CONTRATAPA
› Por Luis Novaresio *
Uno: dicen que alguien le preguntó a alguien cuál es el camino para encontrarle el sentido a la vida. Vino Moisés y dijo: es por acá. Luego vino Cristo y dijo: no, es por allá. Más tarde vino Mahoma y corrigió: es por este otro lado más allá. Vino Freud y dijo: están todos equivocados. Es definitivamente por aquí. Finalmente vino Einstein y dijo: todo es relativo.
Dos: En sordina. Como con el pedal de la izquierda del piano, si es que alguna vez tocaste el piano. Para Elisa, María Luisa a cuatro manos y, por supuesto, el Hannon, ese sistema que parece la tabla del siete que intenta que tus dedos se destraben. Vos, cuando aprendías a tocar el piano, te tentabas de asomarte hasta los pedales de esa caja de madera negra y acelerabas con el derecho. El pedal del "forte". Sonido brillante, más estruendoso, luminoso. El pedal de los egocéntricos, te dijo la señorita Irma. Pero a los cinco años, para vos, era como un yo señor, no señor, será el gran bonete. El pedal del medio nunca funcionaba y el de la izquierda era el que hacía lo contrario. Mitigar, apagar, casi silenciar las teclas blancas y la negras de sostenidos y bemoles. Ahora te reís. Y me decís. La derecha resuena. La izquierda, claro, como no podía ser de otra manera, apaga. Estruendo a diestra, silencio a siniestra. En fin. Tenías cinco, te recuerdo.
En sordina pensás que hemos llegado otra vez al fin. Lo que es muy loco. Como si alguien pudiera pensar en un verdadero principio. Te advierto que no estoy en vena para razonamientos pesimistas ni mucho menos para balances oscuros. Pero te veo inevitable. Lanzado por la inercia existencial no resistís contarme que llega el 31 y tu cuerpo mismo se arquea con ganas de pensarte en perspectiva. Balances. Termina el año. ¿Quién te lo dijo? ¿Cómo que hay un fin de algo? Mi amigo te voy a decir, me querés recitar de memoria, que el tiempo es la tardanza de lo que está por venir. Y si el hombre lo divide, sólo lo hace a mi entender, pa' saber cuánto ha vivido o le resta por vivir. Y lo recordaste. Al menos me ahorraste el bendito aquí me pongo a cantar. No es poco. Qué oscuro deseo atrae el fin de algo, cuando en realidad no hemos podido entender nuestro principio.
Llegar al sitio de un fin arbitrario, pensar en el incierto comienzo que no se detiene, lloro alegremente que no haya podido detenerte. Querés hacer un balance. Y no hay modo.
Tres: Leo. Te busco el origen. Quizá sea con las ganas de ver el porqué del final. El calendario nace de la reforma del Papa Gregorio para llevar a la práctica uno de los acuerdos del concilio de Trento: el de ajustar el calendario para eliminar el desfase producido desde un concilio anterior, el de Nicea de 325, en el que se había fijado el momento astral en que debía celebrarse la Pascua y, en relación con ésta, las demás fiestas religiosas móviles. En el concilio de Nicea se determinó que se conmemorase la Pascua el domingo siguiente al plenilunio posterior al equinoccio de primavera (en el hemisferio norte; equinoccio de otoño en el hemisferio sur). Aquel año 325 el equinoccio había ocurrido el día 21 de marzo, pero con el paso del tiempo la fecha del evento se había ido adelantando hasta el punto de que en 1582, el desfase era ya de 10 días, y el equinoccio se fechó el 11 de marzo. No te entiendo. Según la reforma el día es la unidad fundamental de tiempo del calendario gregoriano. Un día equivale aproximadamente a 86.400 segundos del Tiempo Atómico Internacional. El viejo calendario atrasaba, no sé cómo decírtelo, diez días en pocos años. El mundo avanzaba y tu tiempo, el mío, se retrasaba.
El calendario, sigo leyendo en Internet, se adoptó en 1582 inmediatamente en los países donde la Iglesia Católica tenía influencia. Sin embargo, en países que no seguían la doctrina católica, tales como los protestantes, ortodoxos, y otros, este calendario no se implantó hasta varios años o siglos después. A pesar de que en sus países el calendario gregoriano es el oficial las iglesias ortodoxas excepto la de Finlandia siguen utilizando el calendario juliano o modificaciones de él diferentes al calendario gregoriano.
¿Vos te quejás de que hoy te quitaron una hora? En 1584, en Chequia, el martes 17 de enero de 1584 vino después del lunes 6 de enero. En Suiza, el domingo 22 de enero vino después del 11 de enero. En Canadá, desde 1605 al 13 de octubre de 1710, usaron el calendario gregoriano. Después usaron el juliano desde el 2 de octubre de 1710 hasta el miércoles 2 de septiembre de 1752, que fue seguido por el jueves 14 de septiembre. Desde entonces usaron el gregoriano.
Cuatro: ¿Qué cosa es el tiempo que empuja tu balance? Silencio ¿Tenés ganas de filosofía?, quiero preguntarte. Y sin necesidad, me respondés. O acaso no es cierto que un domingo como el de hoy, sentado con tu diario en el sillón que reconocés como sólo tuyo, ponés la vista en el diario para disimular y el papel de noticias te sirve de excusa para dejarte ir por los meandros de tus ganas de pensarte a la luz del año. Vos sabés, como yo, que tu pose de hombre moderno que proclama evitar los debe y haber de las cuentas existenciales, es un tímido congénere que cae, a escondidas, en el mismo vicio que el que reza un padre nuestro en su propio lecho de enfermo. Con cargo de conciencia, es cierto. Con duda de no haber sido demasiado intransigente antes, puede ser. Pero es.
Aprendí, me dijiste, que el balance del pasado es tuerto si no deja la ventana abierta de lo que está por venir. Que pensarte el pretérito, aún cuando lo conjugues en el tiempo perfecto, lastima. Sí: incluso la felicidad vivida, lastima. No es otra cosa, dijo el más grande de las letras españolas, que un paraíso perdido. Paraíso. Pero perdido. No te lo olvides.
¿Y entonces? Que el capricho de un Papa o la arbitrariedad del átomo que mide la tierra rotatoria son menos importantes que su aliento. Nada se compara con lo que sentís de adentro hacia afuera. Y nunca al revés. Que si es cierto que hay sidra, piñones, nueces y pan dulce que exageran, hay un momento en estas horas que deben ser propias tuyas para saber cuál es el camino que has elegido para correr. Porque estás corriendo. ¿Sirve que te pregunte hacia dónde? Claro que sirve. No por sádico instinto de golpear la espalda, el pasado, sino por noble deseo de que veas que todavía hay mucho sendero para gastar suelas. Hay mucho. Y mucho, según el calendario que vos quieras. El del segundo del plenilunio, el del átomo enloquecido o el del mismo segundo que vos quieras desearte. Amigo, me dijiste. Quiero que este balance que con inevitable convicción vas a hacer sirva para que sepas que hay más. Posibilidades. Más. De lo que quieras. Más. Nada menos.
Cinco: Y entonces fue Mafalda. Como siempre. Ella, la mejor. Piensa en desear felicidad para todos. Y ella misma sabe que es imposible. Piensa entonces en desear recompensa para los esfuerzos de todos. Y Manolito se ríe. Quiere paz en el mundo. Felipe le recuerda nuestro mundo. Amor para el prójimo. Se carcajea Susanita. ¿Que las utopías sean posibles? Libertad la mira. Entonces Mafalda te desea. A vos. Y a vos, lector. Que todas las buenas personas tengan toda la fuerza y den lo mejor de sí mismos el año próximo sin importarles que las recompensen por sus esfuerzos para trabajar por un mundo mejor en el que la paz sea posible con Justicia y Equidad y en el que sobren las utopías aunque sean imposibles.
Sea.
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