CULTURA / ESPECTáCULOS › REGRESA EL EJERCITO POPULAR, ESTA VEZ CON "LOS PAYASOS MUERTOS"
Las fuerzas de clowns armadas por Adrián
Giampani despliegan sus artificios en un
colorido remedo de espectáculo circense.
› Por Julio Cejas
¿Qué ocurriría si algún día de éstos el mundo de los vivos fuese asaltado por una troupe de "payasos muertos" que llegan con la perturbadora misión de contar la vida tal cual se la divisa más allá de sus tradicionales narices rojas? Nada menos que trece payasos que parecieran desafiar también la connotación de mal augurio que emana de ese número, se desparraman por los rincones de la cordura humana para alertar acerca de los peligros que acechan al Reino de la Risa. Estos verdaderos apóstoles del humor y la irreverencia llegarán para desmitificar la idea que los humanos tienen de ellos y mostrarán la cara oculta que los conecta con una visión profunda de la vida.
Esta relectura de la historia de la humanidad a partir de un "evangelio de la risa", resultará urticante para muchos y fatalmente peligrosa para los dueños de los circos siempre empeñados en "encerrar la risa en una carpa". Esta es en parte la historia que viene a contarnos el director Adrián Giampani y su troupe en Los payasos muertos, obra que puede verse todos los sábados a las 22 en la Sala de Empleados de Comercio (Corrientes 450).
Con un impactante comienzo donde los espectadores son invadidos por una legión de circunspectos y curiosos payasos que los interrogan desde una mirada inquietante, la obra preanuncia su estrategia dramática e ideológica. El mismo concepto de risa habitualmente bastardeado por la televisión y transformado en arma de estupidización masiva, se trastoca y es llevado al punto máximo de tensión por parte de estos seres que se embanderan detrás de otro "sentido del humor". Tampoco son los payasos perversos de los cuales mucho se ha visto en el cine, ni los payasos tristes o solitarios que han nutrido tantas historias populares, aunque podrían tener algo de todos ellos.
Lo cierto es que estos seres habitualmente restringidos a un rol que la sociedad les ha atribuido históricamente, un día deciden reformular el concepto de la risa y escaparse del estereotipo del payaso tradicional.
Se podría fundar un mundo nuevo a partir de esta visión, de allí la decisión de apropiarse de ciertas premisas bíblicas y transformarlas hasta plantear que "en el principio fue la risa" y "la risa se hizo nariz".
Pero también se plantea una humanización de los payasos al plantear que no son "santos ni demonios", cuesta pensar entonces en un cielo de payasos o en un infierno de payasos.
Entre tantas declaraciones, este verdadero "ejército de payasos" se autoproclama como representado por "almas en fiesta" y decide declararle la guerra a la muerte con el arma más eficaz: la risa. De esta manera cuando irrumpe la Muerte en escena, todos simulan asustarse mucho de ella; para dejarla jugar un poco hasta que ésta se descuide y quede a merced de una descarga certera de carcajadas.
Pero habrá otro enemigo más temido que la misma muerte: el dueño del circo, aquel que transformará a los payasos en verdaderos esclavos, condenados a hacer reír aún contra su voluntad dentro de una carpa.
Entonces las narices rojas dejarán paso a las negras; la muerte de los payasos se constituirá en un alegato contra la opresión y una advertencia para que la sociedad repase su propia historia plagada de humor negro.
Una inteligente reflexión dramática a partir del juego dinámico y perturbador de estos verdaderos "guerrilleros de la risa" que irrumpen en el espacio del espectador hasta contagiarlo de una alegría que no descarta la fiesta ni la reflexión.
Una producción poco frecuente en esta ciudad y en una sala habituada a espectáculos de amplia convocatoria de público, una apuesta a un teatro que entretenga y a la vez se permita ser fiel a su concepción de producción experimental.
Los payasos muertos es el producto más acabado de una serie de trabajos iniciados en los talleres de clown de Adrián Giampani, y que tiene uno de sus referentes más directos en una movida importante que se gesta después de la crisis del 2001 y que se conoce como "Ejército Popular de Payasos".
Al adaptarse a un espacio a la italiana como es la Sala de Empleados de Comercio, la movida callejera se transforma en un remedo de espectáculo circense con un despliegue actoral que además del colorido del vestuario y la destreza propia de cada uno de los integrantes, mixtura objetos escénicos con técnica de trapecio, malabarismo y zancos.
Un impecable trabajo de equipo integrado por los actores César Artero; Marta Dómina; Celeste Pérez Tártaro; Gato Molina; Diego Jozami; Irene Ortin; Natalia Dean; Marcela Fernández; María Franchi, Anabel Rosellinni; Erica Aguirre; Luciana Reynoso y Mauro Carreras. El vestuario es de un protagonismo decisivo, a cargo de Ramiro Sorrequieta; así como la escenografía corresponde al ingenio de Piero Arsanto.
Un homenaje a la concepción de aquellos circos pobres retratados genialmente por Federico Fellini; el retorno de la fiesta a los escenarios teatrales rosarinos. Lo más genuino y profundo en la búsqueda de uno de los maestros de clown de mayor repercusión local, un auténtico capo lavoro del actor y director Adrián Giampani.
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