Lun 17.08.2009
rosario

CARTELERA › SIETE DIAS EN LA CIUDAD

Torpes rasgos autoritarios

Los inexplicables dichos del concejal de Arroyo Seco, Miguel Angel Coradini, siendo graves, no son lo peor. Los elogios que recibieron sus arengas para "darles cintazos" a los chicos que delinquen expresa un clima social que el Estado debería desarticular con políticas de fondo.

› Por Leo Ricciardino

El debate generado esta semana en torno a los dichos públicos del presidente del Concejo de Arroyo Seco, Miguel Angel Coradini, no es demasiado edificante porque -de hecho el edil ha demostrado ser un hombre incapaz de argumentar más allá de sus torpes rasgos autoritarios que lo llevaron a recomendar "molerle los huesos" a los menores que delinquen o es su defecto "darles cintazos". Lo grave de esta situación es, en realidad, la catarata de elogios que recogió Coradini en la comunidad de la que es concejal hace 16 años.

En efecto, quien escribe esta columna tuvo la oportunidad de debatir con Coradini por radio. El edil se mostró preocupado en todo momento por las "formas" en cómo expresó su combate contra el delito protagonizado por menores. Pero en realidad, lo menos preocupante son las formas porque aquí lo que realmente importa es el fondo de un pensamiento que se extiende mucho más allá de Coradini y que mezcla varias situaciones, frustraciones y hasta una ira contenida contra los sectores populares o de menores recursos a los que se les teme o se les odia -muchas veces por ser simplemente el espejo en el que los sectores medios no quieren verse reflejados.

No puede haber otra forma de decir lo que dijo Coradini. ¿Qué puede ser en lugar de "molerle los huesos", "quebrarselos", "apalearlos", "ser duros con esos pibes"? El fondo es siempre el mismo: Dejar de lado de parte del Estado cualquier intento de recuperación del menor que delinque, olvidar que muchas veces las razones de la acción de delictiva deviene del abandono del mismo Estado, y encargarse de una durísima represión como si eso lograra persuadir a los pibes chorros. A pibes que son capaces de perder la vida o de quitarla por 20 pesos. Eso es, además, de parte de un político mentirle a la gente. Jugar a la demagogia de señalar que el de la seguridad es un problema simple que se arregla en una semana moliéndole los huesos a los pibes.

A Coradini habrá que apercibirlo con las denuncias que correspondan ante el Inadi por sus dichos claramente discriminatorios, sancionarlo dentro del propio Partido Justicialista al que pertenece y también -si es que el resto de sus pares en el Concejo de Arroyo Seco lo cree así promover su remoción como miembro de ese cuerpo. Causales hay de sobra. Que no tema Coradini, nadie propondrá cintazos para él.

Pero volviendo al respaldo a los dichos o métodos del concejal para combatir la delincuencia, es necesario entender de parte del Estado que se debe caminar a mejor ritmo hacia las reformas que hacen falta. No el endurecimiento de las penas o la baja de la edad para imputabilidad; sino esos proyectos más profundos que dan vueltas por el Congreso de la Nación y que impulsan reformas que tienen que ver con dejar de lado el régimen de patronato de los jueces de menores para posibilitar que los menores tengan derecho a la defensa en juicio y que pueden ser alojados en sitios especiales que habrá que construir y que habrá que vigilar con personal altamente capacitado.

Hasta que eso no suceda y se muestre la eficacia de estos nuevos sistemas, vastos sectores de la sociedad víctimas de la delincuencia seguirán creyendo en las recetas mágicas. En mentiras que vierten mal intencionados en busca de votos y en rimbombantes recetas descriptas por fachos de pueblo de poca monta.

Siempre surge en estos casos el ejemplo de café que pregunta ¿Qué harías vos si entran a tu casa y le apuntan a tu hijo con un revolver y vos tenés la posibilidad de matar a ese tipo? Primero que nadie tiene una respuesta de laboratorio ante tal situación y segundo, es importante recordar una frase de Umberto Eco que contesta en estos casos: "Yo probablemente mataría al tipo sin piedad, pero yo no soy el Estado". Y de eso se trata. Este es un país que ya pasó por las consecuencias de un Estado que asesinó sin piedad, nadie en su sano juicio querría repetir esa etapa negra de la Argentina. Se entiende la desesperación, la sensación de desprotección, el reclamo al Estado por un servicio de seguridad y de justicia más eficiente. Pero lo único que no puede entenderse ni apoyar son las soluciones mágicas, porque se saben que no existen, porque son de un altísimo costo y porque resultan siempre un fracaso peor de lo que quiso enmendarse.

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