CONTRATAPA
› Por Adrián Abonizio
A trepó el pontón de madera y una vez que sus piernas estuvieron firmes en la zona de lanzamiento, desplegó la caña y sobre un paño de cuero se puso a armar. B, que llegó detrás arrojando humo como una chimenea, arrojó las llaves del auto cerca y repitió la escena. Había traído gusanos de carnada y estaba exultante. -Si no prenden con esto que no valga! -Lo que te habrá costado conseguirlos, no hay en este año! Replicó A. -Y sí...se dió aires B, pero hay que caminar: esto es un acertijo como los penales. -Uf, resopló A, no me hablés de eso. Por suerte todavía nosotros no pateamos ninguno... tengo miedo que nos den uno por temor a errarlo! B rió y recordó los de su bando con piedad. Luego se subió mejor los pantalones pescadores, los anudó mejor y efectuó el tiro. A repitió el gesto y cuando sintió la plomada entrar al agua encendió el primer cigarrillo. B hizo lo mismo. Retomó una charla inconclusa que venían trayendo desde el auto "....como te decía, la familia no entiende esto del fútbol, che. A mi me pasa que a veces me tengo que ir hasta el bar por el quilombo que hay en la casa: a los chicos no les importa un carajo y a los demás, que tendrían que dar el ejemplo, menos todavía. Con decirte que el viernes en lo mejor del partido me llaman a comer. ¿Lo podés creer? "¡A comer!", oigo a la pelotuda de mi suegra con una vocecita como si no estuviese pasando nada en el mundo. A resopló aprobando la escena. -Es terrible. Yo les tengo dicho a todos: al que me interrumpe le tiro con lo primero que encuentro. Los tengo medio asustados, porque la otra vez le partí la cabeza de un zapatazo al Claudio, pero no vayas a creer que se me respeta. ¡Y en nuestra propia casa! -En la propia cara, ratificó A. Un barco trajo un oleaje turbio y alto que golpeteó sobre las maderas viejas. Es una lucha, continuó B que lucía un enquiste particular. - La otra noche cenamos y el partido era a las 21,10. Ya los había chamuyado. ¿Sabes que se le ocurre a la Yani? ¡Mirar el Canal Volver porque daban una de cuando Darín y Calvo eran jóvenes! Y se plantó delante, con el control pegado con la gotita al dedo. ¡El soplamocos que le puse todavía le está doliendo a la mocosa forra! Competir conmigo, tratar de impedirme ver el partido justo a mi, que me deslomé para tener el pantalla líquida para junar mejor el fútbol, y esta chiruza que me sale con un martes 13! - Hay que fajarlas y dejarlas bajo la ducha y encima que después no salgan por quince días, sentenció A, grave la voz. -Son unas guachas, no sé porque no aprenden el respeto a los padres. ¡Ni parecidas salen! Un silencio cargado de bronca y malhumor retrospectivo se apoderó de A y de B. Llegaron otros pescadores. Saludaron con la mano. A discurría del compromiso de ponerse la camiseta de su divisa. -Hay que tener huevos, che, y salir a matar o morir. Y... se especula mucho, alargó B, aplacando a A, "pero ambos estamos al horno...un partido perdido y nos hundimos. Por eso se juega con miedo". B interrumpió con un grito. -¡Y por eso se lesionan tanto los jugadores! Juegan cagados por el promedio o porque los reemplazan o porque no les garpan. Ese es el fútbol de nuestra ciudad: ladrones de gallinas, especuladores, sucios y culorrotos! -Obvio, aprobó A y deslizó, masticando hiel "..ah, si pudiera encontrarme cara a cara con algún dirigente, te juro que les hago los huevos fritos, les hago!
La caña de A se inclinó con un cabezazo leve. Tomó el objeto y mirando a B mientras recogía culminó con un "Son todos unos putos, eso son". En el silencio que sobrevino luego se pudo advertir el engranaje delicado del reel que oficiaba de cimbel para la esperanza de captura. -Nada, no viene nada, se soltó, apresuró A. Y por unos minutos solo fue el murmullo del agua y el deslizarse de las manecillas del aparato. -"Por fin un poco de silencio" se oyó en la otra punta: la queja, suave, fue emitida por parte de uno de los pescadores viejos, esos existencialistas que solo arman y pescan sin emitir sonido alguno. A y B miraron el extremo de la tanza: un armado chancho insignificante balanceándose sin dignidad en la punta. -Bueno, ¡es la hora de los boludos! Gritó B para lo escuchara el que había hablado, mientras tiraba al agua el pescado. -Los que son callados deben ser bastante pollerudos en sus casitas, dijo A, provocándolos. B acotó: -Y cornudos. Los de la punta miraron sin creer en lo que veían y escuchaban. A y B rieron burlándose de los jovatos y les hicieron la seña del miedo, abriendo y cerrando los cinco dedos de la mano. Volvieron a armar y tirar bastantes veces, siempre estridentes, discurriendo sobre el fútbol. Los viejos movieron las cabezas como quien condena algo sin arreglo. Una luna difusa apareció en lo alto. -Cagamos, confirmó A. Luna con círculo, lluvia segura. -Y mañana estamos de locales y tenemos jugadores pesados. -Le dieron 2 fechas al 9 de Argentinos, el grandote, eso va a favor. -Si, pero el 2 nuestro está con tendinitis, replicó. Que cagada, solidarizó A. Una verdadera cagada, cerró B, mientras desarmaban, limpiaban de carnada la zona y pasaban cerca de los viejitos. -Chau, viejitos maricas, deslizó B. Las risas se prolongaron hasta que A encendió el motor y condujo a B hasta la puerta de su casa. -Metele que juega Arsenal, a ver si agarro el segundo tiempo. Huy, tenés razón advirtió B. -Si no fuese por el fútbol la vida sería una mierda, ¿no ? alargó A mirando a B antes de cerrar la puerta y despedirse. Se besaron en las mejillas, fue un instante emotivo: una amistad pujante, cuyos extremos de color de bando son opuestos unida por la pasión de la redonda no se logra fácilmente.
-Chau Alicia, hasta mañana, murmuró B.-Chau, Beatriz, le contestó A.
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