Vie 04.01.2008
rosario

CONTRATAPA

EL QUINTO ELEMENTO

› Por Adrián Abonizio

Los militares fueron devorados por la turba salada, un cachito de tierra, un peñón tan valioso como los mejores campos de siembra, un riñón, un pedazo de carne nuestra, tierra, tierra de patria olvidada, la del sur a la que mandaron a defender con pibitos convertidos en pichones de tiro, suicidas a la fuerza. La tierra mezclada con la piedra sepultó a nuestros muertos y las almas hediondas de quienes propiciaron la guerra más cobarde de todas: terminó con ellos y se comió a la dictadura.En las tribunas argentinas se cantaba aquello de !"El que no salta es un ingles!".El elemento tierra bajo el césped de las canchas, en los párpados hechizados de muerte de los soldaditos.

Un disparo, una flecha de aire propulsado a gatillo certero derrumbó el helicóptero en que viajaba Carlitos Menem Jr. Su papá lo lloró como cualquier padre, estuvo en las exequias, se proveyó de una máscara adecuada y tuvo el gesto taciturno de irse de ahí también en helicóptero saludando con los pulgares en alto, hacia arriba hacia el cielo en un gesto patético de triunfalismo.

El viento viciado de filicidio, crimen y castigo desde ese día, empezó a carcomerlo en vida.A la semana jugó un partido con el equipo de la Casa Rosada, donde, siempre, ineludiblemente el Presidente convertía un tanto.Esa tarde fue de penal. El elemento aire y la pelota infecta en la red de la mortaja sobre un muerto insepulto.

Ahora luce un poco encorvado, pero Aníbal Ibarra supo tener un porte íntegro,un renegrido cabello a lo emperador romano. Era simpático y entrador con las damas. Nunca cargó con un juicio escandaloso de fraude, sus funcionarios no participaron de enjuagues conocidos y caminaba rotundo y ganador, hacia una continuidad en el poder. No miró, no supo, no quiso, quizás nunca advirtió que el peligro de su condena radicaba en el calor de volcán, en la furia de las llamas que ardieron en los cuerpos de las víctimas de Cromagnon. El fuego lo condenó, lo echó de su trono y quizás lo haya chamuscado de herida mortal para siempre.Los chicos ululaban, antes de su combustión canciones de cancha. El elemento fuego en las gargantas, literalmente luego.

Carlos Reuttemann siempre fue un galán atípico para el modelo criollo: dientes perfectos, aire taciturno, buena percha y una rápida subida en la pirámide política. Lo que desperdició en las pistas y la gloria que alcanzó a rozarlo, se hizo real, cercana en la hondura de los ministerios, en las sobremesa de café, donde hasta se dió el lujo de arbitrar ese monstruo llamado peronismo. Pero la desidia,el olvido, la impericia para el manejo y porque no la creencia exagerada en sus fuerzas y en su estrella lo perdieron. Tuvo un exceso de confianza que llegaría raudo al final con los brazos en alto.No construyó defensas. No tuvo presente la foto de cuando olvidaron recargar los tanques y sus mecánicos inadvertidamente lo traicionaron. En Santa Fe, el 29 de abril del 2003 el agua entró por una defensa inconclusa y sepultó a 139 personas. La gente perdió la vida, él y sus allegados el reino por segunda vez: antes por iliquidez en sus tanques de combustible, ahora por exceso de líquido. El elemento líquido, el agua más rotundamente,le asfixió su pericia de piloto de tormentas. Ese mismo año Unión se estaba yendo a la B y la popular de Central le coreaba el tema de los Paralamas "Inundados".

Los cuatro elementos, que no son gente, que son poderosos castigan en ocasiones más que la ley .Ellos son, parece ser, la más auténtica verdad y la más silvestre de las justicias. El quinto elemento, en este caso el fútbol, es solo un testigo, víctima y victimario de la historia.

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