CULTURA / ESPECTáCULOS › MUSICA. CHARLIE BUSTOS VOLVIó A TOCAR FORMALMENTE EN PúBLICO
Artista callejero, bohemio y romántico,
el músico rosarino ofreció un show marcado
por la emoción y gratitud colectiva.
› Por Hernán Osuna
Tanguito rosarino. Cachilo del rock. O el Trinche Carlovich de la música. Charlie Bustos es todo eso y a la vez no. El sólo quiere dejar a un lado los rótulos y mantener su autónoma cotidianeidad, esa que lo lleva a deambular por las calles rosarinas cantando canciones al voleo, munido de una guitarra y un par de sahumerios. Un rebelde, bohemio, romántico, el último artista libertario de una casta mítica; un tipo que sencillamente nunca quiso adaptarse al sistema.
En la noche del jueves pasado, el legendario Bustos, uno de los eslabones perdidos de la trova rosarina, abandonó los escenarios callejeros por un rato para presentarse en el bar Olimpo de Mendoza y Corrientes. Se trató de un regreso muy esperado, dada la poca frecuencia con que el músico se presenta en un espacio artístico formal. El público --hombres y mujeres jóvenes, y algunos no tanto-- colmó las instalaciones del lugar, en una noche en la que el arte pareció volver al año cero de los evangelios. Pureza sonora que incitaba al disfrute colectivo, mientras desfilaban cervezas, pizza y maní como denominadores gastronómicos comunes.
Dos características pueden definir claramente lo que se vivió en la velada: emoción y gratitud colectiva. Por el lado de Bustos, la alegría de volver al ruedo era visible y se hizo evidente con un inicial "Feliz día del amigo", que fue devuelto por una ovación del público. Por el otro lado, estaba el entusiasmo, agradecimiento y el reconocimiento a un tipo que, sin pedir nada a cambio, le regala música a los rosarinos que pasan diariamente por la esquina de Mendoza y Sarmiento o bien por el cruce de Mitre y 3 de Febrero.
Más allá del mito, la presentación de Bustos estuvo a la altura de las circunstancias: su voz permanece intacta y no evidencia desgaste a pesar del paso de los años. Ya fuera solo o acompañado por notables músicos en bajo, violín, voz y percusión, la performance fue ajustada y sólida. Hubo espacio para un homenaje a Lalo de Los Santos, la musicalización del poema "Para arreglar las cuentas con Rosario" --escrito originalmente por Beatriz Vignoli, poeta y periodista de Rosario/12-- y un bello diálogo musical con su hermana Graciela. Durante este cálido encuentro fraternal, un joven comenzó a pintar un lienzo atiborrado de colores que finalmente se convirtió en un luminoso retrato del artista. Cierre mágico y conmovedor, para el recuerdo.
En una sociedad que minusvalora a quienes desean vivir de manera errante y despreocupada, es sumamente destacable contar con artistas como Charlie Bustos. El, que formó parte de la trova rosarina, y que nunca quiso seguir los cánones sociales imperantes, descubrió desde joven la opresión del mundo y se hizo un férreo practicante de la libertad para dejar de ser un oprimido. Un loco para algunos, vagabundo para otros, Charlie Bustos es un flâneur local que tiene la deferencia de ofrecer canciones a los ocasionales transeúntes, con el único propósito de abstraerlos momentáneamente de la veloz e insensata carrera en la que se vive. Gracias, Charlie.
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