Lun 26.03.2007
rosario

CULTURA / ESPECTáCULOS › EL ESTRENO DE "MAS EXTRAÑO QUE LA FICCION"

El escritor y sus fantasmas

› Por Leandro Arteaga

Más extraño que la ficción 7 puntos

Dirección: Marc Forster.

Guión: Zach Helm.

Fotografía: Roberto Schaefer.

Intérpretes: Will Ferrell, Maggie Gylenhaal, Emma Thompson, Dustin Hoffmann, Queen Latifah, Tony Hale.

Duración: 113 minutos.

Salas: Monumental, Village, Showcase.

Harold (Will Ferrell) se levanta metódicamente. Cuenta el número de cepilladas de dientes de cada mañana. Anuda su corbata de modo correcto. Y sale a cobrar impuestos. A trabajar. Y lo silban y lo abuchean. Y su vida monótona descubre, de a poco, los hilos que la entretejen. Desde una voz en off. Omnisciente. Que desde la cornisa imaginaria de un escritorio y su máquina de escribir, pelea consigo misma para encontrar, por fin, la mejor manera de matarlo. Harold, inteligente, se sabe observado, espiado. Buscará, entonces, la posibilidad del cambio, del quiebre, del final alternativo.

La escritora (Emma Thompson), hundida en su búsqueda creadora y, casi, suicida, actúa como un voyeur todopoderoso. Teclea su máquina y escribe, con cada página, el destino de Harold, de su novela, de sus vidas. Pareciera establecerse, casi, una analogía terrible entre el desenlace demorado y traumático del libro, junto con la certeza de Harold de que, fatalmente, él habrá de morir. La angustia ante el final, ante la muerte, los corroe y los obliga a una asistencia personal. Psicológica en el caso de uno, literaria para el otro.

Pero lo que también ocurre es que, desde ese acto reflexivo, creativo, liberador, la situación cambia. Es posible de trastocar, de alterar. El amor irrumpe en Harold y hace trastabillar sus números inequívocos. Y le hace vivenciar cada momento como único. Ese vínculo amatorio que también, cómo no, se traduce en fricción entre el personaje y su creador, entre Harold y su narradora.

El final de Más extraño que la ficción provoca, tal vez, cierto desencanto. Lo más interesante es lo previo. El acto complejo de la creación, que tantos otros títulos nos referencia el cine, tales como Providence (1977, Alain Resnais), Los secretos de Harry (1997, Woody Allen) o El ladrón de orquídeas (2002, Spike Jonze). En todos ellos se tematiza no sólo el problema de la creación de ese mundo nuevo que es el libro, sino también la convivencia con sus habitantes, los personajes. El diálogo entre el escritor y sus fantasmas. Y de por medio, ineludiblemente, el final inexorable. Ése que, sabemos, nos puebla de angustia.

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