CONTRATAPA
› Por Sonia Catela
Te encierran. Para los que deciden y te declaran loco, no sos de tela propiamente humana. Les pesa aquello de "El hombre, animal racional". Y vos...
A fin de que entres en razón, será habitual que amanezcas encadenado a la cama. O que te sobremediquen. O que recibas alguna paliza aderezada con el discurso institucional del caso. Te sosegarán en la sala de aislamiento. Te vetarán las salidas del fin de semana. Sí; los recursos terapéuticos tradicionales demoran en perder adeptos.
En el Neuropsiquiátrico cuyano que nos disponemos a recorrer, se hallan actualmente recluidos alrededor de 200 pacientes de ambos sexos, a los que los une la mala suerte de sufrir algún padecimiento mental. Que éste sea real o de catálogo, no hace al caso.
*Confort cinco estrellas: Un huésped describe la residencia: "...acá estoy... encerrado... nada puedo hacer, ni llamar por teléfono... tengo necesidad de trabajar, de salir de acá... mis patrones esperan unos trabajos... y el médico me dice que ya me voy a ir, pero ni me habla... No sabe lo que es esto... lleno de piojos todos están... apenas entré mandé a comprar un Raid ... esa es mi única defensa en este lugar... todas las noches lleno abajo de la cama de Raid por los piojos... los baños no andan, están todos tapados... los otros se mean en cualquier lado; no dan papel para ir al baño, comemos con las manos porque no hay con qué... me quiero ir a mi casa... tres semanas llevo ya... que venga el cónsul o alguien, mi señora... yo no sé... el patrón no sabe que estoy acá... ¡que si no!..." (Trabajo de campo. Entrevista a paciente boliviano, 58 años, diagnóstico de alcoholismo. 2004)
Refinadas o burdas, abundan las prácticas que materializan la idea de violencia como integrante de los "mecanismos de cura de la institución".
Y cuando el paciente se "desordena", fatalmente se atraviesa la frontera de la violencia simbólica y se pasa a la física. Caso: Un paciente se cortó casi todo el cuerpo. El enfermero entraba a verlo y le decía "mirá, che, todavía estás vivo y no te has muerto", lo dejaba otro rato y "después le eché alcohol puro en los brazos... era un solo gemido" (Trabajo de campo. Conversación registrada durante el servicio).
El desorden de un interno que traspasa los umbrales tolerados por el psiquiátrico señala "falta de adaptación a la institución" y se castiga. Tanto sea si uno se abstiene de tomar la medicación puesto que no está loco, como si se demanda más atención de la que se le puede brindar, ejemplo, que el médico lo reciba para un permiso de salida, o si a uno se le ocurre volverse agresivo, verdadera ingratitud frente a las comodidades desplegadas en nuestro beneficio.
Como en el Neuropsiquiátrico se descree todo lo que pueda decir el paciente en tanto se trata del discurso de una persona que no domina su acontecer psíquico, un loco, y ninguna afirmación suya resulta creíble, se niega su humanidad vía negación de la razón. Esto fundamenta los actos de violencia institucional. El rechazo de la palabra del interno conduce a errores de diagnósticos que no trascienden al exterior, con la consecuente impunidad de los responsables.
"En 1999, un hombre permaneció recluido tres meses por alcoholismo, "Nunca tomé nada en mi vida", protestaba él. Durante sus visitas, familiares y vecinos ratificaban la postura del paciente en cuanto a la injusticia del encierro. Finalmente, el hospital comprobó que el forzado a reclusión jamás había ingerido alcohol. Antes de este episodio, el anciano había ganado judicialmente el derecho de ocupar una habitación como vivienda, y como el propietario no toleraba su presencia, gestó la falsa acusación contra el inquilino. Al salir del psiquiátrico, el supuesto alcohólico no tenía lugar donde vivir: la vivienda había sido demolida por el dueño.
*Pacientes encadenados a camas y mobiliario suelen verse cuando crece el número de internos y abarrotan el espacio:
"Había en el servicio una mujer encadenada a un placard; se habló de que era peligrosa. Miro la historia clínica y las notas judiciales, y no coincidían... me pareció que se trataba de otra persona, que nos habíamos equivocado de paciente, no estaba segura... Entonces llamo por teléfono al juzgado para aclarar el asunto... "¿Cómo que está encadenada?" se alborotaron los del tribunal; le pasé el teléfono a la médica para que diera las explicaciones que pedían: había sido su orden, no la mía. Y saltó el error de identidad que habíamos cometido con la encadenada. La médica se enojó conmigo. Preocupada por lo sucedido, llevé el caso a supervisión, donde planteé lo ocurrido. La supervisora dice que si bien yo tenía que salvaguardar mi ética profesional y personal, debía recordar que la institución tenía una ética también y que era la que me daba trabajo. ¿Eso, una ética institucional?... ¡Pero si el Estado me paga para tratar y curar a los pacientes! ¿O debemos creer que percibimos un salario para maltratarlos?". (Trabajo de campo. Conflicto relatado por una residente, 2002)
*La sobremedicación: Práctica de castigo con matices siniestros. La administración de cantidades abusivas de fármacos y drogas la realiza el cuerpo de enfermería (no el médico) ya que cuenta con reservas que le permite aumentar las dosis suministradas al paciente tanto porque se peleó con otro, como porque no duerme y alborota por las noches, o simplemente para que deje de molestar. Frente a transgresiones graves, si el interno es judicial, y como su alta depende de un juez, se lo sobremedica o aísla.
"Decile al juez que a éste le dimos con la matraca pesada, que está tranquilo por la medicación... ¿sabés?" (Trabajo de campo. Conversación entre un jefe de servicio y un representante del poder judicial en relación con un enfermo agresivo).
*Sala isla: Tiene aproximadamente tres metros de diámetro y durante la reclusión no se sale al exterior salvo para ir al baño. Un paciente fue mandado a aislamiento. El que estaba allí involucró al llegado en un pacto. Se cortó un brazo, lo mismo le hizo al otro, e intercambiaron sangre. Como el alojado en primer término padecía HIV y hepatitis B, se infiere que contagió al otro.
Si debido a la internación judicial se produce superpoblación de pacientes agresivos, en ocasiones hasta tres individuos quedan sepultados en uno de esos reducidos cubículos. En una oportunidad, el médico del neuropsiquiátrico se olvidó que había confinado a alguien en la "sala de aislamiento terapéutico" donde debía quedarse un par de jornadas. Lo cierto es que el enfermo permaneció allí 30 días, hasta que una ayudante consultó al médico sobre la situación. "Me olvidé... en serio me olvidé".
En caso de ingesta de alcohol dentro de la institución se aplican medidas represivas del repertorio señalado, así como el alta disciplinaria que implica el desalojo inmediato del infractor de la institución, sin importar lo que pueda ocurrirle al expulsarlo a la calle sin preaviso ni protección alguna.
*Percepción del alcoholismo en el Neuropsiquiátrico: "Trabajador Social al Médico tratante: ¿viste que este paciente habla quechua? Médico: No. Pero ¿sabés qué? ya no me interesa, no me interesan los alcohólicos, los veo como nadando en una pileta de vino. T.S: De todos modos es importante. Médico: No digo que no lo sea como persona, me refiero a la enfermedad... prefiero las drogas porque producen una expansión mágica del yo, un toque de coca... Pero el vino... nada, los hace mierda desde lo personal a lo espiritual, es de terror. No me interesan".
Silencio y buen comportamiento se vinculan con una buena adaptación, representando la salud; mientras que queja y denuncia simbolizan falta de adaptación e implican enfermedad. La clase social de pertenencia incide, asimismo, en los intensidad y frecuencia de los escarmientos recibidos por el enfermo. Cuando en la institución se argumenta frente a alguien "haberlo probado todo", es decir, que se ha suministrado todo el surtido de medicación y de advertencias, se da paso a la violencia física a cargo del brazo armado que son los enfermeros, quienes aplican castigos clandestinos que no resultan punidos.
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*Esta serie de notas concluirá con el testimonio directo de Juan José "Toto" López quien para no incorporarse a la conscripción por principios éticos, consiguió un certificado de demencia. Su estadía de años en un manicomio grafica un terror tan temible como el de Estado.
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