CONTRATAPA
› Por Bea Suárez
Bue... por fin llega la Selección Nacional de fútbol a jugar a Rosario.
¿Qué creían? ¿qué éramos el último orejón del tarro? ¿Qué Rosario no podía albergar brasileños, rionegrinos, mendocinos, jujeños, chaqueños, cordobeses, y demás gentilicios?
Siempre Buenos Aires, siempre la capital, el distrito donde se debate todo, lo bueno, lo malo, lo general; y nosotros, el interior, cola de perro.
Ahora... (pienso en voz alta) ¿será que ellos pensaron a Rosario como último lugar donde disputar este partido pre mundial de Africa, o seremos nosotros, los rosarinos, quienes nos sentimos menos, segundos, de segunda, trapos de piso, o en último lugar?. Porque cuando alguien ocupa (digamos) un segundo puesto (en este caso la Capital Federal primero versus Rosario segunda) no necesariamente hay que echarle la culpa a los porteños sino reflexionar sobre qué hicimos (o qué no hicimos) para que en el Gigante de Arroyito (por ejemplo) no se jugaran (hasta ahora) más partidos de este calibre.
Si nos pensamos segundos siempre seremos segundos; si uno piensa que el lugar que ocupa es el último en el cajón de los orejones, seguramente ése será el destino de nuestro corazón.
Viendo a Diego Armando Maradona caminar el pasto del mencionado Gigante uno se siente importante y grande, dan ganas de lo primordial, de darse importancia, de que Rosario sea sede de muchos eventos de este calibre siempre y para siempre.
El tema es que el segundo, el interior, el de abajo (cuando así lo siente) no lucha, da la batalla por perdida. Y no hay peor batalla que ésa, la que se da por perdida.
¿Qué podríamos hacer nosotros para que la ciudad se llene como ya se llenará este finde? ¿Cómo lograr una platea en el orden de cosas y, aún no siendo el centro del país o el mundo, dejar este sentimiento de resaca, de que, "de casualidad", ligamos Argentina Brasil?.
¿Quién es el que supone que Rosario o Neuquén o Corrientes no podrían ser sedes de eventos con esta naturaleza importante y honda? Creo que nosotros (nosotros mismos) no nos damos el podio, no logramos la posta, no podemos acceder al primer puesto y por eso protestamos en vez de trabajar para salir del fondo. Ponemos afuera lo que en realidad está en nuestra imposibilidad de ocupar mejores puestos.
A veces estamos separados de nuestras creencias, incomunicados con el arriba arriba, nos pensamos abajo, como una ciudad menor; el "Barato Roma" de mi pueblo (que no era por cierto, "La Favorita" de Rosario). Nos volvemos plegables, exiliados, menores, sirvientas, médicos residentes que recién empiezan, amantes de segunda, raquíticos del otro, adheridos a lugares viejos que nada tienen que ver con el progreso y la fórmula del éxito. Nos tiramos abajo, le rogamos al otro "danos un lugar mejor" siendo que no podemos dárnoslo. Es activo, no pasivo. Rosario es de primera, no un baldío donde jugar con pelotas de trapo.
Rosario será sede el próximo sábado de un partido determinante, que, si es ganado por Argentina, pasamos directo a Africa y quien te ha visto y quien te ve.
El segundón, el que cree la vida en capítulos, y que de ellos ocupa el último, debería preguntarse qué cosas, qué máquinas poner en funcionamiento para meterse en el mundo y hacerse innumerable, mezclarse entre muchos (o entre todos) respirando el viento sur, y, en dialéctica universal, ser primero siempre y en todo.
Rosario no recibió a Diego antes porque los rosarinos no quisimos.
Bienvenidos los jugadores, pero sobre todo bienvenido este aire nuevo que a la realidad histórica aporta unas ganas locas de salir del closet finalmente.
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