CONTRATAPA
› Por Bea Suárez
El odio es odio. No es amor. No es helado de frutilla ni botella de vodka. No. Es: odio.
Fulgura, se siente, adentro, en el alma.
Sale el indio y lo convierte en grito, puteada, piña. Guerra.
Es un sentimiento como tantos otros pero tal vez el que más se sofoca dada su mala prensa, su feo rojo encendido. La moral lo aplasta, el debe ser no siendo, las tremendas demoliciones hechas en su nombre.
Lo que no puede negarse es su condición pura y exclusivamente humana (un perro no muerde por odio la pierna derecha del ciclista, pero el ciclista, si un auto intenta tirarlo a la banquina, puede echar al carajo al conductor y partirle el parabrisas de un botellazo. De bronca nomás).
Tengo la sensación de que los argentinos tenemos odio adentro, metido a picotazos por la injusticia social, la historia, el poco disfrute y muchas generaciones de gobiernos desaparecidos, que siembran (o sembraron) con su poca intervención, las semillas de este sentimiento corpulento que cobra hogar repentino en nuestro corazón.
Estamos llenos de vendettas, ojos por ojo y dientes por diente, enfrentamientos campo ciudad, ricos y pobres, lindos y feos, buenos y malos. Hay odio al distinto, al que se destaca, al croto sucio, al peruano, al judío, a la lesbiana, al gay, a los jefes, a Kirchner, a Menem; se odia el clima, la humedad, los domingos, la falta, lo que no anda, la mugre.
En Argentina odiamos y devolvemos, y a loco: loco y medio, si puedo te destruyo, te aniquilo, te paso por arriba.
A Diego Armando (en las eliminatorias al mundial de fútbol 2010) le dieron con un caño porque casi no nos lleva a Sudáfrica, y ayer, en conferencia de prensa, él mismo profirió: "A los que no creyeron, que la sigan chupando. Blanco o negro. Me trataron como me trataron, ahora sigan mamando".
Descreyeron y Maradona mandó a mamar. (¿mamar la teta? ¿el pito? ¿el suyo? ¿el tuyo? ¿el mío? ¿el de todos?).
Y así vamos, prendidos a algo (mamando) de lo que succionamos pero que (evidentemente) no nos llena. (¿A tal desgracia se habrá referido Diego?).
Y el odio es mas fuerte que el amor.
Mucho más fuerte.
Y si no se analiza, se charla, se comparte, se habla, no expira, no. Retorna.
Retorna el odio.
Retorna de la peor manera.
Retorna en angustia, en desastre, en miedo. Retorna en los síntomas modernos.
Y el síntoma moderno más palmario es no ser felices.
No podemos hacer las paces con nosotros mismos.
Ya ni una noche como la del miércoles, en que Argentina le ganó a Uruguay y con ello consiguió el bendito pase directo al mundial, nos pone contentos.
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