". Pero también: "Mis pies en las ojotas/ hacen crujir las piedritas: yyakyyak/ yyakyyak". Cada tema encuentra su forma. Verano y otoño, naturaleza y ciudad, viaje y sedentarismo, adolescencia y juventud hallan cada cual sus propias velocidades, su propio tiempo.
La emoción gana terreno sobre la percepción en "Responso", tercera y última sección. El tono se vuelve elegíaco y la temporalidad se aparta del presente continuo de los primeros poemas, de aquella narración poética en tiempo real (ya se trate de la caída del sol o del progreso de una obra edilicia), para abocarse al duelo. Si frente a las secciones "Testimonio" y "El cerezo del jardín" podía decirse, como escribió Daniel García Helder en un poema inédito citado por Edgardo Dobry, que "mi torre de marfil (...) es de filmar", en estos nuevos textos de Sufotinsky el control se ablanda, el efecto pictórico o cinematográfico se diluye y lo que aparece es una voz, amistosa, fluida, doliente, desbordante de nostalgia: "Ey, vamos, te diría, a buscarlo al Marce y a los pibes y vamos a la plaza, a tomar un porrón, que nos den el vale del envase, no importa, pero eso sí, busquemos unas guitarras por favor, y toquemos. Que sea como antes por un rato".
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