Jue 07.05.2009
rosario

CONTRATAPA

Algunas ideas

› Por Gary Vila Ortiz

Alguien escribía que sería más que interesante el estudio de una idea desde su nacimiento, durante su desarrollo y hasta su muerte. Se refería, creo, a la idea que vive en la mente de un único hombre, no a aquellas que adquieren un estado colectivo, pues si bien pueden nacer de una mente solitaria, luego su desarrollo es muy diferente y nunca podemos saber si han muerto o no. ¿Murió el nazifascismo con la derrota de quienes lo representaban? ¿Está definitivamente muerto el franquismo en España? ¿Murieron las utopías de aquellos que anhelaban un mundo mejor para el hombre? Por mi parte, pienso que ninguna de estas tres expresiones de una determinada idea, que implica también una determinada visión del mundo, han muerto, por lo menos no del todo. Acaso hoy en día se manifiestan de una forma diferente, pero en lo esencial siguen siendo lo que fueron.

En lo individual, las ideas dependen de las circunstancias de quien las vive. En algunos casos esas ideas perduran por un largo tiempo si la vida de quien las piensa llega a una alta edad; de otra manera, si el individuo muere joven o en plena madurez, siempre habrá que poner un interrogante a qué hubiera pasado después. También suele suceder que ciertas formas de pensar, aun cuando adquieren un carácter colectivo, mueren con el que las impulsó: la no violencia, el pacifismo preconizado por Gandhi, dejó de existir cuando fue asesinado. Hay todavía quienes piensan o se aproximan a pensar como él, pero ninguno ha logrado llevar a la práctica sus ideas.

Debo haberlo leído pero no lo recuerdo como debería. ¿Las ideas llegan como una herencia transmitida por los genes? ¿O tan sólo surgen cuando se comienza a vivir y a tratar de aprender? ¿Hitler nació siendo el monstruo que fue o su minuciosa maldad fue adquirida con el tiempo? ¿Nació Joyce con el "Ulises" en su mente? ¿O Stravinsky con toda su música en su cabeza? ¿Los asesinos seriales lo son desde su nacimiento? ¿Proust llegó al mundo ya pensando en la búsqueda del tiempo perdido? Se han hecho a lo largo del tiempo todo tipo de experiencias en este sentido. Recuerdo una en particular: nacen gemelos y apenas nacidos son entregados a dos familias diametralmente opuestas en sus formas de vivir, y los gemelos respondieron de acuerdo a esa educación.

Posteriormente la ciencia descubrió que aquello que se hereda es mucho mayor que lo que habitualmente se creía.

Me referiré ahora al nacimiento de algunas de mis ideas, que las he tenido por insignificantes que fueran. Todavía cuando era chico me parecía natural pensar que sería médico ya que mi padre lo era. Esa "idea" iba en paralelo a un hecho que llamaré "circunstancial": tanto por parte de mi familia paterna como de la materna existía en mi casa un verdadero entusiasmo por la música, por la lectura, por ciertas ideas políticas. Mis abuelos eran amigos de Lisandro de la Torre, por lo cual sigo siendo un delatorrista de alma, si bien no sé si muchas de sus ideas fueron traicionadas por mi conducta. En cuanto a la música, en mi casa había un piano y desde el comienzo de mi adolescencia mi abuelo paterno me llevaba al Círculo, lo que en última instancia se trataba de una cuestión familiar. Dejé medicina después de estudiar poco más de un año y luego, por un amigo que se recibió y terminó siendo un exponente de la mejor tradición de los tratadistas del derecho penal, Guillermo Fierro (quien murió hace tan poco tiempo que debo pensar dos veces antes de creerlo), estudié derecho en Santa Fe como estudiante libre y llegué a rendir y aprobar unas catorce materias (no contaré los aplazos, los tres seguidos en Contratos, Derecho Civil III). Del derecho me sacó el ofrecimiento de otro amigo, Chacho Lagos, para ingresar a La Capital. En cuanto a la literatura, el deseo de ser poeta (ése que aún no soy) me llevó a la Guerra Civil Española. Huelga decir que en mi casa eran partidarios de la República, y allí comencé a leer a los poetas de la generación del 27 que fueron llevados al exilio por ese vil individuo que fue Franco. No únicamente lo mencionado me impulsó a la escritura. También las fotografías, no las llamadas artísticas sino las que podríamos denominar documentales, aun cuando haya alguna intención previa. Otras circunstancias que influyeron sobre lo que escribía: el asma, que comenzó en la adolescencia, y la invitación de este diario a escribir una contratapa semanalmente. Por cierto hay más cosas: el envejecer, por ejemplo, no tanto el hecho objetivo de ser viejo sino la sensación que experimento en algunos momentos de forma angustiosa. Montaigne me enseñó que no debe ser así, pero no puedo remediarlo.

Además hay poemas ﷓los últimos que he escrito ignoro con certeza de dónde nacen﷓ que me llaman a escribirlos y de manera compulsiva. Y a lo compulsivo no puedo evitarlo: soy, aún hoy, compulsivo al placer, a la música culta, al deseo que no quiero perder, al jazz, a la poesía general, a las muchachas solitarias que suelo encontrar con frecuencia en algún café. No quiero perder esos impulsos, de ninguna manera. Como no quiero perder la fe que alguna vez perdí pero que hace años volvió a mí con una gracia inmerecida.

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