Sáb 05.09.2009
rosario

CONTRATAPA

PROTUBERANCIAS

› Por Miriam Cairo

Debilidades

No tenías ninguna,

yo sólo una,

que amaba.

Bertolt Brecht

Toda falla resulta más fácil de soportar si se ejerce en pequeñas dosis. Esa mujer es escéptica. Desconfía de todo. Yo también: sobre todo de mí misma. Esa mujer está a punto de acariciar al marido con los guantes puestos. Gomosas caricias anaranjadas. Desgano de caricias. Tarea de caricias. Fajina. Anda sobre el perímetro de las cosas como una estatuilla de vidrio. Si quisiera profundizar en algo, necesitaría un hacha para perforar el suelo. Allí abajo encontraría a la vecina, también con los guantes puestos. Aquí y allá las refriegas pierden por completo su valor sustantivo.

Con desgano confiesa públicamente que no tiene Face book, como si se tratara de algo vergonzoso. En estos tiempos mirones, no es fácil existir sin rostro. Con tal de causarse efectos fuertes a veces toma un vaso de vodka. Alrededor de esa mujer lo que hay es hormigón y cemento. No sé si le arquitectura tenga que ver con la dificultad de mirar hacia adentro.

Esa mujer tiene poca memoria de su risa. Mucho menos de aquella sonrisa. Vive haciendo lo que debe hacer como si fuera lo único posible. Por ahora no puede entrar en contacto directo con su vida. Para peor, esa mujer vive en un país donde no anuncian un atentado con coche bomba que la ayude a reaccionar. Caín y Abel ya están muertos. Tampoco escuchó que Nora le dijo a Teobaldo: "tenemos que hablar".

Pero lo más penoso es el caso del universo propio, esa pequeña bola llena de ruido. Una bola charlatana y quejosa que no sabe qué hacer más que reclamar, compeler, interpelar. Afortunadamente, nada sucede dos veces. Pero la piedad ni la suerte son ninguna estrategia. Su vida enfundada en esos mitones color naranja resulta irremediablemente poco fotogénica. ¿Qué clase de contactos puede ganar un espectáculo semejante?

A esa mujer, en cada momento que piensa poner el punto final, le asalta la pereza y empieza a advertir que su coraje es temporal. Entonces reclama otra vez y otra vez, para ver si las sucesivas quejas alguien se anima a sacar el puñal, pero todo permanece en una paz insoportable. Apenas si consigue clavarse un clip para engancharse el cabello y que no se le caiga en la cara cuando se pone los zapatos negros, sin taco, el pantalón azul marino y el pulóver negro. Bastaría echar una mirada a la propia apariencia.

A veces fantasea con cosas inverosímiles. Esa mujer se imagina, por ejemplo, que no tiene pereza, ni costumbre, ni miedo. En su osadía, piensa que sus manos no huelen a guantes. Y su asombro es autónomo, no procede de la imitación de ningún otro asombro.

A veces, también se cree sabia: "a cierta edad la felicidad es otra cosa", se repita con la cabeza en la almohada. Y esta idea la vuelve infinitamente piadosa: se perdona. Se arruina.

Cuando levanta la cabeza es porque cree haber oído algo que afortunadamente no comprende. No es mujer de jugar en cuatro patas. Los dedos, apenas si transgreden el uso del tenedor. Pero cómo sabe dar órdenes. No tendrá Face book pero tiene mucama.

Los días están llenos de cosas que pueden combinarse mal: un almuerzo, un "alcanzame la sal", un vencimiento. La palabra amor también significa otra cosa. Hace tiempo que ya no recuerda qué cosa significa la palabra amor. Ni piensa preguntarle a otros porque lo peor que tienen ciertas preguntas son las respuestas. ¿Donde comienza el daño, termina el amor? Ahora la rigen las leyes de lo negro sobre blanco. Las leyes son tranquilizadoras, prolijas, fuertes, sempiternas.

Esa mujer no tiene ninguna debilidad y es poderosa: si lo ordena, nunca sucederá nada allí ni en ningún otro lado. En contra de su voluntad no se cerrará ninguna puerta. Esa mujer es temible: toma venganza contra sí misma. Ya no come los postres del amor amor. Bebe vodka, nunca ginebra. No ha probado el ron.

A veces, ser esa mujer es como no ser nada y estar no viva de ese modo da una sensación de náusea. ¿Cómo se hace una tarta de ciruelas? Esa mujer no sabe hornear y pone como excusa que no tiene espacio. Y no tiene amigas porque no tiene espacio. Y no tiene amantes porque no tiene espacio. Y no tiene cuernos porque no tiene espacio. Todo lo que no tiene es tan protuberante. Y lo que tiene también: las hermanas son protuberantes. El turbante es protuberante. El camisón horrible es protuberante. Las costillas del que duerme a su lado son protuberantes. Todo el deseo de esa mujer se le ha secado en una glándula protuberante. En pose de sarcófago casi se ha dormido. Entre sueños piensa que falta mucho para el aguinaldo. Si yo fuera un hada o una millonaria, le haría un depósito inmediato, porque jamás, mujer, ha habido alguien que te haya amado tanto. Pero como toda falla resulta más fácil de soportar si se ejerce en pequeñas dosis, no creo que por mucho tiempo más me siga equivocando.

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