CULTURA / ESPECTáCULOS › "CULONAS", EL PRIMER LIBRO DE MIRIAM CAIRO
Editado por la editorial cordobesa Abrazos Books, estos "mosaicos" recopilan muchos de los textos que la autora publicó en la contratapa de Rosario/12. Escritura femenina vitalizante, inquietante y sensual.
› Por Eugenio Previgliano
Viene de aparecer, publicado por Abrazos Books, un libro de unas ciento treinta páginas firmadas por Miriam Cairo, en cuya portada aparece sugestivamente un famoso desnudo pintado por Egon Schielle, pintor expresionista, quien a pesar de haber rotado por todos los pueblos que rodeaban a la Viena de principios del siglo XX, no pudo impedir que lo procesaran por seducir niñas de diecisiete años, sirviendo sus obras, tal como la que preside la portada de este libro, como prueba de su infamia. Permítaseme agregar que Schielle fue absuelto por los cargos de estupro, pero recibió sin embargo una dura condena de tres días de prisión austriaca por exhibir dibujos eróticos en lugares accesibles a niñas de diecisiete años.
El libro se llama Culonas. Inquietante, sensual, íntima; los atributos de esta escritura parecen haber sido hechos para leer con la piel: si toda escritura femenina es en líneas generales vitalizante, ésta en particular nos pone al borde de un precipicio ventoso dejándonos a merced de la brisa. ("Llega un momento -aclara el libro- en que una advierte que la castidad es la peor de las perversiones").
"Mosaicos" dice el libro que son los textos que lo componen, aunque de a ratos parezcan aforismos, bravas sentencias breves, haikus o partículas subatámicas. Al lector de este diario no lo sorprenderán estos mosaicos, ya que muchos de sus retazos se han cultivado en la contratapa de Rosario/12 y son seguramente una muestra más del impacto que el diario provoca en todo el sistema cultural, pero muy especialmente en las letras. Miriam Cairo nació en los primeros sesentas del siglo pasado, tal vez haya alguna relación entre los días de la Era de Acuario y estos textos, tan sensuales, tan táctiles, tan sensibilizantes. En realidad es poco lo que se sabe de Cairo acá donde estoy escribiendo: sabemos que vivió -según me explican- en San Nicolás donde empezó a escribir acaso buscando a tientas algún remedio para la pasión; mide, según recuerdo algo menos que un metro y sesenta y cinco centímetros pero tiene una mirada suave y sesgada que sin embargo no delata los premios que ha ganado en certámenes de cuentos y poesía.
Las culonas de piernas abiertas que se retratan en este libro, con esa sensibilidad de higuera que acaso alguien pueda haber adivinado antes, fuera de esta lectura, donde lo singular de toda experiencia sensible se une, desplaza y se traslapa con toda experiencia ajena convirtiendo ese espejismo efímero que es el instante amoroso en un enorme y fresco laberinto donde de vez en cuando un clasto, un eco, un resplandor, un rescoldo, parecen recordarnos la humanidad que hay en nosotros, la humanidad que hay en otros, en los semejantes, en los distintos.
"Desde luego -anota Cairo en el libro- estos escritos no son almácigos", pero no es tampoco ésta una erótica ciega tapizada de sensualidad brutal. Lo que los labios de estas culonas proponen no es la sobria rutina de la amante ni la displicente habitud de la amada: seguramente hay más matices, mas grados de libertad, más ángulos que girar, más ejes para enfocar, más luz para deslumbrar, más imágenes para armar: hay en cada uno de estos breves fragmentos presididos por una especie de título que abre y pone en perspectiva a la moda de las narraciones de los exploradores del siglo XVIII, una pequeña aventura, leve pero intensa, de la cual el lector tal vez no salga fortalecido o demudado pero sí resulte fuertemente sorprendido, desbocado con la sensación suave pero fuerte de haber recorrido en pocos segundos un trayecto salvaje, al cabo del cual el que ha leído ya no podrá volver a ser el mismo de antes y probablemente resulte convencido de que "Tal vez más que una vía de comunicación el sexo sea una vía de conocimiento".
Me cuentan, además, en esta cálida noche de primavera que un día entre los días, un lector sin más referencia que haber pasado esta inquietante aventura de leer textos de Miriam Cairo en la contratapa de este mismo diario, le dirigió una carta proponiéndole seriamente unírsele para toda la vida en sagrado matrimonio. ¿Cómo no haber amado sus grandes ojos negros? También yo -et in Arcadia ego- caigo en una pasión irremediable en la lectura de estos textos que no son de mujer, no son de varón, no son de televisión: son de amor puro, sensual, lubricado y húmedo, tal vez la materia más útil para una vida de explícita poesía, de pura pasión de bolero, de tarde, de siesta, de noche; y en una época donde los bancos financian la televisión que explica a la ciudad y al mundo, bajo la sombra del prestigio de la ciencia y por labios de mujer adulta, cómo manejarse para hacer del sexo un suceso venturoso que te llene de beneficios, un poco de imaginación -que no abunda-, unas culonas calentitas, hacen verano.
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