Mar 07.09.2010
rosario

CONTRATAPA

Las lesbianas no somos mujeres (*)

› Por Irene Ocampo

Mi cuerpo lesbiano es el de una mujer que desea a otra/s.

Mi cuerpo es el lenguaje amoroso que tengo para amarla encarnándome en huesos y músculos.

Desde el mito me transformo en la chica en busca de su amadísima Eurídice. Me sumerjo en las tinieblas de la muerte y sus podredumbres. Canto y logro el milagro de volverla a la vida.

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"Me callaré tu nombre adorable. Tal es la prohibición que se me ha hecho, así sea. Yo diré tan sólo de qué modo vienes a buscarme hasta el fondo del infierno. Atraviesas a nado el río de enfangadas aguas sin temer las lianas medio vivientes las raíces y las serpientes desprovistas de ojos. Cantas sin cesar. Las guardianas de las muertes enternecidas cierran sus bocas abiertas. Obtienes de ellas que yo sea devuelta a la luz de las vivientes con la condición de no volverte a mirarme".

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Y logramos juntas mucho más. torcemos el destino y al volver a la superficie de la tierra nos miramos y nos reconocemos en la mirada de la otra. Porque el cuerpo lesbiano nos permite reapropiarnos de la historia, del destino, de lo que parecía prohibido, podrido, maloliente de putrefacción.

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El cuerpo lesbiano es el de una mujer, deseada por otras.

Una mujer, no como nosotras. Su cuerpo posee monstruos, humores oscuros, de aromas desagradables.

La visión de su belleza, sin embargo, nos transporta.

Llegamos a una isla, habitada por otras mujeres, gracias a lo que nos provoca verla.

La deseamos, y queremos poseerla. Que sea nuestra, y también de nuestras hermanas, hijas, amantes.

Pero no queremos su olvido. No podemos soportar su indiferencia. Y mucho menos su desamor.

Seremos capaces de todo lo peor por vengar su desapasionamiento hacia nosotras.

No nos conformaremos con odiarla, con desearle lo peor.

Nos vengaremos, nos convertiremos en las peores.

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"Adiós continente negro de miseria y de pena adiós viejas ciudades nosotras embarcamos hacia las islas brillantes y radiantes hacia las verdes cítaras, hacia las negras y doradas Lesbos". CL, pág. 17

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Tu cuerpo lesbiano es el de una mujer que se convierte en estatua. Su cuerpo ya no vibra con la respiración. Tu mirada ya no me busca. Tus manos no me tocan. Si intento volverte a la vida, sólo consigo herirme con las puntas de tus senos duros como rocas. Y tu sexo ya no es más que una flor inerte, rígida, seca, impenetrable.

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Nuestro cuerpo lesbiano es el de un coro de voces alegres. Cuando nos reunimos, hacemos oír nuestros gritos de felicidad, de humor, y de lujuria.

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A través de la lectura de El Cuerpo Lesbiano de Monique Wittig nos acercamos a la escritura de una teoría puesta en práctica. Una escritura infernal. El silencio de la Historia con mayúsculas que ocultó no sólo a tantas mujeres, sus hechos, sus logros, y sus padecimientos, también mutiló las experiencias y la existencia de las lesbianas. Condenadas a aparecer junto a las brujas, herejes, y todo tipo de cuerpos maltrechos, contrahechos y demás malformaciones humanas, que la Iglesia condenó en su hora más oscurantista (la era de la Inquisición), la venganza no tardó en ser pergeñada por diversos colectivos lésbicos a lo largo de los últimos siglos.

A partir de la segunda mitad del siglo pasado, al tomar estado público el hartazgo de grupos de mujeres, negros, homosexuales, entre otros, las lesbianas imbuidas de un espíritu festivo y también de independencia de otros grupos (gays, feministas, etc.) se disponen a recrear mitológicas experiencias, como la de la isla de Lesbos, que la poeta griega Safo inmortalizó en sus poemas, y que a principios del siglo XX había tenido ya un intento de recreación en el París de entreguerras.

Novela fragmentaria, su primera y segunda voz del singular, narra hechos vividos por distintas lesbianas, con alguna existencia comprobable, o con una marcada nueva existencia que le brinda la recreación que hace Wittig de distintos mitos o historias antiguas de las principales culturas, como algunas leyendas bíblicas, por ejemplo. Antiguos y nuevos hechos conviven en El Cuerpo Lesbiano para dotar de una corporalidad lésbica a la historia de la humanidad. Una nueva Ilíada y Odisea, o al menos su idea de lucha y guerra por la recuperación de algo que se perdió, a lo que tampoco le falta el viaje, ni la isla que recibe con hostilidad y que también sirve de refugio y a la que se habrá de abandonar luego.

Lo que se perdió justamente es el cuerpo. Al comienzo del libro es un cadáver. La amada ha fallecido, y todo lo que le queda a su amante son sus despojos. A partir de allí la recuperación de su amada es narrada por todos los hechos que vivirán la una y la otra para poder volver a estar juntas para siempre. La epopeya de recuperación es entonces la gran metáfora que Wittig nos brinda para mostrarnos que las lesbianas tenemos que recuperar la historia, el lenguaje, y cuando no es posible recuperarlo, podemos crearnos una nueva vieja historia que nos permita de esa manera, instituirnos como colectivo humano políticamente autónomo del sistema hétero capitalista.

Como escritora, como pensadora, Wittig no tiene más que un elemento con el cual crear y recrear el viejo nuevo universo lesbiano: el lenguaje. A partir de manipular aquellos elementos en los cuales se ven claramente las marcas del sistema hegemónico, Wittig crea el suyo propio. Es en los pronombres, en los que marca con una barra inclinada, la separación que está realizando. No crea un nuevo vocablo, mutila el existente, y utiliza uno que muestra la marca, como una cicatriz, como una herida.

El Cuerpo Lesbiano, publicado originalmente en francés en 1973, cuando aún se podía percibir en el aire el aroma de las revueltas callejeras, Stonewall recién tenía unos cuatro años de sucedido. Y ella misma había escrito un texto mucho más romántico si se quiere en términos estéticos y filosóficos, Las guerrilleras unos pocos años antes. Allí había comenzado a nombrar el mundo en femenino, y a postular la imperiosa necesidad de acción combativa que el colectivo de las mujeres, en tanto clase oprimida, estaba necesitando.

La enumeración de las partes del cuerpo, y que son compartidas por los cuerpos vivos, de los mamíferos, los humanos, y más específicamente las lesbianas, en tanto herederas de los cuerpos de las hembras de la especie, denota además de la necesidad de diseccionar ese cuerpo dominado por otros, para volver a nombrarlo y reunirlo en un uno nuevo: el cuerpo lesbiano. La amada rediviva, no es una zombi lesbiana, aunque la visión de sus músculos disgregados, sus vísceras humeantes, y sus ojos afuera de las cuencas, nos haga recordar al video clip de Michael Jackson.

(*) Fragmento inicial de una ponencia sobre el libro El cuerpo lesbiano, de Monique Wittig.

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