CONTRATAPA
› Por Eugenio Previgliano*
Me gusta la gente que se me parece, los que están excedidos de peso, los que llegan tarde cuando no los esperaban, y los que se pierden en ciudades grandes, pero en la vasta colección de fracasados que cruzo por el mundo me gustan especialmente los personajes secundarios, los actores de reparto maduros, las fotocopistas, los extras, las gambuseras, y todos aquellos que ocasionalmente, tal vez una noche cada tres semanas después de muchos años, integran el chorus line como suplentes.
Tal vez sea este gusto mío por esta clase de cosas lo que me hace fascinante a Frank Nitti, uno que nació quizás en Salerno, Italia, pero se destacó en Estados Unidos. Leo que tenía una hermana tan italiana como él y dos medios hermanos nacidos ya en América, que asistió a una escuela pública y fue a la vez peluquero, contrabandista y dealer de joyas robadas.
Mis fuentes, sin embargo, debo admitirlo no son muy confiables. Siendo muy pequeño miraba por la cerradura la serie Los Intocables, una serie racista de 1959 donde todos los malos eran italianos, que iba tarde en la noche por el canal público era el único que había y allí Frank Nitti aparecía poco y tal vez estaba algo sobrevaluado. Al personaje lo jugaba un Bruce Gordon, que curiosamente había trabajado con los Hermanos Marx y en la famosa Arsénico y Encaje Antiguo había hecho paradójicamente de policía. En una película de los 70 sobre Al Capone, producida por el mítico Roger Corman, al papel de Frank Nitti lo hacía Sylvester Stallone en lo que tal vez sea una de sus mejores interpretaciones. Ya en 1997 hubo una versión cinematográfica de Los Intocables que se estructuraba alrededor del Eliot Ness que compuso Kevin Costner, donde Francesco Raffaele Nitto era protagonizado por Billy Drago en lo que tal vez haya sido su papel más importante en Hollywood. En versiones más modernas como Road to Perdition (2002) a Frank Nitti lo encarnaba Stanley Tucci, ganador de un oscar al mejor papel de reparto, y en Enemigos Públicos (2009) un actor de teatro llamado Bill Camp a quien acabo de agregar en mi Facebook.
Repasando ahora la serie de versiones norteamericanas sobre Frank Nitti encuentro que mi visión del personaje a través de la cerradura que había en la puerta que separaba el living de un pasillo que llevaba a los dormitorios del departamento donde viví hasta los 6 años tardó en ser aceptada y encuentro además mi simpatía por Nitti, sonoro apellido italoamericano que pronunciado en la voz nasal del señor que hacía los relatos en off de la serie de los años cincuenta, me resultaba dudosamente importante.
Resulta difícil, si no imposible, conocer exactamente quién fue o que hizo Francesco Raffaele Nito una vez devenido Frank Nitti; los archivos que el FBI publica sólo informan tal vez erradamente que nació en Agri, que era de Acuario y que la Oficina del US Attorney puso bajo custodia a unas personas que iban a testificar contra él en una cuestión civil sobre impuestos. De él se dice que fue guardaespaldas de Al Capone, que fue peluquero, que contrabandeaba whisky de dudosa calidad desde el Canadá y que estando en la carcel quien no sufría de claustrofobia. Algunos apuntan que mientras Capone estaba preso los lugartenientes de Nitti le desobedecían y frente a sus quejas se limitaban a decirle que ese era el camino que ellos usaban. Lo cierto es que antes y despues de la prohibición del alcohol en Estados Unidos, Frank Nitti fue un próspero comerciante, que se casó dos veces y que su última esposa era la viuda del abogado de Capone pero no menos cierto resulta que el Nitti de la ficción viene recorriendo un camino de devaluación y las cada vez más fantasiosas versiones de las trapisondas de Capone y sus amigotes lo van ubicando en un rol cada vez más opaco, quizá por lo difícil de sostener en esta era de indiscreciones la moral estricta del año cincuenta con unos malos que fueron malísimos y unos buenos que de incorruptibles se hicieron y siguen siendo intocables.
Sobre el final de la vida de Frank Nitti no quedan dudas, según me informan, el hombre había caído en desgracia tras intentar avanzar sobre Hollywood en su intento de llevar su mensaje del mal quizás hasta los más distantes confines de la humanidad y La Justicia tenía un veredicto inopinable sobre lo criminal de su ensayo, sólo faltaba que se ventilaran los detalles de sus operaciones para que un jurado dentro de la sala y el mundo entero con los precarios medios de comunicación de los años cuarenta lo condenaran: no podría ya Nitti seguir extorsionando a Hollywood y engañando al mundo entero. Unos trabajadores ferroviarios lo vieron la mañana antes del juicio saltar frente a un tren en movimiento con un revólver del 32 en la mano; al oír los tiros pensaron que Nitti disparaba contra ellos, pero el italoamericano quedó allí, sin apropiarse de Hollywood, apoyado contra una cerca, con dos marcas de bala en el sombrero y un tiro en el cráneo.
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