Mié 25.10.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS

Una poesía que está íntimamente ligada a la búsqueda de verdad

Es la del hondureño Roberto Sosa, exponente de la poesía hispanoamericana que pasó por el Festival Internacional de Rosario.

› Por Sonia Scarabelli

La obra de Roberto Sosa, que pudo ser apreciada por los rosarinos durante la XIV edición del Festival Internacional de Poesía -que se llevó a cabo entre el 18 y el 21 de este mes en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia﷓, constituye una bella y acabada muestra de las ricas y variadas vertientes de producción que ofrece la poesía hispanoamericana contemporánea.

Nacido en Yoro, Honduras, en 1930, Roberto Sosa es autor de una serie de libros de poemas entre los que se cuentan: Caligramas (1959); Muros (1966), Mar interior (1967), Los pobres (1968), Un mundo para todos dividido (1971), Secreto Militar (1985), Hasta el sol de hoy (1987), Máscara suelta (1994), El llanto de las cosas (1995), Antología personal (1998), Digo mujer (2003), entre otros. Su obra, por la que ha recibido premios nacionales e internacionales ﷓-"Juan Ramón Molina" (1967), "Adonais" (1968), "Casa de las Américas" (1971), "Ramón Rosa" (1972), "Itsamná" (1980)-﷓, y que ha sido objeto de numerosas reediciones, se encuentra traducida al francés, inglés, alemán, ruso, chino, italiano, rumano y japonés. En 1990 el Ministerio de Cultura de la República de Francia lo distinguió con la Orden de las Artes y las Letras en el Grado de Caballero.

La misma lúcida transparencia y calidez que irradia la presencia de Roberto Sosa ﷓para quien la poesía "siempre supone reflexión, autoexamen, (ya que es) una forma de clarificación de la conciencia"- se hace presente en su escritura. Allí, con un lenguaje depurado y que busca evitar "el exceso engañoso de poesía", el poeta se aproxima a la construcción de una palabra que se preocupa por el "decir", y en este "decir" intenta la reunión de aquellas que él llama las "cosas importantes", "lo que a uno le pasa en relación con los demás, con una sociedad, con un país, con los amigos, con algún sentido de la idea de mundo". Y aún si la preocupación por una temática social posee una indudable presencia en su poesía, Sosa aclara que nunca ha intentado "banderizar" el texto, sino que más bien siempre le interesó "seguir un poco el ritmo sanguíneo, la vertiente subjetiva y objetiva en combinación", hallar un equilibrio que -﷓cuenta-﷓ tan bien plasma un dicho popular de su país, en el cual, refiriéndose a la costumbre de encender velas ante las imágenes sagradas, se indica "Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre".

Por consiguiente, si bien se trata de lograr una poesía que pueda, en cierto modo, hacerse cargo de un "mensaje", eso no atenúa, sino que, por el contrario, torna más exigente la relación entre "forma y fondo", y el trabajo con la fuerza de los acentos, la puntuación, los silencios, la sonoridad plena de las palabras. En este sentido agrega: "Yo estoy inclinado a pensar en la poesía como fondo y forma, pero, a veces, el fondo puede ser una forma interior, y no hay una diferencia muy notable; ahí el fondo y la forma están incluídos sin proponérselo, porque eso de la premeditación, alevosía y ventaja en un texto poético como estructuración no es posible; la cosa se va dando como el amor, como el odio, como todas esas formas de la conducta del ser humano, que de alguna manera se pueden comprender en el tiempo y en el espacio, dos categorías de la materia; y todo sucede dentro de eso...".

Y es en el adentro de esta materia con la que Sosa trabaja donde modula un diálogo íntimo, musical, con los aspectos más nobles de la experiencia vital de hombres y mujeres, pero no menos con aquellas otras zonas, las del sufrimiento, las de la falta de justicia, las del abandono y la soledad que todos enfrentamos y, especialmente, enfrentan aquellos que padecen los mayores rigores de la miseria y la crueldad del sistema imperante. Así, el poema se ofrece, alzado en su luminosidad, bajo el signo de la simpleza, abierto y accesible, y plantea, como en aquellos versos que el poeta dedica a su madre, el "...delicado equilibrio/ entre/ la humana dureza y el llanto de las cosas".

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