CONTRATAPA
› Por Eugenio Previgliano *
Hoy no escribo sobre rugby porque estamos con Claudia María sentados en un cabaretito de Montmartre donde un coloradito toca Chatanooga Choo Choo mucho mejor que mi papá en un pianito inglés, y como además venimos de dos terribles derrotas, una de Francia y otra de los Pumas, no está mi espíritu como para seguir hablando de rugby.
Hagamos dice Claudia María una pequeña guía para el viajero en París, pero yo me distraigo escuchando al coloradito y mientras Claudia María come su crepa de banana y chocolate, yo sigo escribiendo en la notebook estas frases, leves, sueltas, deshilvanadas y pasajeras.
Podemos por ejemplo sigue ella diciendo recomendar a esos chinos del Bv. Barbes donde comimos pollo Kon Pau, vimos pasar los autos más caros que pasaron a nuestro lado desde que nos conocimos y volcamos sobre el plato de melanina un poco de coca cola mientras sonreíamos completa con una sonrisa que a mí me pareció de cierta complicidad pero también me terminó resultando un poco frú frú.
Afuera, como es costumbre, llueve y está nublado, pero se nota que han mermado los supporteurs del rugby: no se ven neocelandeces cerveza en mano, son cada vez menos los sudafricanos que caminan por Montmarte y si no fuera por mi oído avisado, es posible que ni siquiera se notaran los argentinos rugbisticos que son lo único del ambiente que nos remite hoy al mundial.
No me alcanza para decir que la copa del mundo ya ha pasado, pero después de haberse instituido una especie de duelo nacional por la derrota de los bleues, de haber renunciado Bernard Laporte y haberse reinstalado en la portada de los medios la clasificación de la UEFA y las carreras de F1, el entusiasmo por el rugby no es el mismo de antes. Yo, sin embargo, ando con una pulserita que dice que amo el rugby en la muñeca izquierda y confío en que la cintita, que se parece a las del Sr. de Bombin, me ayude a que los Pumas ganen contra Francia y que además yo pueda salir ileso de la reunión pública donde espero poder ver el partido.
Podríamos retoma Claudia María exponer nuestras impresiones sobre aquellos chinos de Bobourg que ofrecían una fórmula de cena a diez euros combinando diversos platos orientales, pero yo no creo que esto sea oportuno justo ahora que el coloradito engancha con Summertime y yo pido mi segunda vuelta de sidra suelta sin dejar de mirar en Claudia Maria su sonrisa intimista y sus rasgos gitanos.
¿Es posible que le arrebatemos la petite final y el tercer lugar de la copa del mundo a los dueños de casa? La sensación general de los hinchas en la barra de los bistrós que he visitado en esta última semana es que los franceses están absolutamente terminados y el interés por la pequeña final donde se disputará el tercer y cuarto lugar no es el que ha habido por los partidos anteriores, pero me da la impresión de que, a pesar del gran respeto que se profesa por los pumas, sobre todo por su actitud, que incluso muchos medios señalan como digna de ser imitada especialmente por los franceses, que han de alguna manera abandonado la actitud típica del rugby para tomar en la última semana una especie de aislamiento más parecida a las estrellas del futbol que al espíritu de equipo del rugby.
Hagamos insiste Claudia Maria un resumen de lo ocurrido en ese boliche turco donde comimos esa Tagine que a vos te cayó tan bien, pero yo no le hago caso, no la sigo, no le copio la idea, no le concedo, porque ya me estoy levantando, porque el pianista colorado terminó con su recital y deseo sinceramente tocar un poquitito para ella y su sonrisa gitana.
* Con la colaboración de Claudia María.
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