CONTRATAPA
› Por Por Paul Citraro *
Un día en la vida. Nietszche martillando la eternidad del Zaratustra. Descifrando la inmortalidad como una gran paradoja. Un malentendido que los hombres llevamos en algún bolsillo. Concretamente, un plazo corto como una canción. Mientras, los Beatles pintan cuadros de sonido en los estudios de Abbey Road, Paul Mc Cartney, solitario en un rincón, escucha en los auriculares Lucio Berio. Muhammad Alí, quien ya no es Cassius Marcellus Clay, ha decidido ser un musulmán contra la eternidad que le impone el sueño americano. Camina a paso kantiano y define la cartografía de esa patria chica, el barrio. Saluda. En lo alto, la mano hacia Jim Lowell y exhala el aliento cerrado; As salam laikum, las palabras de paz. Lowell también espera por la eternidad, la imagina con pies de plomo sobre la luna a bordo del Apollo XI. Por ahora, lo hace en un Corvette 247 y 390 caballos de fuerza, que dejan huellas en caucho sobre el cemento caliente del pavimento. No piensa como Tristán Tzara, debajo de este pavimento está la playa, pero la acción es casi la misma. Dadaísta, ilusa y descarriada. Como una alegoría de la caverna que no tendría a Sísifo feliz, ni a Joe Frazier sonriéndole amablemente con guantes de 10 onzas. Pero andaría por ahí nomás. Y no puede borrar del pensamiento que, los pasos lentos, están cerca. Y vuelve a prepotear el acelerador de la máquina. Alí, también los extraña. Ruega plegarias al dios de vestimentas blancas poder volver a ver rendido a sus pies la humanidad de Sonny Liston o al próximo que se desplomará sobre la lona del Madison. Le asfixia la conciencia estar lejos del instante fatal. Quiere volver a ser Epeus y gritar ¡Soy el más grande! ¡Soy el mejor de todos! Mientras, observa cada rincón de la celda con lucidez de geómetra y certeza matemática. Ha llegado a lo profundo del corazón humano y alcanzó, naturalmente, eso que a falta de un nombre mejor conocemos como el infierno. Le importa poco el castigo que ha recibido sin apelaciones, tampoco las Fuerzas Armadas o matar simios en Vietnam. Reivindica el sueño de la razón y a los antiguos. Todo el tiempo. Daría todo, todo, belleza, juventud y aceptaría este momento de madurez como un principio inevitable de la vejez por ser, solo una vez más, el depósito contemporáneo de Epeus. Volver a La Ilíada y postularse el primero ante la propuesta de Aquiles por el match de boxeo. Lanzar la frasecita megalómana del personaje literario de Homero en tono arcaico íA los golpes me convierto en el mejor! íEl victorioso indudable soy yo! En primera fila, la niña con cara de ángel prerrafaelista, asiente algo asustada, antes o después del fin. No importa. Un par de milenios no vienen al caso. Es otra forma de inmortalidad que no sea una canción. Algo aturdidos, Lennon y Mc Cartney están pronto a convertirse en los nuevos Hansel y Gretel, pero retardados. Finalmente fueron más que dos tipos compartiendo la firma, la demencia creativa, el sol las sombras y los porros. Deciden sin saber precisamente, cómo se construye un puente con la eternidad. Están en medio del desquiciamiento sonoro del que emerge como elemento sobreviviente una de las más extraordinarias mitologías del día. De, un día en la vida. John, mordaz y crítico, también es un adepto a los contornos membretados del apocalipsis. Piensa un final posible para la canción que debería sonar como el fin del mundo. El acorde simultáneo en tres pianos de cola, expandiendo el tiempo con los rústicos medios de entonces. El estremecimiento como una reverberación que desaparece gradualmente y parece cerrar definitivamente "Un día en la vida". Nada puede ser igual después del mixdown de la vuelta de Alí soportando el embate de Frazier contra las cuerdas. Dejaron de ser dos negros pegándose solamente por cinco millones de dólares. No saben de la relación abierta y erótica que despierta el dinero. Ni comprenden la abstracción que significa un billete a modo de canuto. Para Ali, es simplemente el fin de un largo camino lleno de humillaciones. ¿Será la eternidad una de las formas más crueles de la esperanza? Piensa. Piensa Alí mientras le ajustan las vendas a las manos que sacudirán por segunda vez a la historia. Sabe que tiene que dar una lección de fe, de dignidad, de vida. Mostrar lo que es capaz un hombre lleno de grandeza y miseria. Al culo del mundo, un joven rosarino, compone una canción en medio de un fárrago de objetos inútiles que nada tienen que ver con los elementos creativos alrededor de la canción. Por un instante, se siente satisfecho y mira la jungla de cemento aun fresquita. De inmediato, el back out de la angustia le pisotea el boceto, resignificando el sentido concreto de las cosas. Entre "La Balsa" y "Un día en la vida" no se trata de unos pocos meses de distancia. Hay una eternidad.
* Productor, crítico musical y boxeador amateur
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