CULTURA / ESPECTáCULOS › EL AGUA COMO SIMBOLO DE LA VIDA
› Por Leandro Arteaga
AGUA 7 puntos
Argentina/Francia, 2006
Dirección: Verónica Chen, Pablo Lago.
Guión: Verónica Chen.
Fotografía: Sabine Lanoelin.
Montaje: Luis César D'angiolillo, Jacopo Quadri.
Intérpretes: Rafael Ferro, Nicolás Mateo, Gloria Carrá, Leonora Balcarce, Jimena Anganuzzi, Diego Alonso, Pablo Testa.
Duración: 89 minutos.
Tal como el título lo señala, el agua es el móvil de este film atravesado por la relación simbiótica que sus personajes establecen con el mundo líquido. Por un lado está Goyo (Rafael Ferro), antiguo nadador acusado de valerse de sustancias prohibidas durante el cruce Santa FeCoronda, situación que apela a un pasado que el personaje guarda en silencio y soledad. De vuelta en su ciudad, tras una prolongada estancia en suelos áridos, la historia de Goyo aflora desde situaciones mínimas: un antiguo amor (Gloria Carrá) que le reprocha el regreso, el tacto nuevo con el agua amarronada del Paraná, la imposibilidad de vincularse sentimentalmente y el choque automovilístico y casual con la bicicleta del Chino (Nicolás Mateo).
Es el Chino, justamente, quien encarna ahora las ilusiones de un futuro próspero en la natación. Su vida disciplinada se antepone, incluso, a las necesidades de su mujer. Hay una competencia de por medio, y el resultado significará no sólo una toma de decisión casi definitiva para el joven nadador y futuro padre, sino también una oportunidad de reconciliación para Goyo. Será, nuevamente, el cruce Santa FeCoronda el que intente conciliar ambas historias, junto con sus expectativas y frustraciones.
En entrevista con Página/12, la directora Verónica Chen afirmaba que la imagen de la raya del fondo de la pileta le sugería "una idea constante, el ir y venir sin escuchar lo que pasa afuera en la superficie, lo que sucede cuando uno se encierra y no ve lo que ocurre alrededor". Precisamente, la cámara de Chen se sumerge junto con los personajes, mientras comparte el silencio o el sonido extrañado que los embarga y del que les cuesta emerger. Esa reclusión apela, también, a una seguridad de vientre materno que, en determinado momento, el film se ocupará por subrayar.
No estamos aquí en presencia de un film que ate cabos de modo tranquilizador sino, mejor, ante una película que relaciona problemáticas personales mientras alude, de modo sutil, al complejo entramado desde el que se funda cada historia de vida. El agua, elemento vital, anuda los problemas y los resignifica junto con todas sus inevitables referencias simbólicas.
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