CONTRATAPA
› Por Luis Novaresio
Uno: Día de la mujer. Y otra vez. Imparable catarata de lugares comunes. Las hilanderas que supieron pelear por lo que hoy es norma, el incendio, la lucha. Y las otras. Las de tipo a mí no me gusta que me saluden por el día, que me siento discriminada. Metáfora horrible, me dijiste. Pero me la dijiste. Me aburren las de clítoris batiente y las extensión de tarjeta de crédito matrimonial siempre presta. ¿Corresponde el día? Siento que sí. No puedo explicarlo, pero lo siento. Aprendí lo de la discriminación positiva. El derecho, por una vez, a sentirte mayoría. ¿De esto se trata? Claro. Que los otros trescientos sesenta y cuatro sean días de pelea, de demostración con militancia, de padecimiento, por qué no, pase. Pero hoy. Hoy es mi día. Que soy lo que soy y hoy no sólo me lo banco. Te lo bancás vos también. Te lo tenés que bancar aunque te pese. A la fuerza. Eso es celebrar el día. De la mujer. De lo que sea. Hoy soy mayoría privilegiada que exige respeto a cada paso. ¿Te pusiste a pensar alguna vez lo que ha de ser no tener el derecho que tenés sin más explicaciones? ¿Imaginaste ser pobre en un lugar de ricos, blanco en una población de negros, varón en una sociedad que premia a las mujeres? Ser minoría no es un juego que se juegue en la sala de la imaginación. Entonces, sea. Que te defiendo, que te lo merecés. Sea.
Dos: ¿Y qué hace ella en el día de la mujer? Matea. Como siempre. Despide al marido que se va a la granjita. Como siempre. Piensa. Reza. Sufre. Como desde hace cuatro años. Como desde el 12 de mayo de 2003. Deja la casa arreglada, como solés decir vos desde que tengo uso de razón. La casa arreglada. Idioma de madre, de mujer en serio. Que nadie sale, sin que la casa quede arreglada. No fuera a ser cosa, ahora pienso, que se volviese de improviso y las camas estuvieran desechas, las tazas sucias en la pileta, las sillas todas desordenadas. Es el mismo dialecto que te pide que uses ropa interior limpia e intacta por si tenés un accidente. No fuera a ser cosa que te internen y en el hospital te vean con el calzoncillo roto. Lo mismo.
Ella sale. Camina. Apenas se acomoda el pelo que volvió a crecer después de cantar victoria, ganar el primer partido, a la química que mata tumores. Y tanta otra cosa que uno no sabe. Justo ese día, somos mayoría, hoy lo siento, sentite vos discriminado por un día sobre el resto, ella camina por las calles que todavía transpiran humedad de enero. Pero es marzo. Cuando Daniela iba a la escuela, de piba, marzo era más fresco, piensa ella. Cómo ha cambiado todo. Cuánto. Ella no pelea la fecha por las hilanderas. Sino por su maestra jardinera. Justo hoy, Dios. Justo hoy. Cree en Dios. A ella la salva. Y yo, que no le creo nada a él, la entiendo. La entiendo tanto.
Hoy es 7 de marzo. Día internacional de la Mujer. Lo dicen todos. Cumpleaños numero treinta y uno de Daniela Sparvoli. Pocos se acuerdan. Su madre dejó la casa arreglada, volvió a caminar, se acomodó el pelo y le pidió al juez conocer los resultados de los ADN dispuestos para saber quién asesinó a su hija en mayo de 2003. Discriminación positiva. Y atroz. Así es la impunidad.
Tres: La leo cada vez que puedo. De mañana. De madrugada, mejor. Cuando repaso los links de los diarios para saber si me olvidé de algo o si los periódicos fueron más eficientes a la hora de presumir. Es de Rosario. Pero no firma en el blog. ¿Pongo su nombre?. Ella no firma. Leé: "Ahora siento la extraña sensación, como una profecía, de que recién cuando escuche todos esos discos de mujeres que tengo negados, pendientes o simplemente desconocidos, voy a poder hablar con mi propia voz. Y que mis textos nunca van a ser confundidos con los textos de un hombre, como siempre me pasa cuando firmo con seudónimo. También tengo un sueño recurrente, un sueño que solamente sueño despierta. Ahí me veo como la nena disfrazada de abeja de aquel famoso video de Blind Melon, esa nenita que después de sentirse tan distinta y desubicada en todas partes, descubre en un campo verde y abierto un montón de gente-abeja igual a ella. Así me imagino que nos encontraremos algún día todas las chicas, mujeres que escuchamos, leemos y escribimos sobre rock, y desde lejos, muy desde lejos, los hombres que escuchan rock van a mirarnos con el sol de frente, como una imagen velada, y van a pensar en voz alta: "Mirá las chicas que escuchan rock, cómo saltan, cómo se divierten, cuántas que parecen así, todas juntas. Mirá qué felices parecen las chicas que escuchan rock. Algún día, tal vez, nos hagan felices a nosotros". Ella es de Rosario. Impresiona leerla. Difícil mujer de empardar entonces. Está en http://www.contralascuerdas.blogspot.com/
Cuatro: Y todos, vos y yo, con los lugares comunes del chiste que hace al ser nacional. Decile que vaya lavar los platos, el más suave, me parece que patea para el otro arco, empezamos a ser soeces. Que si admira a BJ (¿alguien de menos de cien años sabe quién es BJ?), que no aguanta ni dos minutos, que se deje de joder.
Entonces ella habla. Que es una ciudadana común y corriente que ama su Rosario. Se siente, dice, anarquista enamorada del hoy hago en vez del hoy me quejo. Anarquista spenceriana. Aclara, porque estudia ciencia política. Poder manejar un colectivo del transporte urbano, quiere ser colectivera, claro, es pelear por un lugar de cambio. No sólo de prejuicio en forma de volante. Sino de lugares para hacer mutar lo que no se quiere. No te entiendo.
Una piba de 23 años me sonaba a pose con su proyecto de ordenanza para dar igualdad de géneros a la hora de elegir a un chofer de ómnibus. Ella dice, simple, contundente, que quiere ese lugar, o el que sea que vos quieras, para cambiar el statu quo que resuelve el derecho a la queja estéril para que nada cambie. Propone, actúa, provoca. Natalia Gigli. Rosarina. Entre paréntesis, pone 23.
Cinco: Ella escribe. Inteligente. Horadando prejuicios. "Los medios masivos de comunicación tienen un efecto narcotizante, estudiado en los años 50. ¿En qué consiste? En que cada noticia tapa a la anterior, y genera una parálisis en la audiencia, sorprendida ante el impacto de cada novedad, pero cada vez más acostumbrada a ese in crescendo. El tratamiento de la violencia contra las mujeres en los medios masivos prueba este concepto, ya que la cotidiana aparición de noticias sobre esposas asesinadas por sus maridos como culminación de un círculo de violencia familiar, o la noticia misma de una violación generan cada vez menos impacto. Nada de análisis sobre la vulnerabilidad de las víctimas, sobre el cuerpo de las mujeres como territorio de dominación o sobre las carencias de las políticas que se proponen abordar las violencias, casi siempre de manera fragmentaria.
"Si cada mujer que muere o es violada lleva en sus espaldas una historia para contar, parece que ese no fuera un problema de los medios, al menos como funcionan hasta el momento". Es mujer de voz suave y cariñosa que sostiene convicciones que lucen de granito y que no se detienen. Es periodista. Me explica por qué el día de la mujer. Y la suerte de que es mi amiga. Sonia Tessa firma la nota.
Seis: Se enoja. Con razón. No te encuentra porque sabe que no estás nunca. Con razón. Entonces ya entablaste un romance de contestador automático. No tendrá la poesía de la carta escrita en papeles perfumados. Pero sí su complicidad. Ponés tu código personal y la voz tonta, no merece ser mujer, de la grabación dice usted tiene tres mensajes nuevos. Pulse el uno. Pulsás. Y ella dice. ¿Por qué no te acordaste de nosotras en este día? Querrías contestarle ya. ¿Cómo que no las recordé? Ni siquiera nos mencionaste. Pero si ustedes, usted, está en todos los días. En todos los momentos. En todos nuestros actos de memoria. No nos olvides. No las olvidamos. No la olvido. Darwinia, la abuela de pañuelo blanco deja caer el auricular de su teléfono y la tonta de la grabación dice que el mensaje fue el 7 de marzo a las 20 horas. Y todo con un silabeo informático que detesto. No las olvidamos. Sería como negarnos.
Feliz día, mujeres.
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