CONTRATAPA
› Por Graciela Aletta de Sylvas*
La experiencia de la diversidad en la sociedad sudafricana del siglo XX y en la actualidad abre espacios conflictivos atravesados por relaciones de poder e ideologías que conducen al desconocimiento y la consiguiente supresión del Otro diferente. La presencia en Sudáfrica, en ocasión del Mundial de Fútbol, nos enfrenta con un país con serios problemas raciales y políticos. Una minoría blanca del 15 por ciento sobre la abrumadora mayoría de raza negra se atribuyó hasta 1994, fecha en la que Nelson Mandela instauró la democracia por medio de elecciones libres, los destinos del país, segregando, controlando y explotando en lo que se denominó el "apartheid", a los pobladores originarios negros. Esta población, el 85 por ciento, vivía por debajo del límite de la pobreza totalmente despojada de derechos, bienes, tierras, educación.
La literatura no podía estar ajena al momento histórico y a los sufrimientos de su pueblo. Nadine Gordimer (1923) sudafricana, de piel blanca, fue la primera escritora en denunciar al liberalismo y la organización colonial. Premio Nóbel 1991, ha producido una extensa y valiosa obra narrativa constituida por trece novelas y numerosos cuentos narrados desde una perspectiva social, histórica y política, incluida la postura de género. Sus textos son un testimonio en contra del "apartheid" y exhiben su compromiso revolucionario con el pueblo negro. Están escritos en inglés, uno de los once idiomas oficiales entre los que se cuenta el afrikaans (derivado del holandés) y lenguas de origen bantú.
En recientes declaraciones realizadas en la XIX Feria Internacional del Libro Cuba 2010, adónde fue invitada especialmente, recuerda su amistad con Nelson Mandela y cómo lo acompañó a recibir el Premio Nóbel de la Paz en Oslo y cómo tres de sus novelas fueron prohibidas en Sudáfrica mientras duró la segregación.
En una lectura de Historia de mi hijo (1991) y de Un capricho de la naturaleza (1987) rescatamos la identidad de dos mujeres anteriores al fin del "apartheid". En la primera descubrimos a Aila, mestiza, de origen oriental, de familia musulmana, mujer de su casa, ocupada en sus quehaceres domésticos, sumisa, siempre equilibrada y amable, desempeña los roles tradicionalmente asignados por la sociedad patriarcal. Sonny, su marido, desafía el "apartheid" instalando su casa en un barrio blanco de Johannesburgo. Es un maestro revolucionario enamorado de Shakespeare, separado de la profesión por su activismo político. Es encarcelado durante dos años y en la prisión recibe la visita de Hannah, una mujer blanca que milita en una organización de Derechos Humanos y quien se convierte luego en su amante. Sonny se comporta como un marido y padre ausente y esta situación amorosa desencadena la crítica de su hijo, el intento de suicidio de su hija y la aparente aceptación silenciosa de Aila. Pero el conflicto funciona como disparador de un cambio trascendente: se transforma en una militante, ocupa un lugar importante en las filas de la oposición combativa negra y lleva sin que nadie lo advierta una doble vida, la de una revolucionaria cuyo accionar se mantiene en secreto y la de madre y esposa. Vida pública y privada escindidas. Esta aparente falta de concialiación entre ambas esferas es desbaratada por Judith Butler con el concepto de "perfomatividad de género": la capacidad del sujeto de intervenir en la estructuración de su subjetividad, resignificando las prácticas que obran sobre la construcción de la identidad. Es detenida pero huye de la cárcel e inicia una nueva vida de militancia en el exilio. La verdadera heroína de la novela es ella, una mujer que apuesta por el cambio y el compromiso con una situación política que así se lo exige. La novela está narrada en la primera persona de Will, el hijo de Aila y Sonny, con frecuentes cambios de perspectiva y saltos en el tiempo.
La protagonista de la segunda novela mencionada es una mujer blanca, de clase media, cuya vida consiste en saltar los límites de clase, y raza y transgredir las convenciones establecidas para desenvolverse en el mundo de la acción revolucionaria y defender la igualdad.
La experiencia del exilio, su diáspora, la clandestinidad, las aleja de un hogar y de relaciones familiares. Ambas construyen su subjetividad sin oposiciones binarias, desde un espacio intersticial, como lo denomina Homi Bhabha, en el que estas mujeres sudafricanas habitan una experiencia fronteriza en la encrucijada de historia y literatura.
No quiero olvidar a Miriam Tlalli (1933, Johannesburgo) la primera mujer negra en publicar una novela y escribir sobre Soweto en Sudáfrica.
Enrolada en la lucha por los derechos de los negros, perseguida y debatiéndose entre la censura y la integridad personal, escribió varios libros entre los que se cuenta Footprints in the quag (1989). Tuve el lujo de conocerla y de hacerle una entrevista cuando vino a Rosario, con su colorida vestimenta típica, para participar del Encuentro Internacional de Escritoras (1998), durante la cual me afirmó que no necesitaba pertenecer a ninguna organización para luchar por los derechos de la mujer negra y que para tal fin sólo le bastaba su escritura. Otra mujer para quien, al igual que Gordimer, las palabras son instrumento de lucha que pueden, desde la ficción, cambiar la realidad. Entre barrabravas y partidos, una visión que nos sitúa en el corazón de una Sudáfrica profunda cuyo desafío compromete a la humanidad.
*Facultad de Humanidades y Artes, UNR.
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