Lun 26.03.2007
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › "LA REINA" CON HELEN MIRREN, DIRIGIDA POR STEPHEN FREARS

Una mirada demasiado complaciente

El film se construye como una puesta en escena, por momentos ascética, que se ve cruzado por escenas de documentales de la época. De todas maneras, el director se ajusta a las reglas de respeto que siente por la figura de Isabel II.

› Por Emilio A. Bellon

La reina 8 puntos

Dirección: Stephen Frears

Guión: Peter Morgan

Fotografía: Alfonso Beato

Música: Alexandre Desplat

Intépretes: Helen Mirren, Michael Sheen, James Crowell, Sylvia Syms, Alex Jennings, Helen Mc Crory.

Duración: 100 minutos.

Salas de exhibición: Monumental, Showcase y Village.

Frente a cualquier observación apresurada sobre esa mirada en parte complaciente que el tan crítico director Stephen Frears ofrece sobre Isabel II, en este tan multipremiado film, el mismo realizador ya salido al cruce en varias oportunidades, afirmando, "así es como nos criaron a los ingleses". Y ciertamente, esto puede conectarse con uno de los parlamentos finales de la propia protagonista, una siempre hierática Helen Mirren, mientras realiza su paseo de trabajo junto a Tony Blair, el Primer Ministro: "He sido así durante toda mi vida".

Y es que el film del director de Relaciones peligrosas" (1989) no se propone de ninguna manera indagar en la anatomía del sistema monárquico inglés para descabezarlo. En tal caso, elige como epígrafe, lo que marcará todo el rumbo del film, una cita de la pieza teatral Enrique IV de William Shakespeare: "Inestable está la cabeza de quien sostiene la corona". Y es esta situación, la que no debe moverse de ese punto medio que toda una tradición y un mandato lo exigen, la que va retratando a partir de aquel trágico hecho ocurrido a fines de agosto del 97, meses después que Tony Blair triunfaba victoriosamente, con la esperanza, desde las bancas del laborismo inglés, de modernizar la política de su país. Pero claro está hoy Tony Blair es un claro aliado de las políticas genocidas de Bush y una figura que acaba de afirmar que la gestión de Margaret Thatcher, respecto del conflicto bélico de Malvinas, fue todo un acierto. En el film su propio protagonismo futuro está marcado desde un cierto tono profético.

Fue la muerte de la princesa Diana de Gales la que movilizó a la familia real a adoptar una respuesta estática, de silencio. Fue ese ostracismo el que llevó al que el propio Ministro se esforzará por salvar el buen nombre y la moral de esta familia, que se recluye, entonces, en su castillo de Balmoral, tratando de no escuchar, de no hacerse eco del dolor colectivo. Y en tal caso, ahí está la reina Madre, rol que asume la veterana Sylvia Syms con bastón en mano, esgrimiendo las viejas glorias del imperio para exorcizar las conductas censuradas de Diana.

El film de Stephen Frears se construye como una puesta en escena, por momentos ascética, que se ve cruzado por escenas de documentales de la época. Hay una mirada hacia fuera que la proporcionan los medios, casi siempre recaptada en plano general y otra interior, que marca la severidad y el rigor, el límite del gesto, ante la tragedia ocurrida. Se trata, ahora, de distraerse en los habituales rituales a la hora del té, siempre a las cinco, o bien de pensar en un divertimento de caza, como lo hacían los antepasados en los bosques cercanos, para los hijos de la difunta princesa Diana.

Y es aquí que el eje de una mujer se traslada a otra. De la que está ausente, mostrada a través de las ceremonias, de las ofrendas, de artistas y de todo un pueblo hasta el silencio que muerde ese clima del ámbito real. Los primeros planos que Stephen Frears le asigna a Helen Mirren, en esta composición que se ajusta física y hábilmente a su conducta, está igualmente ese juego de reglas de respeto que el propio director siente por esta figura. De ahí que cuando el estreno él mismo declarara, ampliando: "Entonces, algunos me han dicho después de verla: ¿así que te has vuelto monárquico?, o ¡qué película más republicana! Y es que ésta es una película como un espejo en el que la gente ve lo que quiere ver".

Si bien hemos hablado de tragedia, la muerte por accidente de Diana Spencer que lleva a que el mismo Elthon John compusiera una canción en su nombre, y los oficios que le siguen los días sucesivos, en ningún momento el film de Stephen Frears roza el melodrama. Por el contrario, todo el relato mantiene el tono que guarda relación por momentos simétrica, proporcionada, sin altibajos. En tal caso, y en relación con Isabel II, siemrpe cauta y medida hasta en su manera de preguntar, encontramos un momento en el que Frears descubre su sentir contenido, ahogado, que podrá guardar cierta relación con lo que le apunta a su retratista en la primera secuencia del film.

Ahora, en este momento, a campo abierto, Isabel II, a partir de un desperfecto técnico queda varada en un territorio alejado, atravesado por un pequeño río. Y allí, frente a ella, descubre a un majestuoso ciervo que la sorprende y la conmueve, que le hace tomar conciencia de su frágil existencia, de su magnífica belleza. Ante el ruido de la llegada de un grupo de hombres, lo espanta, trata de alejarlo del peligro de muerte. Hay un primer plano, nuevamente, entre tantos, en el que descubrimos casi una borrada lágrima en su tan imperturbable rostro.

Con una sutilísima ironía Stephen Frears se acerca a quienes rodean a la reina, pero es ella finalmente la que merece toda su admiración, casi, como el mismo confesara, "como tantos de mi generación, un vínculo freudiano". Su film anterior, Mrs. Henderson presenta tenía a Judi Dendh como protagonista, otra de las nominadas en la última entrega por su labor en Escándalo. Aquí es Helen Mirren, altiva, soberbia, protocolar, cauta, quien compone a esta figura que orienta esa tradición de todo un pueblo. Y Frears, en este sentido, sigue la luz de este crucero.

La mirada del director no se cierra sobre sí mismo. Y esto lo muestra en el mismo ceremonial que el mismo público le rinde a Diana. Será una niña quien le entregue una flor reservada, a la memoria de la princesa.

Desde nuestra perspectiva latinoamericana, ajena a estandartes reales y cambios de guardia, a ceremonias a la hora del té, pero sí proclives a dictadores populistas, La Reina es un film que nos lleva a otra de las formas de configuración del poder, de sus particulares relaciones, de sus nuevas estrategias para perpetuarse entre las formas tradicionales y los que anuncian que es hora de plantear ciertos cambios.

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