CULTURA / ESPECTáCULOS › JOVENES ARTISTAS EN EL MUSEO DE ARTE CONTEMPORANEO
Hasta fines de abril puede verse en los silos Davis, Macro Emerge, una propuesta muy bien anclada en el entorno natural del río y donde múltiples autores jóvenes renuevan la imagen del MACRO.
› Por Beatriz Vignoli
El jueves pasado, en un día significativamente lluvioso (el agua tiene mucho que ver en esto), se inauguró la megamuestra MACRO emerge en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario. La exposición, que ocupa todos los pisos y rincones del museo, es una continuación de aquella "Zona Emergente" que realizara el Museo Castagnino en 2003, antes de la creación del MACRO. El curador en aquella instancia y actual curador del MACRO, Roberto Echen, convocó entonces a artistas emergentes, es decir, noveles o de escasa trayectoria. Uno de ellos, Adrián Villar Rojas, es hoy un artista reconocido y participa doblemente en este nuevo proyecto: como "curador emergente" de la muestra de Juan Manuel Hernández en el tercer piso y como artista con un chiste interno.
Ideado por él, el texto del flamígero graffiti en aerosol al estilo motoquero que sirve de portada en los vidrios de la planta baja dice, en vez de "MACRO emerge", "Zona Emergente 2", aludiendo a la continuidad con aquel evento precursor.
Hoy Echen redobla la apuesta. "Emerge todo el museo", sintetiza Mario Abalos, del Departamento de Comunicación Castagnino/Macro. "No sólo los artistas emergentes, sino que emerge Diseño, emerge Comunicación, emerge la tienda, emergen curadores y realizadores de textos". Respetándolos en su total libertad para expresarse, el museo abrió un espacio para autores jóvenes que tienen, en algunos casos, la oportunidad de mostrar por primera vez su trabajo. Y el MACRO huele a espíritu joven, parafraseando una canción de Nirvana: el diseño y el contenido de los textos tiene un gustito (por momentos levemente molesto) a chat o a fanzine, los chicos de Industrias psicodélicas transformaron la tienda en algo parecido a una casa de ropa vintage; pero por más underground que puedan resultar algunas de las propuestas, todo ha sido realizado con sumo profesionalismo.
Hay que destacar por ejemplo la cohesión que la muestra obtiene de un eje conceptual acuático y vegetal (ribereño, en suma) que la atraviesa en su totalidad. "Siempre se trata del agua", inicia Irina Garbatzky su texto de catálogo, donde señala la conexión entre la idea de "emerger" y lo sumergido. El texto, a cuatro manos, es un contrapunto con Magalí Piano, quien concluye hablando de "mensaje flotante". En los pisos 1, 2 y 4, la sección "Menú del día: camalotes en el macro" convoca bajo la consigna "Emerge Bellas Artes" a estudiantes de la Escuela de Bellas Artes de la UNR.
En esta sección se destaca por su sentido del humor "Divas en franela", de Laura Bonifasi, y por su sutil calidad estética la serie "On canvas" de Evangelina Cipriani. A través de una "pinturapintura" en pequeño formato, contraste mínimo y clave baja tendiente al negro, Cipriani ensombrece papeles de regalo, tramas industriales relacionadas con el festejo y el don. Un modo similar de lo siniestro aborda Angela Rios en "Sortija", instalación en resina, donde la sorpresa de la torta de bodas siluetea veladamente imágenes procedentes del campo de la pornografía. Otro tópico, la nostalgia de la infancia, es tratado con empatía por Diego Blasco en su instalación de pared "Music" y por Gonzalo Casalido en su serie de fotos "Historia de un sapito bravo, aquel verano de angustia y soledad en calle Laprida".
No es casual en este contexto la elección del motivo del sapo, animal anfibio. En el piso 7, cactus y lluvia son la paradoja poética que tensa el espacio de la obra en rizoma "Proyecto esqueleto", de Virginia Negri. Aquí también es fundamental el tema del don, o del potlach: todo comenzó con un cactus esqueleto que le regaló la madre a la artista. En la sala, casi íntegramente cubierta del recorte en vinilo verde de la estructura espinosa del cactus esqueleto, pueden verse obras de otros artistas, macetas con nombres, una heladera, y una animación que remite a la planta en cuestión y a la lluvia. "Copia a la naturaleza obsequiando entre sus amigos gajos del cactus que ella señala con el nombre de las personas a quienes están destinados. En tanto objeto amoroso, sus plantas tienen nombre y se multiplican", señala David Nahón en el que sin duda es el más redondo de todos los textos de la muestra. "Esta planta se reproduce rizomáticamente: por eso planté una a la entrada del museo para que quien quiera pueda llevarse un gajo", cuenta la artista, haciendo hincapié en el concepto de rizoma que rige todo su proyecto. Y explica que las obras expuestas de Leo Batistelli, Federico Leites, Pablo Jacobo, Javier Silva, Elvio Darchiesi, Constanza Alberione, Carolina Grimblat, Mariana Tellería y Cintia Carbone (todas centradas en lo vegetal, por presencia o ausencia) son "devoluciones" de estos amigos en respuesta al cactus recibidos. ¿Y las macetas? Contienen cactus nuevos que van a ir a casas de otros amigos, quienes a su vez donarán obra y así sucesivamente. ¿Y la heladera? Es el soporte de "Obra para refrigerador", una obra en serie para armar cuyos ejemplares se hallan en venta. Con los fragmentos, "gajos" también de la instalación mayor ofrecidos a modo de recuerdo (imanes como astillas, como espinas), cada comprador puede armar una obra propia y cambiante en su propia heladera.
En suma: se trata de lo vegetal como modelo de la construcción de redes sociales de afecto y la vida que fluye como savia a través de ellas, sin excluir otros modos de circulación como el económico. También apela al desdibujamiento de los límites entre arte y vida, pero ciñéndose a lo artificial (y a lo más artificial de todo, que es el funcionamiento de una institución) la obra "Un proyecto especial" de Cinthia Kampelmacher. Proveniente de Buenos Aires, Kampelmacher hizo varios viajes en el transcurso de un año para observar y estudiar la misteriosa sala 8, donde radica la administración del museo. Por último, como en uno de esos reality shows de MTV al estilo de Extreme Makeover (la comparación con lo televisivo es idea de quien esto escribe), la artista les organizó los archivos y subió los residuos de su operación a una instalación en forma de cinta de Moebius que puede visualizarse sólo fragmentariamente desde el piso 9, a través de los huecos entre ambos pisos. Debajo, se ve la oficina en funcionamiento. "Era importante la relación con el contexto. Me interesó poder conectar el espacio de exhibición con el espacio de producción de ideas del museo", dice Cinthia.
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