Dom 05.09.2010
rosario

CONTRATAPA

Primer libro de lectura para argentinos

› Por Gary Vila Ortiz

No sé qué libros de lectura se utilizan en los colegios de hoy, incluso a lo mejor no se los usa y se utiliza otro medio para aproximar al niño a leer. Yo tuve buenos libros de lectura, sobre todo uno que me dieron en sexto grado. Si mal no recuerdo se llamaba "Iniciación Literaria" y era una especie de antología de textos de diversos autores, no sólo argentinos. Recuerdo todavía algunos. Creo que la editorial era Apis, pero ignoro si aún se podría conseguir un ejemplar. Este intento de proponer la posibilidad de un primer libro de lectura para argentinos no se trata de un libro para escolares sino para adultos y lo que diré es nada más que una introducción a otras lecturas. Tomo como punto de partida uno de los tantos ensayos ejemplares de Montaigne, "De la educación de los hijos". En algunas ediciones figura como el capítulo XXV del primer libro y en otras como el XXVI. En algunas selecciones de los ensayos también persiste esa diferencia. En la de Martínez Estrada figura como el XXVI y la versión es diferente a la de otras ediciones aún cuando tiene por base la misma primera edición en español realizada por Constantino Román y Salamero (Casa Editorial Garnier Hermanos, París, marzo 1898). Sin embargo, el mismo Martínez Estrada, al comentar ese ensayo habla del capítulo XXV. En las "Páginas inmortales de Montaigne", seleccionadas por André Gide figura como el capítulo XXVI y lo mismo ocurre en la excelente selección realizada en México por Juan José Arreola.

¿Interesan estas precisiones? Creo que no, que justamente se encuentran en las antípodas (o un poco menos) de lo que Montaigne recomienda como educación. Al comentar el ensayo, Martínez Estrada dice "que si de algo se considera Montaigne incapaz es la educación moral del género humano. Esto pertenece muy especialmente a su propia índole. Ante todo -sigue diciendo Martínez Estrada ¿de qué moral se trata? Pues él conoce muchas morales, todas buenas y prefiere la de los animales y los salvajes. Está informado de que los conquistadores pervertían a los aborígenes al mismo tiempo que les llevaban la moral y la religión verdaderas; tiene conocimiento de cómo se comportan los seres inferiores en los actos de su conducta elemental con que responden a los problemas trágicos de la vida, y encuentra que proceden justa y racionalmente. Mejor que el hombre".

A Montaigne le parecen nocivos los sistemas de educación basados en la autoridad y que "necesariamente llevan como método represivo a la violencia". Por primera vez en la historia es Montaigne quien analiza y condena los actos de crueldad. Con respecto a los colegios expresa que "son una verdadera prisión de la juventud cautiva". Juan José Arreola, en su prólogo a la edición que hizo de ensayos escogidos de Montaigne dice: "Si se recogen y se organizan sus ideas políticas, Montaigne resulta ser el primer ideólogo de lo que ahora llamamos liberalismo. La más moderna pedagogía acoge sus razonamientos en materia de educación infantil". Y "entre muchas otras, le caben dos glorias más: condenó por inútil y degradante la tortura judicial, y fue el increíble primer hombre que argumentó seriamente contra todas las formas de la crueldad humana".

Por cierto que este intento de proponer un primer libro de lectura para los argentinos parte de un pensar utópico. Los argentinos hemos tenido más de una oportunidad de leer aquello que nos educaría, en el sentido que da Montaigne a la palabra, pero los hemos rechazado casi sistemáticamente. Una gran mayoría ha despreciado todo intento de ser educado moralmente, aún cuando esto parezca imposible. Por principio, pero ignoramos cual, se negó, para dar solamente algunos ejemplos, a Sarmiento y Alberdi y sus obras fueron y siguen ignoradas, aún con todos sus errores. Luego un movimiento valido y necesario, el de la reforma universitaria de 1918, fue poco a poco haciéndose trizas y de ella tan sólo nos queda algo así como un vago recuerdo. Creo que de aquel principio de la enseñanza laica, gratuita y obligatoria nada queda, creo que ni los guardapolvos blancos. En cuanto a cualquier intento de modificar los conceptos de la enseñanza fueron poco menos que pulverizados. El formidable ejemplo de las hermanas Cossettini, aquí en nuestra ciudad, duró de 1935 a 1950, y nos parece que fue demasiado para un país como el nuestro. Tuve el privilegio de conocerlas, sobre todo a Leticia, quien, hasta poco antes de morir, cerca de los 104 años de edad, en el 2004, seguía soñando con una posibilidad de cambio. La Escuela Integral de Fisherton siguió, de la mano de Silvana Méndez, por ese camino. Pero encontró, como no podía ser de otra manera, con un "macartismo" desmesurado.

Un primer libro de lectura para los argentinos. Eso, pese a que una de las tantas costumbres argentinas es tratar de eliminar de nuestro pensamiento a todos aquellos que lo engrandecieron. Y eso es por turno. Uno de los primeros en ser vulnerado fue Aníbal Ponce, un estudioso de excepción, a quien defendió Lisandro de la Torre, pero que no pudo impedir que Ponce tuviera que exilarse en México y morir allí. Borges fue primero agraviado de todas las maneras en que se quiso. Después hubo como un silencio para finalmente considerarlo un orgullo para todos los argentinos. Creo que por cierto tanto cuando se lo desconocía y ahora que se lo exalta se siguió el camino de no leerlo. Con Martínez Estrada pasó algo parecido, hasta se lo quiso fulminar por abandonar un país al que no soportaba más, pero al cua tuvo tiempo de volver. Con Leopoldo Marechal, que estaba ideológicamente en la vereda opuesta, también se aplicó la ley inalterable de la intolerancia. A Julio Cortázar se lo admiraba sin reservas, pero ahora, y desde hace un tiempo, está de moda (es eso, nada más que una moda) se lo considera que solamente representa a una generación de argentinos. Entonces se ha tomado una especie de actitud salomónica (un tanto hipócrita) de ponderar sus relatos y negar sus novelas, a veces desde una pedantería insoportable. En cuanto a Ernesto Sábato son absolutamente injustos con él. Si cometió errores sólo tienen en cuenta eso, no sus actitudes también en el mismo campo de lo político. En el 55 lo nombraron director de Mundo Argentino y fue el primero en denunciar muchas barbaridades que se hacían en las comisarías de Buenos Aires. Renunció, fue una actitud digna y valiente. Pero muchos ignoran eso que hizo y recuerdan solamente aquello que le cuentan. Se miente y se persiste en falsificar la memoria histórica.

Sin embargo uno pondría en ese primer libro de lectura a todos esos autores, algunos fragmentos al menos. Y en lo que hace la historia ¿qué hacer? Compartir a los exponentes de la historiografía liberal con los revisionistas de viejo cuño y algunos, no todos, de los nuevos, sobre todo porque parecen más que historiadores protagonistas de distintos shows televisivos, con alguna contada excepción.

Es cierto, no somos objetivos. Si pensamos en ese primer libro de lectura es porque lo pensamos para una República que parece encontrarse en declive. Y si no es así, al menos que se acepte que parecemos confundidos. No es para menos, aún cuando existen esfuerzos notables para impedirlo. Juan Gelman y Osvaldo Bayer se encuentran entre ellos. Y Horacio González que se encuentra haciendo una obra estupenda en las Ediciones de la Biblioteca Nacional.

Lentamente debemos hacer lo posible y lo imposible para recuperar nuestra memoria colectiva, tan manoseada desde que lo recuerdo. No somos nadie, por cierto, para tirar la primera ni la última piedra, pero aportamos desde nuestros errores algunas cosas, como por ejemplo este sueño de un primer libro de lectura para los argentinos que sirva para demostrar que todavía es posible encontrar algunas coincidencias, que siempre habrá simpatías y diferencias, pero que sin poder superarlas enteramente saber que podemos vivir con ellas. Si escribimos estas líneas lo hacemos desde el interior de lo que sentimos por nuestro país. Pero además porque no deja de ser alarmante que haya habido una manifestación multitudinaria de la ultra derecha norteamericana que hace pensar en un retorno a nefastas actitudes macartistas.

Creo que hay en el mundo todo un aumento irracional del fascismo, aunque lleve otros nombres. Como en "La Peste" de Camus, el bacilo está escondido y en cualquier momento puede despertar. A propósito: en mi primer libro de lectura para argentinos párrafos de esa obra (como las de Orwell, Connolly, Malraux, Brecht) tendrán un lugar de preferencia. Son necesarios. Siempre lo fueron. Se los ha olvidado. Una verdadera pena por la vigencia de la condición humana en toda su plenitud.

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