Jue 28.12.2006
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › "NADIE SABE" DEL REALIZADOR HIROKAZU KOREEDA

De la indiferencia al anonimato

› Por Leandro Arteaga

Nadie sabe: 9 puntos

Japón, 2004

Dirección y guión: Hirokazu Koreeda.

Fotografía: Yutaka Yamazaki.

Montaje: Hirokazu Koreeda.

Música: Gontiti.

Intérpretes: Yuya Yagira, Ayu Kitaura, Hiei Kimura, Momoko Shimizu, Hanae Kan, You.

Duración: 141 minutos.

Salas: Del Siglo.

Fue Afterlife (1998) el film que nos diera la posibilidad de acercarnos a la obra del realizador Hirokazu Koreeda. En aquella oportunidad asistíamos, literalmente, a un cielo cinematográfico, a un paraíso que sólo un enamorado del cine podía pensar: allí, luego de morir, podía el difunto elegir uno de los momentos de su vida para llevarlo consigo en forma de película. Afterlife proponía la tarea cinematográfica como un último suspiro para la tranquilidad de la vida después de la muerte.

Con Nadie sabe nos situamos en un plano terrenal, cuya angustia ya nos la comunica el conocimiento de que los hechos que el film recrea tienen sustento en una historia real. En Tokio, en uno de sus mínimos departamentos, una madre alcohólica mantiene ocultos del contacto social a sus cuatro pequeños niños, hijos de padres diferentes. No hay escuela para ellos. No hay noción alguna de su existencia para el Estado. Y, de pronto, tampoco habrá mamá cuando ésta, en una de sus tantas salidas, decida no volver, dejando dinero y una nota pequeña y pesada para el hijo mayor, responsable de ahora en más del destino de sus hermanos.

Por un lado tenemos la situación terrible que significa la suerte de los niños, librados al azar que supone la ausencia de la madre. Pero por otra parte, somos partícipes de un peregrinar que hace de ellos figuras fantasmáticas, que habitan una ciudad que no hace eco de sus presencias. ¿Es posible, entonces, una situación tal, enmarcados como estamos en mecanismos de control que procuran requisar, cada vez más, los movimientos y decisiones de sus ciudadanos? ¿O es que hay presencias inadvertidas para el ciudadano medio, acostumbrado como está a esquivarlas desde un trajinar cotidiano?

Nadie sabe nos propone éstos y muchos más interrogantes, sin descuidar la angustia a la que aludíamos, que el espectador experimenta de manera inquietante. En otras palabras, es uno mismo el que también queda abandonado junto con los pequeños, dentro de un cascarón de cemento que poco a poco verá resquebrajar sus paredes. Es uno mismo, entonces, quien vivenciará una misma incertidumbre, un mismo anonimato.

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