CULTURA / ESPECTáCULOS › MUESTRA DEL TALENTOSO DIBUJANTE EL ROTO
"Vocabulario figurado", se llama la exposición que se inaugura hoy en el Centro Cultural Parque de España. "Lo que yo hago es sátira, no humor", aclara el dibujante español.
› Por Fernanda González Cortiñas
Para quien se tome el tiempo de atravesar las casi veinte cuadras que separan el Centro Cultural Parque de España del Museo Castagnino, seguramente será posible advertir los muchos puntos de coincidencia que existen entre algunas de las series de grabados de Francisco de Goya y la muestra Vocabulario figurado, de El Roto que esta tarde, a partir de las 19.30, quedará inaugurada en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río).
Salvando las distancias epocales uno y otro proponen una mirada angustiada e impiadosa de la realidad que les toca vivir; esa "mezcla de ingenuidad y maldad, de piedad y horror que es muy semejante en ambos", de la que habla Luis Goytisolo en la presentación del catálogo que acompaña la exposición.
Efectivamente, en los dos aparece intacta esa capacidad --generalmente extinta después de la infancia-- de sobresaltarse ante los pequeños y grandes espantos de todos los días, cada vez como si fuera la primera.
Si para Goya la guerra y sus hermanos, el hambre y la locura, eran el material de su inspiración, para Rábago la esencia es la misma, aunque cambie de nombre. A pesar de que El Roto hable de globalización y alienación --para el hambre, por ahora, no hay más eufemismos--, a fin de cuentas ambos el objetivo parece ser mismo: disparar directamente al corazón del poder; arrancarle la máscara de progreso y bienestar para mostrar su cara más despiadada.
Nacido Andrés Rábago en Madrid, en 1947, El Roto no siempre lo fue. O como dijo Juan Sasturain a propósito de la presentación de esta muestra en Buenos Aires en noviembre pasado, Rábago "antes de ser roto estuvo largamente descosido".
Durante el franquismo, por ejemplo, fue Ops, el anónimo responsable de piezas que como pequeñas metáforas dibujadas hablaban de la dictadura, sin hablar. Así, como una onomatopeya, sorprendió a públicos que aunque en distintas latitudes, como exiliados o perseguidos, conocían bien aquéllos crípticos códigos de supervivencia. Actual columnista habitual del diario El País, El Roto viene volcando sus corrosivas opiniones desde los albores de la década del 70, en publicaciones diversas, desde La Estafeta Literaria a Ajoblanco, desde Triunfo y Hermano Lobo a Cambio 16.
Desde luego si como dice la Real Academia Española "chiste" es un "suceso gracioso y festivo", entonces El Roto no hace chistes.
"Antes era el macho dominante, pero nos han democratizado y ahora soy el secretario general", anuncia un mandril de cuerpo garabateado y mirada feroz. "La gente se está empezando a hacer preguntas, ¡sube el volumen del miedo!", dice otro, uno de esos típicos personajes de El Roto que con traje y sin cara bien pueden ser políticos, como economistas, como empresarios. "Vendédles armas y luego bombardeadles por tenerlas", ordena alguien anónimo desde el piso más alto de la torre más alta.
"Lo que yo hago es sátira, no humor", aclarará El Roto. Y aquí la definición de la RAE apunta algo que efectivamente se parece más a lo que hace. "Escrito cuyo objeto es censurar acremente o poner en ridículo a alguien o algo". Sí, es más probable que lo de El Roto sea la sátira. Lejos de los distingos, para su colega argentino Quino, "el suyo es ese tipo de humor, como el de Chaplin, del que uno se ríe para no llorar".
Si es o no humor quedará a criterio del eventual asistente a la muestra. Aunque de serlo, sería un humor no ya negro sino uno muy, muy oscuro, muy denso y muy difícil de digerir.
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