Mar 25.10.2005
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS

Ana Gallardo y la propagación del objeto sociológico al entorno

La artista rosarina expone una instalación objetual en campo expandido, dentro de la muestra "De rosas, capullos y otras fábulas", en la Fundación Proa de la ciudad de Buenos Aires.

› Por Claudia Laudanno

En el marco de la individual de la celebre artista alemana Rosemarie Trockel (1952), que se exhibe en la planta baja de Fundación Proa (A. Pedro de Mendoza 1939) en pleno corazón del barrio porteño de La Boca, se expone, en paralelo, una colectiva temática denominada "De rosas, capullos y otras fábulas", curada por Victoria Noorthoorn y en la que asume un rol protagónico la ambientación objetual de Ana Gallardo. La propuesta espacial de Gallardo se distribuye cubriendo casi por completo 2 amplias paredes, situadas en la planta alta de dicha institución artística. Propagando el objeto previamente connotado, usado y posteriormente desfuncionalizado al ambiente, la creadora rosarina propone una lógica de la acumulación, pero en este punto vale acotar que no se trata de un environment concebido a partir de la disposición azarosa y caótica de objetos y útiles, privados de su valor de uso original. Todo lo contrario: aquí Gallardo pone el énfasis en una estrategia estética diferencial, indagando en el legado que trae consigo esa fisicidad difusa, encarnada en la memoria de la pura objetualidad, llevada a su grado cero ﷓-grado cero de los materiales o materiales sin cualidad-﷓. Por eso se trata de una topología urdida a partir de la selección de objetos topo-﷓específicos, pertenecientes a diversos colegas suyos, que en un acto simbólico de donación, permiten que la obra única se manifieste y gane cuerpo en la pluralidad y resonancia de voces, conceptos, perceptos y sobre todo, afectos.

Sin lugar a dudas, en este trabajo existe una marcada "inscripción afectiva" del sujeto﷓-artista que se renueva en la instancia de recepción de la obra, por parte del publico visitante. Allí, entonces acontece otra instancia que corresponde a la catarsis de identificación con la obra, por parte del espectador. Y nuevamente la inscripción afectiva tramada en primera persona, desde el gesto creativo, pasa a ser una ida y una vuelta con el otro, esto es, una verdadera retroalimentación estética. Esto ocurre porque las "cosas" colgadas y suspendidas de las dos paredes están cargadas de recuerdos y desde diferentes acogidas generacionales, todo el mundo reconoce una cifra común en esos objetos nostálgicos y entrañables, dotados de nuevos mensajes y códigos de acceso, por parte de la artista.

Sillas antiguas, marcos de cuadros, almohadones, ropas colgadas de perchas, souvenirs, bibelots, colecciones de revistas antiguas, mobiliarios desvencijados, discos de pasta, en fin, cosas de diferente tenor, espesor sensorial y conceptual son transformados, mejor dicho, transfigurados desde su condicional banal y reificada, para luego ser elevados a la categoría de obra de arte post-﷓histórica y post﷓-epocal, desde una relectura muy contemporánea, del legado duchampiano del readymade y del objet trouvè ﷓-en este caso, "asistidos" y "rectificados" por Gallardo-﷓, a través de una función operativa, muy clara en este rango de opus: la homologación total de la superficie mural, es decir, la paridad y equivalencia de una materialidad por demás de heterogénea, gracias a la cual, la ambientación cobra toda su eficacia visual, háptica y cognitiva.

La poética de Ana Gallardo (Rosario, 1958) siempre estuvo signada por una neta propensión hacia el descubrimiento de nuevas funciones para la cultura del objeto. En este sentido es de destacar que su obra se ha valido frecuentemente de núcleos temáticos de sentido, de acuerdo con los cuales, los objetos resignificados no estaban y tampoco están ahora allí por pura aisthesis, deleite de los sentidos o fruición estética, sino, fundamentalmente para dar cuenta de hechos, acontecimientos puntuales y micro﷓-historias, a menudo de talante sociológico, antropológico, contracultural y por supuesto, autorreferencial, en más de un aspecto.

En De rosas, capullos y otras fábulas, la obra de Gallardo dialoga y entabla cruces transversales con las producciones mas recientes de los otros expositores: Jane Brodie, Ali Chen, Martín Di Girolamo, Marina De Caro, Flavia Da Rin, Guillermo Iuso, Inés Drangosch, Mariana Cortés y Florencia Rodríguez Giles. Según palabras de Noorthoorn, "la línea curatorial es la de integrar un taller de experimentación en base a las afinidades existentes entre el trabajo de los artistas argentinos y la poética de Rosemarie Trockel".

El workshop se desarrolló a lo largo de dos jornadas, al cabo de los cuales cada artista realizó obras inéditas, especialmente concebidas para esta ambiciosa exposición.

Como se señalara mas arriba, esta muestra se lleva a cabo en la primera planta de Fundación Proa, en fluido diálogo con las obras de Trockel, expuestas en la amplia planta baja. En tanto, la selección de piezas de la prestigiosa artista alemana cuenta con la curaduría general de Gudrun Inboden. Entre ellas, se destaca su famosa "Máquina de Pintar" (1990), artefacto﷓-obra en el cual Trockel desbarata el concepto de "autoría" "firma" o "huella de estilo" tirando por la borda la noción todavía tan enraizada en el imaginario cultural del "artista genio", creador de obras únicas e irrepetibles. La artista alemana también emplea este tipo de construcciones mecánico﷓-objetuales para problematizar acerca del rol actual de la mujer-﷓artista y de la mujer﷓-intelectual, sin acudir a ningún tipo de discurso con aristas previsiblemente feministas, pero sí mostrando la situación del genero femenino en estos espacios de poder, donde la legitimación internacional le cabe en mayor medida al hombre-﷓artista.

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