CULTURA / ESPECTáCULOS › INTERESANTE REALIZACION DEL ESPAÑOL FERNANDO LEON DE ARANOA
Con el lenguaje de los personajes como principal herramienta, "Princesas" logra contar una buena historia de soledades.
› Por Emilio Bellon
PRINCESAS 8 puntos
España, 2005.
Guión y dirección: Fernando León de Aranoa.
Fotografía: Ramiro Civita.
Música: Manu Chao.
Intérpretes: Candela Peña, Micaela Narváez, Luis Callejo, Mariana Cordero, Antonio Duran Morria, Alejandra Lorente.
Duración: 105 minutos.
Al continuar con su identificable línea de realismo social, el director de Princesas, Fernando León de Aranoa, abre otro capítulo de un mismo libre sobre problemáticas que definen algunos de los tantos dramas del mundo de hoy. Como podrá recordar el lector, si es que la ha visto, Los lunes al sol, premiada con numerosos Goyas, centraba su campo de atracción en un grupo de desocupados, gente que veía pasar su existencia (hombres cercanos a una mediana edad), desde la barra de un bar.
Ya con Barrio, que se exhibió en alguna oportunidad en el Centro Cultural parque España y en Cine Club Rosario, su realizador, en un tono semidocumental, permitía que sus personajes hablaran con su propia voz; film que por otra parte puede emparentarse con otro de los grandes aciertos de José Luis Guerin, En construcción. Y desde aquí podemos marcar que si bien Araona maneja una muy elaborada y estudiada puesta en escena, no obstante lo que sus films transpiran es una muy elocuente naturalidad. Como si estuviésemos allí, orillando la escena.
Algunos críticos españoles consideran que el cine de este joven director se destaca particularmente por el manejo del lenguaje, por los matices de expresiones, por la espontaneidad de esos términos que fluyen de un registro muy cercano a las conversaciones diarias; de esas que muchas veces escuchamos al pasar. Igualmente, este apunte alcanza a una despojada ambientación que reconoce ámbitos de la periferia urbana y algún que otro plano general de espacios de la sociedad burguesa.
Por momentos, Princesas, que se acerca en parte al cine de Mike Leigh, el de Secretos y mentiras y El secreto de Vera Drake, incluye fuertes momentos de ternura sobre un relato que se apoya sobre la construcción de personajes, particularmente femeninos. Y en este film, nos referimos al vínculo de rivalidad primero y de amistad que entablan dos prostitutas, una de origen español y la otra llegada de República Dominicana. Cada una con una historia a cuestas, que, sin embargo, su director no se esfuerza, afortunadamente, en desarrollar mediante explicaciones.
Ellas están allí. En territorios que al principio están marcados y divididos. Y si en Los lunes al sol ven pasar al mundo, sus protagonistas, desde el interior de un bar aquí, ellas las jóvenes y las no tanto (las que esperan con ansias su próximo cliente), lo hacen desde una peluquería que da a una plaza y que se convierte en algo así en una antesala al momento de placer comprado, buscado.
Si bien la atención está fuertemente dirigida hacia Caye y su amiga extranjera, Zulema, Araona no descuida a las otras, ni en la plaza semiárida que se encuentra frente a la ventana de la peluquería o a las que transitan por una marginal zona roja. Hay una panorámica que va abriendo paso a diálogos y encuentros furtivos, que se concentran en citas, vías teléfonos celulares.
Como decíamos, Princesas es un film de personajes. Y aquí está Candela Peña en su rol de Caye, la actriz a quien hemos visto en el film de Pedro Almodóvar Todo sobre mi madre. En su rol, en esos instantes en que podemos llegar más directamente y de manera íntima a su personaje, sabemos de sus tristezas, de sus imposibilidades, de sus broncas. Y es desde aquí donde frente a su amiga Zule, que tiene una existencia tironeada entre su condición de clandestina y de amante golpeada de un mediocre funcionario, podemos resignificar uno de tantos parlamentos: "Y es que las princesas no pueden vivir lejos de su reino... son tan frágiles que inmediatamente sienten nostalgia".
Y si "existimos porque alguien nos piensa y no al revés" es que Cayetana, aún en la vorágine de sus clientes ocasionales por hora todavía busca, y no ya en su medio familiar, alguien que pueda pensarla. En su casa materna, la que siempre no es mostrada de la misma manera, a la misma hora, en el mismo ritual, Caye no tiene presencia propia, asiste casi enmudecida a las mentiras de su madre, a los enmascaramientos de su hermano y su cuñada. Es allí donde se filtra algo de una historia personal, proyectada ahora, desde la figura de su madre, en ciertos actos que se cumplen para sostener una ficción.
Historia de soledades, Princesas va dejando entrever en cada uno de sus protagonistas un fragmento de sus sueños personales y allí donde una mirada exterior no parece dejar huella se revela un detenerse, un estar ahí, de ilusiones postergadas. Para Caye, como para tantas otras mujeres de este reino que asoma desde el filo de una peluquería, tal vez algún día pueda llegar a vivenciar que alguien "las esté esperando a la salida".
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