CULTURA / ESPECTáCULOS › LO QUE DEJO LA 13º EDICIÓN DEL FESTIVAL LATINOAMERICANO DE VIDEO
Este festival ya consolidado en la ciudad, no sólo mantuvo el nivel de sus muestras y obras en competición; sino que además despertó un interés muy especial en un público tan entusiasta como informado de cada una de las propuestas.
› Por José Carlos González
Como cada vez que hay un festival de algo en alguna parte, el espectador debe elegir, esto es: deberá seleccionar qué ver, o bien qué dejar de ver. Y esto no podía ser de otro modo en esta décima tercer edición del Festival Latinoamericano de Video Rosario 2006, un encuentro que desafiando a la cábala mantuvo el nivel acostumbrado, tanto en materia de exhibición como de participantes. Y eso sin contar al público que, entusiasta, acompañó una fiesta que está definitivamente instalada en el calendario cultural de la ciudad. Y más allá también. De modo que, de manera un tanto aleatoria, hubo que escoger entre tanto estreno, competencia y charla. Y la elección --que seguramente dejó fuera mucho y bueno-- dejó buen sabor de boca.
Prácticamente en la apertura, la presentación del brillante noticiero infantil que hacen los chilenos de la productora Aplaplac, 31 Minutos, dejó claro el nivel que mantendría el festival. La emisión de uno de estos programas --se trata de un telediario íntegramente protagonizado por títeres de guante que emulan los lugares comunes del periodismo televisivo-- y la charla de su desenvuelto y joven creador, Pedro Peirano, colaboró para que el público se entusiasmara desde el primer momento. La proyección luego de Mon Jules Verne (Francia/ Canadá/ Alemania, 2005), un notable trabajo de Patricio Guzmán, completaría una impecable jornada inaugural matizada por un hecho inédito en el festival, como es un discurso de apertura a cargo de las distintas autoridades.
En los días que seguirían habría mucho material, siempre variado y de calidad. Entre lo mejor de lo mejor se podría destacar por ejemplo, O fim e o principio (Brasil, 2005) el excelente documental que presentó el realizador brasilero Eduardo Coutinho, que con una introducción tan creíble como su desarrollo, se lanzó a filmar una película sin más que saber dónde tenían un buen hotel. Después de ubicado el lugar (un grupo de casas y, consecuentemente, de personas en las casas desperdigadas por un sertao, seco y pobre), Coutinho deja hablar a la gente. Se trata de un puñado de personas que están esperando que ocurra algo, algo que las despierte del letargo al que están sometidas y que, a partir de ese momento, esperarán también otra cosa más: la película. Un trabajo sin fisuras y una muestra acabada del excelente cine que se puede hacer en América Latina.
También entre los estrenos "de acá", generó gran expectativa el documental Gelbard: la historia secreta del último burgués nacional, realizado por Carlos Castro y la periodista María Seoane, autora del libro El burgués maldito.
Otro trabajo para rescatar, quizá por su costado emotivo más que por su factura, fue el homenaje a Rubén Naranjo, a un año de su muerte. Rubén Naranjo. Tras las huellas de un humanista es un trabajo escrito y dirigido por María Maseroni y Nidia Alabarcé, documental que, más allá de la personalidad y la bonhomía del protagonista y homenajeado (estuvieron presentes las Madres de Plaza de Mayo), junto con los testimonios de la gente que lo conoció --y que, como ocurre siempre en estos casos, seguramente no conformó a todos, porque eran muchas las personas que lo conocieron y lo trataron y serán tantos los deudores de su trabajar incansable-- constituyó un ejemplo de trabajo fílmico que aunque urgente, demostró compromiso con el personaje recordado.
Otro homenaje, no tan explícito pero de excelente calidad fue Cabeza de ratón, un proyecto de programa televisivo producido por la Comunidad de Animadores de Rosario y el Centro Audiovisual Rosario que con un alto nivel creativo tributa de algún modo a la tradición iniciada en esta ciudad por el maestro Luis Bras.
Tampoco se puede pasar de largo el interesante cortometraje de Julio Rivero Propaganda negra, que en 52 minutos demuestra qué se puede hacer con la publicidad del sistema, cuando "el sistema" era la Dictadura. Allí aparecen, no sólo Palito Ortega, (un inefable "Palito" que besa a un niño), sino también otros inefables, como Pinky, que alabando al sistema hasta el paroxismo, alcanza a dar cuenta de las maravillas del país que supimos conseguir. Este corto de la Universidad de Lomas de Zamora, cuenta, entre otros testimonios con las reflexiones de Alcira Argumedo y Horacio González.
Entre lo más publicitado --por los medios-- del festival, la presentación de la segunda temporada de Algo habrán hecho... por la Historia Argentina, tira ciclo que navegando entre la ficción y el documental remonta la siempre vertiginosa historia de este país. Entre lo menos, Kimuak, una selección con lo mejor del movimiento cortometrajista vasco y 20 años en imágenes, un apartado con trabajos de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.
También como en años anteriores, la Muestra de Videos para Niños y Jóvenes tuvo su público, destinando un lugar destacado a las producciones independientes, entre ellas las realizadas por el taller La fábrica de los sueños, del Centro Crecer del Barrio Ludueña.
Memoria aparte merecen los cortos (con una sorprendente cantidad de películas documentales), que compitieron y se mostraron en este nuevo encuentro que cerró sus salas con buena concurrencia de público y mejor organización. Ahora sólo resta esperar el próximo.
Una mención especial merece la oferta de catálogos, diarios y guías para orientarse en el festival, todos de buen diseño y fácil comprensión. Y siempre a mano. Apenas un error en la programación --salvado rápidamente por la errata al tope de la guía desplegable-- alcanzó como para no olvidarse que un trece, nunca pasa desapercibido del todo.
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