CONTRATAPA
› Por Sonia Catela
Ella borda cuando borda o mientras bate el cotidiano budín de pan, lee el diario o la navego bajo mi casco filoso que la surca maritalmente, borda cuadraditos con hilos de colores, borda letras sueltas en sobras de lienzo que le da una modista de calle Alem, quien en el almacén se ha quejado de perder mucho tiempo atendiendo a mi mujer sin compensación económica alguna y sin que ésta le devuelva con detalles íntimos o chismes que valgan la pena, el trabajo de atenderla, "¿para qué hacés eso, Olivia? ¿para qué bordás letras?", "cosa mía"; en la verdulería, mientras don Catanzaro intenta robarle algunos gramos en la balanza Olivia borda y reclama "faltan cincuenta, don Catanzaro" haciéndote morir de vergüenza, "las mujeres..." sacás disculpas y te encogés medio metro por una tacañería de gramos, borda en tanto la Cravero le lava el cabello en esas palanganas inclinadas propias de las peluquerías de mujeres, borda algunas mayúsculas, las más minúsculas, ciertas llevan acentos, otras pocas diéresis, "¿nos prestás los retazos para jugar al ahorcado?" Olivia los guarda bajo llave en un baúl que acompañó a mi padre desde que zarpó el barco que lo traía de Ancona, luego en el hotel de Inmigrantes, finalmente en el dormitorio donde nací, así que, por genealogía, me concede algún derecho sobre los paños bordados cuando los necesito para entretenerme con mis amigos pero Olivia no cede, "qué manía", protesto, "nada de manía" replica como si anduviera investigando la curación de la osteoporosis, hembra tonta que seguramente fabricará cuadritos con frases cursis y se da aires de manejar secretos de Estado; aunque me encargo de que no desatienda sus obligaciones Olivia sigue. "¿Con qué propósito?", "cosa mía"; lleva en esto los últimos dos años de matrimonio que flamean en la bandera más vergonzosa que pueda cruzarse ante gente educada, bandera de cuadrados perfectos medidos a regla y que interpela a terceros con mi nombre en primer plano, bandera que pende del segundo piso de la fachada del edificio contiguo al de "La Comercial Aseguradora" donde trabajo, y que revela... Hay cosas que pasan en una casa y no deben ventilarse en público y si uno tiene la mano larga y se le suelta de vez en cuando tampoco es para que lo conviertan en enemigo público número uno filmado por los del Canal 8 a la pesca del chivo emisario del día, violento golpeador ¿yo? la zamarreo un poco: "conque te convertiste en justiciera por cuenta propia, Olivia", mastico la bronca con ganas de darle un buen revés, "no te me acerques", borda letras, borda "pero ¿para qué seguís? ¿o no hiciste suficiente daño?, "no me toqués", Olivia piquetera, "así que le di el apellido a una piquetera", "si vos los decís", en el café no hallo sino solidaridad de los muchachos "te deschavó con nombre y huellas dactilares", joroban, "si fuera mi mujer le rompo el alma", alardea Octavio, "pero el pobre no puede, ¿no ves que la otra lo escracha?", "vas a terminar en que cuando tu señora salga de paseo, te lleve a vos adentro de su bolsita de mandados", aguanto y aguanto luego de que el jefe me pusiera sobre aviso "esto es mala publicidad para la empresa, Lorenzo, cuidado, la imagen", borda y borda quién sabe con qué intenciones, letras prolijas y adobaditas, "¿por qué no usás aerosol, infradotada?", "cosa mía"; espero el instante adecuado para sacarle las ganas porque es la bandera que coloca en el zoológico que hay que liberar a los animales y ella y otras locas espontáneas meten mano en jaulas y arman un revuelo que debo salir de mi casa a las siete y volver de noche para no enfrentar el sarcasmo de los vecinos, ando de mano quieta, refrenando, mientras aparece otra colega de su mismo manicomio con los ojos en compota y moretones en los brazos que se incorpora al club de bordadoras para realizar sus actividades sociales de colgar banderas, con nombres de culpables e incidentes suscitados, en mástiles de comisarías, cruces de calles, iglesias, y nada de que pasen inadvertidas; creo que a Olivia la han entrevistado tres radios y llegó a estar demorada cuatro horas en una seccional por sus actividades insurgentes, lo que debimos ocultárselo a mi madre mintiéndole que el nombre en danza era un sosias del de su nuera, nada que ver, mamá, tomá tu pastilla para el corazón. La voy a frenar a esta cretina, tengo un plan, la acecho de noche en este descampado, con un pasamontañas negro y le doy un merecido que la escarmentará para toda la eternidad por más que chille y amenace y a las nueve no llega a casa; arrastrándose, entra a las diez, la atiendo con cortesía, la ayudo a vendarse "¿no querés hacer la denuncia?", "ya pasé por la comisaría; pero no hay testigos" dice ella amansada y un día amansada y dos y a la tercera noche me despierto por la pesadilla que acabo de tener, Olivia bordándome en carne viva acusaciones y epítetos, bordaditos dolorosos en la cara, letras mayores en los brazos, la garganta, inmovilizado por algún sedante o veneno que me ha puesto en la sopa de verduras que le toca cocinar los viernes, son mis gritos pelados porque me desfigura y me planta el espejo para que vaya observando cómo progresa su obra, pero no es una pesadilla sino realidad, me deforma y cuando me precipito a cobrarle el desatino, me frena: "La otra noche, antes de venir a casa, pasé por la comisaría, dejé cabellos que le arranqué al agresor, me tomaron muestras de saliva del escupitajo que él me lanzó al cuello, ADN, cuestión de comparar hacé tus valijas". Las hago.
No sé si Olivia siguió bordando porque nunca me vuelve a ver y nunca la vuelvo a ver. Antes de prender la tele por la noche, abro mi cajita de costura, saco hilos de diferentes colores, las agujas, el lienzo y bordo; bordo "maldita", "bruja", "cretina", aunque en ocasiones vea relampaguear sobre los paños un reiterado e impronunciable "perdoname".
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