Sáb 10.09.2016
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › TEATRO. TEATRO DEL AZORO, DE EL SALVADOR, PRESENTA LOS MáS SOLOS

El arte como sanación

Basada en una investigación periodística, la obra se focaliza en la locura y los vestigios de la guerra. "El teatro es nuestra herramienta para visibilizar esas historias, poner un espejo a nuestra sociedad", asegura su directora.

Publicado en 2012 en el periódico digital El Faro, de El Salvador, el artículo "La caverna de Choja", de Carlos Martínez, resultó inspirador para la compañía Teatro del Azoro, que desde su formación en 2011 abordó temáticas como la migración, el rol de las mujeres en el proceso de independencia salvadoreña y una experiencia de teatro sensorial sobre la sexualidad. La aparición de ese texto periodístico llevó al grupo a sumergirse en las historias del pabellón penitenciario de un hospital psiquiátrico.

"Desde nuestros inicios siempre tenemos una mirada, queremos un teatro comprometido con nuestra realidad y con el ser humano de su tiempo para crear una dramaturgia propia. Está ligada al submundo, a historias que están por debajo de la alfombra y muchas veces no queremos ver. El teatro es nuestra herramienta para visibilizar esas historias, poner un espejo a nuestra sociedad", sintetiza al respecto Egly Larreynaga, co-directora junto a Luis Felpeto de Los más solos, la obra que también protagoniza en compañía de Paola Miranda, Ana Ruth Aragon y Alicia Chong, y que esta noche a las 21 se presentará en Plataforma Lavardén, Mendoza 1085.

Una vez definida la intención de abordar las temáticas que atravesaron ese artículo periodístico --la locura y la exclusión, el olvido y lo olvidado, la guerra y sus consecuencias--, los integrantes de la compañía contaron con el acompañamiento del propio cronista, quien habilitó el proceso de investigación dentro del pabellón psiquiátrico. "El nos introdujo en este lugar siniestro. En un momento fue muy intenso, era mucha información, mucho material, material muy denso. Tuvimos que alejarnos un poco. Con este periodista hubo un trabajo muy interesante de hacer como una síntesis, ver qué queríamos contar con la obra. Cuando lo resolvimos eso nos permitió poder discriminar historias, información, que eran fuertes pero que no eran interesantes para la obra que queríamos contar", explica la directora.

En esa construcción comenzaron a surgir tramas ocultas dentro de una sociedad que, veinte años después de la culminación de la guerra civil que desangró a El Salvador entre 1980 y 1992, todavía no había logrado cerrar sus heridas. "El teatro es nuestra herramienta para visibilizar esas historias. La idea era crear ese espejo, ver nuestra sociedad, y desde ahí mejorarla", admite Larreynaga, y aclara: "En un inicio nuestro objetivo no era hablar sobre la guerra, sin embargo apareció en el psiquiátrico, porque todos vivieron la guerra, incluso algunos participaron. Cuando la pusimos en el escenario tocamos una fibra muy sensible. El acuerdo de paz en El Salvador fue en el 92 y después de eso hubo una necesidad de obviar la guerra, hacer borrón y cuenta nueva. Pero la obra impactó mucho".

- El hecho de que la guerra apareciera como temática, que la obra lograra ese impacto, habla en cierta forma de una necesidad de la sociedad por dejar de obviar, por cicatrizar heridas.

- La obra es como nuestro aporte para sanar algo, esas heridas que están ahí y que no podemos obviar. El obviarlas nos ha llevado a otra guerra, diferente, que es la guerra de pandillas. Es necesario sanar esas cicatrices para afrontar esto nuevo que nos viene con otra mirada. Es una herramienta social de transformación, de toma de conciencia. Nuestra lucha en esta nueva etapa no es con armas, como lucharon nuestros padres, sino desde el arte.

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