CONTRATAPA
› Por Gary Vila Ortiz
Aún cuando las circunstancias históricas con respecto a las que a Bertolt Brecht (1898 1956) le tocaron vivir parecen haberse modificado, la vigencia de su obra y las actitudes que sostuvo en su vida siguen siendo ejemplos de lo difícil que es ser poeta en este siglo o en cualquier otro. Hannah Arendt, cuya lucidez para "mirar" el mundo sigue también siendo una guía, dedica a Brecht uno de los capítulos de su imprescindible "Hombres en tiempos de oscuridad" (Men in Dark Times). En un breve, iluminador ensayo sobre Brecht, profundiza en la visión del poeta en tiempos oscuros. Brecht, quien parece haber vivido en un constante exilio (aun en aquellos momentos en que no se lo debería ver como un exilado), comprendió como pocos "la incierta relación entre la poesía y la política".
Según Arendt, "lo primero que hay que señalar es que los poetas no siempre han sido ciudadanos buenos y confiables; el mismo Platón, un gran poeta disfrazado de filósofo, se sentía preocupado y molesto por los poetas". Tal vez deba aclararse, acaso antes que nada, que ni para el poeta ni para los artistas en general debería existir ese privilegio de clerecía acerca del cual escribió páginas inolvidables George Orwell. A eso se refiere también la misma Arendt cuando habla de Pound y Brecht. Si bien los pecados de Pound fueron mucho mayores que los de Brecht no tanto su adhesión al fascismo como su antisemitismo, que data de un tiempo antes, Pound pudo (o pudieron por él) alegar su insania. Incluso, como aclara Arendt, su odio al judaísmo es algo "privado y carece de importancia política", lo que en realidad es bastante discutible. Pero lo cierto es que los pecados de Brecht fueron menores que los de Pound: "sin embargo pecó con mayor fuerza en la medida en que sólo era un poeta y no un insano". Aunque si bien el llamado pecado de Brecht es que se le reclama por su posición frente al stalinismo, sus poemas de alabanza a Stalin han sido "compasivamente" omitidos de una de las ediciones de sus poesías completas. En todo caso, Brecht tenía plena conciencia de lo que estaba haciendo y de por qué lo hacía. Incluso debe recordarse que no tenía interés en regresar a Alemania Oriental, que fue su hogar, pero que en aquellos años era dominada por los comunistas. Cuando se tuvo que ir de los Estados Unidos por el macartismo se instaló en Zurich, donde permaneció desde diciembre de 1947 hasta el otoño de 1949, y luego pidió permiso para establecerse en Munich, autorización que le fue negada. Cuando no tuvo más remedio que regresar, lo hizo con un pasaporte checo que luego se transformó en uno austríaco, una cuenta bancaria y un editor en Alemania Occidental. Ya en Berlín estuvo a cargo del célebre Berliner Ensemble, pero no dejó de tener problemas. Según algunos estudiosos de su vida y su obra que son muchos , hasta cuando se encontraba en su lecho de muerte pensaba en el exilio, o en una casa en Dinamarca o en Suiza.
Sea como sea, hay que seguir su vida a través de sus poemas, tanto los que publicó en vida como los que se publicaron póstumamente. El sabía que era molesto para los poderes, para todos, del tipo que fueran, por lo cual escribió: "Sólo pude hacer poco. Pero los gobernantes/ estaban más seguros sin mí. Es lo que yo esperaba...". En realidad estaba orgulloso, y por mi parte, que nunca he sido molesto para nadie, me siento orgulloso por él. Brecht comprendía bien aquello que había dicho Nietzsche sobre Alemania: "El alma alemana tiene pasajes y galerías; hay cavernas, lugares ocultos y calabozos; su desorden posee el mismo encanto que lo misterioso: El alemán está familiarizado con los caminos del caos". En alguno de sus poemas, ahora no recuerdo en cuál, Brecht decía que la angustia no iba a terminar apagando su cigarro encendido. Una de sus pocas debilidades fueron los cigarros y otra, posiblemente, las mujeres, aunque según algunas de ellas era un "pájaro de paso, se enojaba y abandonaba rápidamente a las mujeres que se encariñaban de él". En alguien como Brecht, que era absolutamente reservado en lo personal, esto que apunto me llega por testimonios de quienes lo conocieron, tanto mujeres como hombres.
Hace poco por la televisión -un milagro- tuve ocasión de ver dos o tres documentales sobre Brecht. Si antes me conmovía el personaje, ahora me enternece: Esa figura alta y desgarbada, con el pelo bien corto y con la ropa que le quedaba sin duda bastante grande, había sido aquel que en mis lecturas de hace mucho pero mucho tiempo me enseñó como ningún otro cosas que yo deseaba saber y que creo haber aprendido. Fue por aquellos años que, gracias al doctor Israel Sterkin, conocí a un miembro del Berliner Ensemble que había venido a Rosario. Había conocido a Brecht y lo entrevisté creo que un par de veces. Fuera de esas entrevistas, volvimos a tocar el tema de Brecht y sus problemas en Alemania Oriental. Sonrió y me dijo que era cierto que tuvo problemas, pero que en ese entonces -se refería al momento en que estuvo de visita en nuestra ciudad- ya no los tendría (había muerto Stalin). Me pidió que no lo agregara a la entrevista escrita (no a la de televisión, que ya había sido hecha) y le prometí no hacerlo. Tanto tiempo después, lo cuento. Además, me regaló algunos folletos del Berliner y fotografías que se han perdido para siempre, y eso lo siento mucho.
Llevado por los documentales sobre Brecht, vuelvo a ese hombre que no despertaba confianza en los sectores comunistas ni en los más reaccionarios grupos anticomunistas. Entre los primeros, como bien lo expresa Hans Mayer en sus "Recuerdo de Brecht": "...en Moscú, por muchas razones, nunca le tuvieron confianza al camarada Brecht. No habían olvidado su discurso disidente en el congreso de París en 1935; y en las esferas (un tanto siniestras) de los asesores literarios y estéticos de Stalin tampoco aprobaban que Brecht no escogiera como país de exilio a la patria de los trabajadores". Que despertara recelo entre los macartistas, por ejemplo, no puede llamarnos la atención y es de suponer que, si bien hay que recordar lo ominoso de lo que ocurrió, es probable que eso no se repita. ¿O acaso podría repetirse con nuevas modalidades?
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