CONTRATAPA
› Por Chiqui Di Paolo
En los '80 había una película "Mirta de Liniers a Estambul".
En los '80, digo, donde se ve que las Mirtas estaban de moda porque había también una canción, "De regreso, Mirta", se llamaba.
Ahora ya nadie se llama Mirta.
Había una película, decía, "Mirta de Liniers a .......", en la que Mirta, la chica de Liniers terminaba (no recuerdo si feliz) enredada en los pantalones de un turco, por supuesto en Estambul por esas cosas que teníamos las chicas ochentosas de andar por ahí siguiendo a nuestros hombres.
No sé bien cuál era la historia, sí recuerdo que la película hablaba de las vueltas de la vida y de cómo, años mediante y acaso algo de destino; una noche te acostaste con Rodolfo en Liniers y a la mañana siguiente te levantaste con Roberto en Estambul.
La vida te da sorpresas, decía otra canción casi por esa misma época.
En los '80 también y casi al mismo tiempo que Mirta, yo, digamos que me llamo Mirta (y ya pueden calcular mi edad, porque ya nadie se llama Mirta) también me subí a un avión digamos en Caracas para aterrizar en Holanda y terminar en Roma, por motivos, supongo yo, de lo más parecidos a los de Mirta...la de Liniers, no la de la canción.
Es decir me fui por ahí siguiendo a un hombre.
Que fue de la vida de Mirta, ni la más puta, idea digo.
Y suerte que no lo sé, que las segundas partes nunca fueron buenas, así que no creo sea necesario filmar Mirta de Estambul a Liniers, además porque no suena tan romántico como de Liniers a Estambul.
Pero como las Mirtas no son todas iguales, en el otro rincón estaba la otra Mirta, la desalmada, la que no sólo no lo había acompañado sino que ni siquiera lo supo esperar.
Y como si fuera poca perrada lo que hizo, no se tomó la mínima molestia de sacar los zapatos de abajo de la cama.
Y pasó lo que tenía que pasar: Rodolfo regresó y vio los zapatos de Roberto. Mala Mirta, muy mala. La Mirta de la canción, una perra.
Entre una Mirta y la otra, la diferencia.
La una lustraba zapatos turcos, la otra hacia brillar los propios.
En los '80 yo, Mirta, pensaba que mi vida debía ser como la de Mirta, lineal, que comienza en donde estás y termina donde tenés que estar.
Y la otra Mirta se lo tenía merecido, por no saber esperar terminó como terminó.
Y resulto que no, que en una de esas curvas camino a Estambul mi vida dio un vuelco y fui a parar al carajo.
Y yo, Mirta, doy fe y digo que la única forma de llegar directo de Liniers a Estambul es estando en una película de dos horas, porque en el tiempo real de una vida real no todos los caminos conducen a Roma (perdón, a Estambul).
Y digo, además, que Mirta la de la canción no es ninguna perra, que vivió la vida que pudo mientras el chico (Rodolfo) pasó la suya entrando y saliendo de Caseros.
Y digo, por último que entre una Mirta y la otra la vida está llena de Mirtas, que descarrilan en curvas cualquier mañana.
Que depende de quién conduce el tren que lleguemos a Estambul.
Que por suerte las 3 nos conocemos y cada una sabe donde le aprieta el zapato.
O mejor dicho, cada una sabe de quién son esos zapatos.
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