CULTURA / ESPECTáCULOS › PLASTICA. NATURALEZA DEL DETALLE EN EL MUSEO ESTEVEZ
Natalia Cavalieri, Romina Coletta, Carla Colombo, María Emilia Gómez, Adriana La Sala y Lali Ruggeri proponen un diálogo entre artes decorativas y bellas artes con un elemento común: el interés por las formas de la naturaleza.
› Por Beatriz Vignoli
Con un impecable diseño de montaje, seis artistas jóvenes proponen un diálogo entre artes decorativas y bellas artes en una muestra colectiva, Naturaleza del detalle, que se inauguró el jueves 3 de diciembre en la Sala de Exposiciones del Museo de Arte Decorativo Firma y Odilo Estevez (San Lorenzo 753, Rosario) y que puede visitarse de miércoles a domingos de 9 a 14. Natalia Cavalieri, Romina Coletta, Carla Colombo, María Emilia Gómez, Adriana La Sala y Lali Ruggeri son las expositoras. Cada una de ellas tiene una trayectoria original y única entre disciplinas. Con todas sus singularidades, se revela entre ellas un elemento común: el interés por las formas de la naturaleza y su traducción a motivos creados artificialmente con materiales nobles.
Es especialmente admirable el cuidado que han puesto las artistas en ofrecer a la vista un arte que formalmente no se diferencie demasiado de las piezas de la colección del Museo Estevez, que esta muestra de arte contemporáneo es una excusa para visitar.
Romina Coletta expuso este año, también en el Estevez, una selección de las piezas de joyería textil que diseñó y realiza, bajo el título de Coral. Diseñadora y artista, Adriana La Sala es conocida por dos intervenciones en bioarte sobre instituciones culturales públicas, que conjugan el paisajismo y el arte de procesos, realizadas y documentadas en colaboración con Emiliano Arévalo Alsina. En 2008, ambos intervinieron con una enredadera un muro del Museo de Arte Contemporáneo de Rosario, y este año realizaron otra intervención vegetal, Planta Madre, en el Museo de la Memoria (que paradójicamente se olvidó de cuidarlas, según denunció la autora el 10 de diciembre en la última entrada de su página del proyecto, plantamadre.tumblr.com).
Ilustradora y comunicadora visual, Laura Ruggeri estudió ilustración editorial con Chachi Verona y con Viviana Bilotti. Tanto en sus dibujos como en los de Carla Colombo (foto), se fusionan los lenguajes del comic y el diseño para crear universos de gran belleza y fantasía, donde la simetría y el ritmo constituyen espacios para los personajes. Ciertas tradiciones del arte decorativo oriental parecen haber sido una influencia en ambas, quienes también dialogan con el pop art. Pero mientras Ruggeri mantiene la unidad de espacio y cierta ilusión de tridimensión en sus viñetas fantásticas eminentemente narrativas, Colombo aplana la forma y se centra en la diversidad del color puro.
Algo de lo febril aparece evocado en el tratamiento que Colombo da a lo decorativo en sus tondos y en sus cuadros rectangulares. Faisanes, dragones, peces tropicales: toda una fauna exótica prolifera con tanto capricho en la fantasía como rigor en la simetría. Adentrarse en la suntuosa riqueza de sus complejas composiciones es como estar de nuevo en alguno de aquellos fantaseos infantiles del tedio ante un empapelado, cuando las volutas devenían en ojos y los acantos en garras, y todo aquello formaba el rostro de lo familiar.
Los gobelinos de Natalia Cavalieri, las maderas torneadas de Romina Coletta y las tablas pintadas de María Emilia Gómez traen a la poética de las bellas artes ciertas técnicas textiles, de ebanistería y de pintura decorativa que tienen una amplia tradición en el diseño. Emancipando las piezas de las funciones a las que originalmente fueron destinadas esas técnicas (funciones de decoración, vestimenta, vajilla o mobiliario, que son aludidas en las formas de los soportes), les dan un sentido estético y expresivo, que las convierte en obras de arte, puros objetos de contemplación. La utilidad desaparece y lo que queda es una misteriosa belleza. A diferencia de los motivos unívocos y genéricos de la decoración, las imágenes se vuelven ambiguas: en las figuras y paisajes monocromos de María Emilia Gómez, la abstracción se mezcla con las figuras de animales o de plantas; algo hace ruido en la comunicación y es precisamente gracias a esas interferencias que permanece una reserva de sentido, como algo ignoto para siempre.
Adriana La Sala, por su parte, utiliza una técnica propia del arte moderno (la pintura en soporte fragmentado) para plasmar frisos y composiciones donde la representación naturalista del reino vegetal se combina con motivos vegetales estilizados propios de la decoración art nouveau. La Sala se apropia de los ritmos decorativos de un cierto tipo de embaldosado (que cualquier rosarino o santafesino atento podrá reconocer de los pisos de muchas casas de comienzos del siglo pasado) pero para sincoparlos y subvertirlos. Los vacíos irrumpen; la figura (deliberadamente) no termina de cerrarse, y la sensación que dan sus instalaciones de pared es la de un dinamismo vivo: el espacio en blanco que deja el fragmento faltante, lejos de constituir un hueco inerte, pareciera ser el territorio futuro hacia donde la forma abierta tiende, y donde crecerá. Las enredaderas, las plantas que tanto ama, le han enseñado que la forma es un proceso en el tiempo. Plantar es una forma de "descolonizar el tiempo", como sugiere la autora citando una frase de Silvana Rabinovich sobre el bordado.
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