CULTURA / ESPECTáCULOS › LOS GUNS N'ROSES ROCKEARON LOS CIMIENTOS DEL GIGANTE DE ARROYITO
Treinta y cinco años después, una multitud vibró en un mega concierto de rock internacional realizado en Rosario. Aunque los años pasan factura, la banda de Axl Rose y Slash brindó un recital tan poderoso como aquel de Queen en el '81.
Y si no era en esta vida cuándo iba a ser, habrá pensado Axl Rose, años después de haber asegurado que el reencuentro de los Guns N`Roses no era algo que figuraba en sus planes. Y cuánto deben quererlo sus viejos compañeros de ruta, Slash y Duff McKagan, como sabiamente reflexionó un colega a la salida del histórico show que la banda californiana ofreció la noche del martes en el estadio de Rosario Central, convocando a 25 mil personas, en el marco del Not in the life Tour, la gira que los trajo de regreso a la Argentina. Fueron dos horas y veinte minutos de un recital con muchos puntos altos y que mostró a Slash en su mejor forma, bancando la parada y haciendo olvidar por varios momentos los problemas del cantante, quien corrió mucho y cautivó por oficio, aunque le costaba llegar a esos falsetes que fueron, sin dudas, su marca registrada. La puesta, sin dudas de primer nivel, impactó con sus luces, pantallas y fuegos artificiales.
Habían pasado dos minutos de las 21 cuando las luces se apagaron y la intro de la serie de dibujos animados Looney tunes desató el delirio del público, que antes había escuchado a Massacre y a los locales Cielo Razzo. Los primeros acordes de It`s so easy, con las luces y los fuegos apoyando una puesta a la altura de las circunstancias, hicieron saltar a todo el estadio. Después de 35 años, una multitud comenzaba a disfrutar de un mega concierto de rock internacional dejando atrás ‑¡por fin!‑ aquel mítico recital de Queen en la cancha de Central allá por abril del 81, y tras los fracasos (económicos) de tres shows increíbles, como los de Peter Gabriel y Sting, también en el Gigante; y el de Bob Dylan, en el Hipódromo del Parque de la Independencia.
Sólo restaba preguntarse si la deuda iba a quedar definitivamente saldada con una banda que convocaba multitudes en los '90 y que llevaba varios años separada. La respuesta llegó rápidamente. Luego de Mr. Brownstone y Chinese democracy, la temperatura subió varios grados con Welcome to the jungle, que agitó brazos, remeras, camperas y todo lo que el público tenía a mano.
A los fanáticos ya no les importaba el frío, tampoco el viento, que muchas veces conspiró con el sonido. Una andanada de éxitos, You could be mine, Civil War, y Used to love her, que fue tocada por primera vez en esta gira latinoamericana que comenzó hace unos días en pasó por Lima y Chile, y que culminó entre viernes y sábado con dos shows en River, estadio donde habían ofrecido su último concierto en 1993, fueron configurando una noche histórica. Rosario fue la ciudad paraíso, como afirmaron los GNR más tarde en la cuenta oficial de Twitter.
Así como los analistas del fútbol destacan, ayudados por las estadísticas, cuántos pases correctos dieron los mejores jugadores en un partido, alguien debió haber llevado en la noche del martes la increíble cantidad de solos ejecutados por Slash; el guitarrista de la galera y los rulos más emblemáticos del rock, que se puso el concierto al hombro, punteando y jugando con el pedal, y al que la gente ovacionó cuando Axl Rose presentó a los músicos en el Gigante de Arroyito.
Varios de esos solos introdujeron los mejores momentos del concierto. Sorprendiendo con el tema de la película El Padrino que desembocó en Sweet Child o`mine, una de las canciones que el público cantó con sumo entusiasmo. Emocionando con Wish you where here, de Pink Floyd, precediendo a la interpretación del bellísimo pasaje de Layla, en la versión original de Derek and the Dominos, el grupo que lideró Eric Clapton, y que a su vez dio paso a November rain, el tema con el que Axl en el piano logró conmover a las 25 mil personas, mientras las luces de los celulares intentaban captarlo todo, un claro signo de los tiempos.
Las constantes referencias musicales, incluso a aquellos que hace poco tiempo dejaron este mundo ‑el símbolo de Prince en el bajo de McKagan, quien llevaba una remera de Motörhead, el grupo de "Lemmy" Kilmister‑ demostraron una vez más que los GNR lograron traspasar las fronteras del hard rock. A las clásicas versiones de Live and let die de los Wings y Knockin`on heaven`s door de Dylan, sumaron The seeker, de los Who, en los bises, y New rose, de los Damned.
El resto de la banda cumplió a su manera. Frank Ferrer en batería, Dizzy Reed y Melissa Reese en teclados, aportaron lo suyo. El que sorprendió fue el guitarrista Richard Fortus, complementándose a la perfección con Slash, especialmente cuando sus guitarras se hicieron cargo de la inolvidable versión del tema de Pink Floyd, y en algunos pasajes emulando el clásico remolino de Pete Townshend.
Corre Axl corre. Algunos movimientos registrados, a pesar de ya no estar en forma, y esa mirada al final de alguna estrofa, permanecen intactos. El cantante cambió varias veces de camperas y de sombreros. Debajo de uno de ellos, y casi sobre el final del show, apareció la vincha. Corrió mucho y en varias oportunidades le cedió el protagonismo a Slash, con quien se sentó al final del show. Con la gente festejó la tos que se le escapó mientras intentaba llegar a los registros más altos de Patience, ya en los bises y con la intro de Angie, de los Rolling Stones, con Slash y McKagan rasgando las guitarras acústicas. El final llegó con Paradise City, con la gente saltando, en medio de los papelitos y los fuegos. Después de 23 años, los Guns N`Roses volvieron a la Argentina, eligiendo Rosario como punto de partida. Miles de personas aún están agradeciendo.
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