CULTURA / ESPECTáCULOS
Resulta asombrosa la cantidad de dinero que aportó el Estado entre 1936 y 1950 a la formación de patrimonio público. Entre los coleccionistas se destacan Julio Marc y Juan B. Castagnino.
› Por Pablo Montini y Beatriz Vignoli
La política de adquisiciones del Museo Histórico Provincial (hoy "Julio Marc") nace con la donación de la colección de Julio Marc (18841965), coleccionista privado que se transformó en el principal impulsor del coleccionismo público. A las compras de obra para el Museo las pagaba el Estado, en sus tres niveles (nacional, provincial y municipal) y Marc era el encargado de adquirir obras, visitando subastas, casas de antigüedades, amigos coleccionistas, siempre en busca de obras históricas, ya que ese era el perfil del Museo. Esta práctica se mantuvo entre 1936 (cuando se decreta la fundación del Museo) y 1950. Ese año el Estado dejó de aportar fondos para las adquisiciones. Entonces, Julio Marc ideó la creación de la Asociación de Amigos del Museo, para que los burgueses de Rosario contribuyeran con obras de sus propias colecciones o con donaciones de dinero a la formación del patrimonio. Así lo hicieron durante muchos años. La Asociación sigue existiendo, pero hoy sus aportes son destinados a las más necesarias obras de mantenimiento del edificio, no a la compra de obras para engrosar el patrimonio museal.
Resulta asombrosa la cantidad de dinero que aportó el Estado entre 1936 y 1950 a la formación de patrimonio público. Esto estaba en sintonía con la misión del Museo, que era contribuir a la formación de la identidad histórica en una ciudad con una sociedad de fuerte origen inmigratorio y con conflictos sociales. En este marco es que Marc encuentra su función aportando su saber práctico como buscador de tesoros donde él sabía que podía hallarlos. Julio Marc era juez de la Cámara Federal de Apelaciones, pero ponía toda su pasión en el coleccionismo, especializado en numismática y platería. También, como historiador amateur, fue miembro de la Junta de Historia y Numismática y de la Academia Nacional de la Historia (filial Rosario). El Museo conserva una carta suya a un funcionario del Estado Provincial pidiendo que le envíe dinero "líquido" para poder competir con los demás coleccionistas y no perder la codiciada pieza.
Ahora, en cambio, es mucho lo que se deja escapar. Este año es el cincuentenario del Monumento a la Bandera; en 2005 salió a remate en Buenos Aires una parte de la maqueta para el Monumento, realizada por Lucio Fontana, quien la presentó en el concurso de proyectos. La maqueta pertenecía a la colección de Hilarión Hernández Larguía. Esta obra, cargada de un triple valor local no fue comprada por el Estado en ninguna de sus instancias. El año pasado, "Los Andes", el estudio de José Fioravanti para la sección escultórica del Monumento del mismo nombre, se vendió también en subasta a un coleccionista particular en un precio que hubiera sido accesible a los fondos públicos.
El Museo Castagnino tiene una tradición de adquisiciones desde su origen, ligado a la Comisión Municipal de Bellas Artes. Cuando se creó el Museo en 1920, muchas instituciones donaron obras para formar su patrimonio, o compraron obras especialmente para éste, con una clara idea de qué tipo de arte quería el Museo: argentino de ese momento. La Comisión también compró obras por su cuenta, por ejemplo "La vida de un día" de Fernando Fader. Además de los premios adquisición del museo, los coleccionistas iban a comprar obras a los Salones anuales del Museo. Era muy importante la articulación entre el Salón y el Museo, como ámbito de legitimación para los artistas y también como espacio de venta. Juan B. Castagnino compró muchas de sus obras en estos Salones, por ejemplo el "Nocturno" de Malharro y algunas obras de Fader. En su testamento, junto con un presupuesto para la construcción del Museo Municipal, donó estas obras al museo. Es por eso que al morir Juan B. Castagnino, en 1925, siendo presidente de la Comisión Municipal de Bellas Artes, ingresaron más de 20 obras de su colección al museo que hoy lleva su nombre. Después, en 1937, su madre aportó la suma convenida y se construyó el actual edificio. En 1941, sus hermanos contrataron a Julio Payró para que seleccionara obras para la donación de obras de arte antiguo de la colección Castagnino. Entre las seleccionadas se encuentran obras de Goya, El Greco, Ribera y Mabuse y otros autores de prestigio que forman parte actualmente del patrimonio del museo.
¿Cómo suplantar la falta de una política de adquisición? Una solución viable fue la implementada por Fernando Farina en la formación de la colección MACROCastagnino, a la que los artistas donaron obras, percibiendo una suma mínima para la compra de materiales. En suma, las leyes no escritas que rigen los intercambios de bienes simbólicos abarcan un universo de sentido que va mucho más allá de las sumas monetarias. Éstas pueden ser ínfimas, porque lo que está en juego es otro tipo de valor: el de la identidad, el de la historia o el del prestigio. El magro presupuesto no es excusa para que el patrimonio público deje de crecer.
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