CULTURA / ESPECTáCULOS › LO QUE PROPONE ESTE "DEJA VU"
› Por Leandro Arteaga
Deja vù
EEUU, 2006
Dirección: Tony Scott.
Guión: Bill Marsilii, Terry Rossio.
Fotografía: Paul Cameron.
Música: Harry GregsonWilliams.
Montaje:Jason Hellmann, Chris Lebenzon.
Intérpretes: Denzel Washington, Paula Patton, Val Kilmer, James Caviezel, Adam Goldberg, Elden Henson, Erika Alexander.
Duración:128 minutos.
Salas: Monumental, Village, Showcase.
Puntos; 7 (siete).
El argumento de "Deja vù" se desenvuelve de modo cada vez más insólito. Lo que comienza siendo un atentado terrorista deriva en práctica detectivesca -a cargo del private-eye que compone Denzel Washington-, con herramientas tecnológicas de vuelo superlativo (imágenes satelitales que reconstruyen lo ocurrido, en acción directa, hace cuatro días atrás), para culminar, insólitamente, con viajes temporales. Y lo mejor de todo es que el enrevesamiento de situaciones funciona. Y muy bien.
Lo único que debe cuestionarse al film es la lógica argumental. Hay pistas, que son las que llevan al bueno de Denzel por la vía correcta, que desdicen lo que el argumento plantea desde su totalidad. Es decir, se genera un sinsentido del que no ha podido escapar siquiera aquella ya clásica trilogía de viajes temporales que es "Volver al futuro" (aunque allí, convengamos, la verosimilitud era mayor y los films mucho mejores).
Pero de todos modos, y porque las imágenes en primer plano, preferentemente con teleobjetivo, son fabulosas (marca narrativa de su director, Tony Scott), "Deja vù" es un buen thriller. Además, el control tecnológico que el film evidencia no hace más que patentizar una situación de mundo paranoica, que permite la invasión de la intimidad más privada. Desde este lugar, "Deja vù" se emparenta con otro de los títulos más logrados de Scott: "Enemigo público" (1998), odisea de escape a un mundo vigilado por una tecnología cotidiana y policíaca. Cabe destacar también que, a diferencia de lo que la suposición espera, el terrorista no responde a los rasgos estereotipados y, para complicarla más aún, es Jim Caviezel (el Cristo fascista de Mel Gibson).
Plagado de lugares comunes, pero con la consistencia suficiente como para creer y perdonar las inconsistencias aludidas, "Deja vù" se disfruta. Es decir, si debiera respetar las consignas que propone, el argumento volvería sobre sí, como aquella situación ya emblematizada por el cortometraje del francés Chris Marker: "La jetée" (1962), cuya remake realizara en 1995 Terry Gilliam con el título "12 Monos".
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