CONTRATAPA
› Por Irene Ocampo
La noticia me llegó porque estaba leyendo lo que significó el primer matrimonio igualitario en nuestra ciudad (la nota que produjo Rosario3.com), y de repente me enteré que las primeras chicas iban a ser ellas. Y me emocioné y me alegré de sólo leerlo. Sabía lo que significaba para ellas esta lucha. Y me emocionó también porque el acceso de las lesbianas a la visibilidad, y a los derechos suele estar plagado de dificultades de todo tipo.
Conocí a Ana hace casi doce años. En una mítica peña en el Colectivo Arco Iris. Digo mítica, sin temer a caer en exageraciones, porque allí nos conocimos quienes luego, participamos activamente en la construcción del movimiento lésbico en la ciudad hasta el día de hoy. Nos invitó Analía, porque en ese momento hacíamos con Gabby De Cicco el programa "Con el agua al cuello" en FM Aire Libre, y hasta allí fueron ella y Daniela a charlar de varios temas, entre ellos el de las lesbianas. Cuando llegamos a la peña nos conocimos con Ana, nos reecontramos con Natalia, y con varias/os más a quienes había encontrado en Arco Iris cuando me acerqué en 1994. Ahora puedo nombrar además de Guillermo y Pedro, a Roberto, que hoy está de vuelta en nuestro país, y en esta ciudad, a Guillermo, alias Rita, a quien también reecontré el año pasado en la charla que Ilse Fuskova vino a dar a Rosario invitada por la Biblioteca lésbica, a Eric, y claro, también estaba Nélida. Y el viernes 6 de agosto Ana y Nélida se casaron.
Creo que no debo ser la única que no puedo salir de mi asombro al decir o leer algo relativo a la realidad con la que contamos hoy en Argentina. Y creo que gran parte de esto que ahora algunos y algunas parejas gay y lésbicas están disfrutando se lo debemos al laburo, al compromiso, de décadas, de muchos/as activistas de varias generaciones, y que este año obtuvo al fin, un reconocimiento del poder político.
Con Ana, les decía, nos reencontramos luego del también histórico Encuentro Nacional de Mujeres de 2003 que tuvo sede en nuestra ciudad. Acá tampoco temo exagerar, porque a partir de ese Encuentro hubo en nuestra ciudad una movida muy interesante en el movimiento feminista, y así fue que conformamos Las Safinas, grupo de lesbianas feministas para la acción y la reflexión, con Ana, Gabby, Natalia, María Eugenia, Gal, Andrea, y Ann.
El compartir el activismo en el grupo nos permitió hacernos amigas con Ana. De ese modo pudimos reconocer que teníamos más cosas en común de las que parecían. Las dudas sobre nuestros orígenes familiares, creo, nos acercaron mucho. Pude también conocer su pasión para la escultura que despuntaba en sus ratos libres cuando no laburaba como enfermera.
Desde ese entonces, cuando hubieron algunos primeros intentos de promover proyectos legislativos sobre uniones civiles en nuestra provincia, veníamos charlando con Ana de todos los derechos postergados de tantas parejas y familias gay lésbicas travestis transgéneros.
"Somos las primeras mujeres en casarnos y es significativo porque siempre las mujeres lesbianas tuvieron más miedo, siempre fue más traumático ser homosexual y ser mujer", declaró Ana en la nota que salió en Rosario3. Y claro que lo sabemos en nuestra propia piel. Y ahora podemos hablar de todo esto con otra perspectiva. Y podemos soñar que todo aquello que sufrimos tantos y tantas, podrá ir cambiando realmente. Ya no son meras promesas. Aunque el cuerpo de Ana libra una batalla contra una grave enfermedad, es esa una lucha más, en todo caso. Y el acompañarlas en el registro civil del distrito sudoeste, con sus compañeras de trabajo del Hospital, con sus familiares y amigos y amigas, me hizo sentir con mucha fuerza esa conjunción que se produce cuando estos hechos nos suceden en lo político, en lo activista y también en lo personal.
Lo sentí en ese llanto que se nos soltó cuando nos abrazamos con Ana. Una mezcla intensa de alegría, de dolores pasados, de poder conseguir por fin lo que nunca tuvimos, de empezar a ser lo que nunca fuimos: ciudadanas. Nos quedan muchos prejuicios a los cuales les tenemos que proponer el lado más humano, más justo, más solidario para poder construir esta patria más justa, esta sociedad menos discriminatoria, menos jodida, menos racista, sexista y clasista. Digo patria con minúscula, porque no me refiero ni a banderas ni a nacionalidades. Me refiero a lo que en la década del 70 era para algunos militantes la patria: el barrio, el laburo, la escuela, el club o donde sea que nos vamos a divertir. Algo bien cercano, nada abstracto ni muy lejano. Hoy para mí esta patria está revolucionada. Le han crecido manos con dedos con anillos, sonrisas y lágrimas emocionadas, risas y alegrías, bailongos y brindis y muchos "¡Que vivan las novias!".
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