CULTURA / ESPECTáCULOS
Diego Fidalgo indaga en el documental Trescientoscincuenta, los motivos que llevaron al artista Fernando Traverso a plasmar esa particular obra ya transformada en mito urbano.
› Por Edgardo Pérez Castillo
Cautivado por la figura de su creador y no así por la trascendencia de la obra --ésa que llegó a cobrar cierto carácter de mito urbano--, el realizador Diego Fidalgo se concentró en el artista plástico Fernando Traverso para dar vida a Trescientoscincuenta, el documental con el que no sólo devela los secretos detrás de las bicicletas que desde hace tres años comenzaron a estamparse en las paredes de la ciudad, sino que además se ofrece como una nueva mirada a las cotidianeidades de los militantes en la última dictadura militar, destacando también a la relevancia del arte como herramienta movilizadora y en constante movimiento. El próximo sábado a las 22, en el Centro Cultural Parque de España todo ello podrá verificarse cuando el film tenga su estreno formal en el marco del ciclo "Documentales de borde".
Aunque las bicicletas --las primeras de esas 350-- de Fernando Traverso fueron plasmadas a comienzos del 2001 (más precisamente el 24 de marzo, marcando allí mismo un gesto político), Fidalgo tenía conocimiento de la figura del artista desde 1999, cuando compartieron un grupo de arte urbano dedicado a las intervenciones callejeras. "A través de eso tomé conocimiento desde adentro con la historia de Fernando, con lo que le había pasado a él y fue además un contacto directo con la historia argentina", resumió Fidalgo en diálogo con Rosario/12.
Descubriendo en las bicicletas a la línea narrativa perfecta para cumplir con su anhelo, el director comenzó el rodaje casi en simultáneo con el arribo al objetivo final de las 350 pintadas. "A partir de ahí fuimos para atrás, haciendo la reconstrucción de algunos aspectos de su vida que me parecían importantes de retratar. La idea fue ponerlo a él en primer plano, pero sin tomar distancia, sin presentarlo de una forma objetiva, por eso yo cruzo pedacitos de una historia personal, que es diferente. Y a partir de allí puedo desarrollar un relato a dos voces, en paralelo", explicó Fidalgo en diálogo con este diario.
Y en ese sentido, el realizador se permitió la inclusión de una voz personal como segunda línea narrativa, apostando además a diversas técnicas y estéticas para hacer de su obra un documental alejado de los convencionalismos. Al respecto comentó: "Me parece que uno crece escuchando una historia cerrada, y me pareció que estaba bueno tomar una mirada en relación a un personaje, una historia viviente, jugar con eso y tratar de que salgan cosas nuevas, que me sirvan tanto a mí como a Fernando. Y evitar caer en algo diferido, en preconceptos y cosas ya sabidas. Por ahí también desestructurar el relato a partir de eso, permitirme jugar con libertad con todos los recursos que se me ocurrían, desde la fotografía, mostrar un making off, usar Súper 8, recuerdos de mi infancia y de su juventud, puestas en paralelo".
Premiado en el concurso Doc Buenos Aires --seleccionado por un jurado que incluía especialistas provenientes de Francia, Canadá e Inglaterra, lo que permite creer en el posible arribo del documental al exterior--, Trescientoscincuenta se desarrolla en un clima de serena soledad, un sentimiento que, lejos de ser agobiante, fue pensado por el propio director, que concluyó: "Lo que me gustaba transmitir es esta idea de que es una obra en soledad, como una repetición de un rito muy íntimo de Fernando, que toma a la ciudad como soporte para ese rito. Es un homenaje en soledad. Cuando yo le mostré el documental me decía que para él era un momento alegre, y en el documental parecía como que era un momento melancólico o triste. Yo creo que había un poco de las dos cosas. Inevitablemente la historia que lo cruza es algo melancólico, pero para él de alguna forma es como seguir militando, recordando y generando nuevas cosas, sin quedarse sólo en un discurso melancólico, sino generar cosas en las generaciones que vienen, el enganche con los adolescentes que se hacen pintar su bandera. De alguna forma ese ícono se transformó en uno de lucha, de memoria. Por eso indefectiblemente la esencia es melancólica. Además del hecho de que las pintadas él las hacía siempre de noche".
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