Jue 07.07.2016
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › RARA, DE PEPA SAN MARTíN, VUELVE A EL CAIRO

Dios se viste como una niña

Rara: 7 puntos

(Chile/Argentina, 2015)

Dirección: Pepa San Martín.

Guión: Alicia Scherson, Pepa San Martín,

Fotografía: Enrique Stindt.

Montaje: Soledad Salfate.

Música: Ignacio Pérez Marín.

Reparto: Julia Lübbert, Emilia Ossandon, Mariana Loyola, Agustina Muñoz, Coca Guazzini, Daniel Muñoz, Sigrid Alegria.

Distribuidora: Cinetren.

Sala: El Cairo

Por Leandro Arteaga

Premiada en la Berlinale, puede decirse que la ópera prima de la realizadora Pepa San Martín indaga en la incertidumbre de dos niñas. Es ésta la preocupación formal de una película que encuentra aquí su punto esencial, mientras refiere sobre la problemática de padres separados y las familias distintas. Que las niñas vivan con dos madres --madre y "madrina", como gustan llamarle--, es casi un detalle.

Detalle, claro, que no es menor. La virtud de Rara radica en no depositar allí su acento, sino en exteriorizar su postura moral y estética: las dos madres son una familia con todo derecho, con dos niñas que la realizadora elige situar allí, viviendo con ellas. Pero el devenir del argumento no tardará en dar sus vueltas hasta terminar por hacer saltar los celos conservadores y patriarcales de esta ciudad, que no es Nueva York sino Viña del Mar, como la abuela gusta recordarle a su hija. Abuela que "no se mete" pero que siempre tiene algo para decir, en un tren de ambigüedades que Rara trabaja de manera sutil, como las que suponen el doble discurso escolar, las miradas del padre, el sensacionalismo de los medios, el acto del colegio (¡donde Dios es interpretado por una niña!).

Libremente basada en un caso real, Rara toma de aquel suceso la excusa a través de la cual radiografiar una situación. El saldo no deja de ser preocupante, ya que puede no visibilizarse el desdén de quienes segregan, pero sí sentirse. Esta sensibilidad se trabaja por medio del fuera de campo: todo lo que no pase por la órbita de las niñas descansará en un exterior cuyas resonancias rebotarán en el universo infantil. Como lo significa el mundo de las marañas legales, percibido a través de diálogos telefónicos furibundos, entrecortados, que se esconden de las niñas mientras se gritan en silencio.

El personaje central de la historia es Sara, apenas adolescente, de andar arrastrado, miradas calladas, diálogos cifrados. Tiene un cumpleaños por delante, un amor desencontrado, una hermana más pequeña, y ganas de irse de casa. Lo que hace del film un retrato de edad, de alguien que pide atención mientras la niega y se pelea; en tanto, los grandes culminan por hacer de Sara el lugar desde el cual dar rienda suelta a sus satisfacciones y miserias.

Pero no hay nada que los adultos hagan adrede, tampoco de parte de ella. Es por esto destacable la manera en que la película trabaja el desamparo y desespero de una chica que crece, que está insegura, que se debate consigo mismo. Las aristas del asunto redimensionan todavía más su situación, de la cual Sara sabe ser consciente, capaz como lo es de advertir cuándo se la está manipulando, o cuándo hay cariño y enojos verdaderos.

En suma, un film que desenvuelve su historia sin estridencias, que admirablemente naturaliza lo que a algunos todavía espanta. Esos que, tal como sucederá en el film, todavía saben cómo hacer valer su intolerancia hegemónica.

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