Lun 25.09.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS

Un film que atrapa sólo en sus primeros minutos

La película producida por George Clooney y Steven Sondenbergh, promete
mucho más de lo que finalmente es, apenas una historia de buenas intenciones.

› Por Emilio A. Bellon

"Regresiones de un hombre muerto"

("The Jacket"). EEUU, 2005

Dirección: John Maybury

Guión: Nassy Tadjedin

Fotografía: Peter Deming.

Música: Brian Eno.

Intérpretes: Adrien Brody, Keira Knightley, Kriss Kristofferson, Jennifer Jasón Leigh, Daniel Craig.

Duración: 102 minutos.

Salas: Monumental, Del Siglo, Showcase y Village.

Puntos: 4 (cuatro).

Producida por George Clooney y Steven Sondenbergh, esta realización que detenta un expectante cartel actoral y que lleva la firma del director de aquel relato sobre la tormentosa vida del pintor Francis Bacon, "El amor es el diablo", bien puede ubicarse en el terreno del thriller fantástico, con alusiones a los efectos de la Guerra del Golfo sobre sus combatientes, en la dimensión que viene subrayando este hacedor de otro de los cines de fórmula, el padre de "La aldea" y "Sexto sentido". Y es que "Regresiones de un hombre muerto", a espaldas de algún planteo que se corra de lugar de los tan transitados lugares comunes de ese cine de género, finalmente, ya sobre el cierre de la primera mitad, pasa a ser un film que consideramos obvio, desde sus buenas intenciones y fallidas resoluciones.

Presentada en nuestro país con un título que escapa del original, esto es algo así como "Camisa de fuerza" o alguna situación que remita a la misma demencia o a la que clínicamente raya en la locura. "Regresiones de un hombre muerto" nos inquieta en los primeros veinte minutos a partir de algunas líneas en off y de una culpa y condena que recae sobre un individuo, rol que cumple Adrien Brody, (quien ha protagonizado desde el despojado protagonista de "El pianista" de Roman Polanski hasta el aventurero de "King Kong"), a quien se intenta ubicar en la línea hitchcokiana de los falsos culpables. Un hecho de un presente (estamos en 1992), un accidente en una carretera, un tiro que hace blanco en alguien son los momentos y situaciones que activan un relato desde una intriga que se termina por diluir. Y lo que al principio flotaba como enigma, luego pasará a configurarse desde una simplificada caracterización.

Es más que evidente, que tras este film encontramos los exitosos productos de "Memento" y "El efecto mariposa" y lo que menos sí hallamos el talento de aquel director que nos ofreciera esta desgarradora imagen del artista maldito Bacon. Pero sí podemos afirmar que en relación con este film, John Maybury trasplantó aquel juego de rostros "deformantes" de la estética de aquel artista y las insertó caprichosamente en el ir y venir de la memoria de nuestro personaje, llamado Jack Stark; nombre y apellido que juegan, de alguna manera, en el plano fonético con el del título original del film.

En su debut en el cine estadounidense, John Maybury ha debido olvidar algunos de los rasgos de su cine de la etapa inglesa y en tal caso, sí podemos encontrar cierto eco de sus construcciones claustrofóbicas y angustiantes, a partir entonces de una mirada que valoraba no ya el peso de los efectos especiales desde lo cuantitativo, sino el sentimiento interior como mostrador de una mirada. Y en tal caso, haciendo uso y abuso de las tecnologías de hoy, que nuevamente nos llevan a los ya citados films, además de "Doce monos", ha producido un atractivo y golpeante sucederse de acciones desde una química, ya aprendida, de elementos parapsicológicas, intriga policial y el cine de terror. Y su concepción de los llamados laberintos de la mente no ha encontrado una mejor resolución que la de adoptar, sin reflexión alguna, la dinámica del videoclip.

Al volver sobre el título, uno podría pensar que aquella camisa de fuerza, que le es puesta con violencia, para luego maniatarlo, a Jack Stark, podría llegar a alcanzar a la propia institución psiquiátrica que definía el universo paranoide y humillante de "Atrapado si salida" de Milos Forman. Pero lejos de este acercamiento, Maybury lo coloca en la actitud caligaresca de un médico, como si el personaje estuviera en manos de un desquiciado profesional irresponsable y sádico, que junto a dos o tres asistentes, lo tratarán como a u paquete de despojos. Pero en este film, la aireación, viene por otro personaje, en este caso, una doctora que le permitirá al espectador encontrar su propio alivio, ante tanta angustia. Hasta en esto, el film se queda en ese lugar desde donde no puede iniciar otro despegue.

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