Lun 17.10.2005
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › CUATRO HERMANOS A LA BUSQUEDA DE LA VENGANZA

La calle, escenario violento

› Por Leandro Arteaga

Cuatro hermanos (Four Brothers)

EEUU, 2005

Dirección: John Singleton.

Guión: David Elliot, Paul Lovett.

Fotografía: Peter Menzies Jr.

Música: David Arnold.

Intérpretes: Mark Wahlberg, Tyrese Gibson, André Benjamin, Garrett Hedlund, Terrence Howard, Josh Charles.

Duración: 109 minutos.

Salas: Monumental, Village, Showcase.

Puntos: 7 (siete)

Podemos decir que el cine de John Singleton orilla entre lo comercial y lo personal. Un film como Rosewood (1997) contrasta, notablemente, con un mero producto como Más rápido, más furioso. En el caso de Cuatro hermanos, podemos rastrear elementos de crítica social que se remontan a su primer film -Boyz'n the Hood (1991)- más la estética del cine urbano de los '70, explícita en la remake que de Shaft (2000) el propio Singleton realizara.

Ello es lo que hace que, cuando Cuatro hermanos nos introduce en su relato, las reminiscencias al cine de aquella época afloren desde la música, los automóviles grandes y rectangulares, y los personajes estereotipados (pandilleros con colores estridentes y de rasgos peculiares). Lo que el film no olvida, puesto que desde allí se estructura, es la violencia. La secuencia inicial lo corrobora de modo brutal. Los cuatro hermanos, luego de ser asesinada la madre que los adoptó y crió, buscarán la venganza y, para ello, optarán hacer justicia por mano propia.

En este punto es donde el film se distancia, paradójicamente, de la prédica postulada por personajes tristemente emblemáticos como El vengador anónimo, Harry el sucio o The Punisher. En ellos, la sentencia y castigo del "culpable" no admite réplica. A diferencia de sus balas asesinas, en Cuatro hermanos la violencia se muestra desde un prisma barrial, como modo comunicativo cotidiano. La policía, corrupta, promueve este lenguaje mientras las muertes se amontonan. Poco importa ello cuando, tal como la última imagen del film sentencia, la gran ciudad sigue preservando su cielo de rascacielos y oficinas.

De este modo, el film de Singleton permite una elaboración crítica, no justifica el proceder de sus personajes, no los postula como héroes, y tampoco les augura finales precisamente "felices". Las persecuciones y balaceras están filmadas con nervio, las trompadas parecen extraídas de un western clásico, y los efectismos (como el que promueve, por ejemplo, los detalles morbosos de Masacre en la cárcel 13) están ausentes. Nos queda, como conclusión, el espíritu de la madre víctima, presente desde una calle que escucha a sus niños, a sus gritos, y a sus juegos.

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