CONTRATAPA
› Por Gary Vila Ortiz
Vivimos en un mundo kafkiano, por lo cual todo lo que hacemos, se trate de lo que se trate, pertenece a ese mundo. No se trata de algo en particular sino de todas las cosas en general. Pensemos en algo muy simple. Debemos de ir hasta la verdulería para comprar, entre otras cosas, una hoja de lechuga, un diente de ajo, una mandarina. Por ahora lo hacemos sin dificultad, el dueño de la verdulería, es un gordo joven y buenísimo, con quien mantenemos una relación que en verdad es amistosa. Pero llegará un momento en que comprar esas cosas tan simples implicará alguna dificultad de ese orden de las kafkianas cuyos buenos lectores nunca pasan por alto. Parecen trivialidades absurdas, pero son esas las que van haciendo el mundo kafkiano.
Conseguí en un kiosco el segundo tomo de Kafka editadas por Aguilar. Ya estos libros no se hacen en papel biblia, pero las ediciones son excelentes. En este segundo tomo se encuentran escritos póstumos, los diarios, los diarios de viaje y, creo que, habría que decir curiosamente, la carta del padre, esa carta que al parecer el padre nunca llegó a leer, lo que no es demasiado importante.
Como de todas esas obras, aunque no completas, tenemos otras ediciones, en estos días de estar y estar en el departamento acompañados por Justine, la gata, que se sabe de memoria muchas cosas de Kafka, de Borges y de Baudelaire, como tenemos, decíamos otras ediciones las vamos buscando para hacer comparaciones. Y además buscamos libros sobre Kafka algunos de ellos creo que esenciales, aunque en realidad lo único esencial es leer y releer sus obras, sobre todo porque nos damos cuenta de esa manera que en verdad, sin exageración alguna vivimos en un mundo kafkiano.
Lo notable de lo kafkiano se puede perseguir a lo largo de sus páginas en textos que en otros libros no significarían nada. Lo que logra este hombre de Praga, que como la mayor parte de los hombres como él, no tiene un lugar en el mundo para nada que quiera hacer, es que una frase aislada se transforme en algo que nos como una pesadilla absurda como tal. Frase sueltas, tomadas casi al azar: "Un río dividía la ciudad"; "Bajábamos en un bote por el río tranquilo"; "Una luz mortecina surgía de aquella montaña / una luz mortecina"; "En una noche de tormenta, vi al geniecillo salir a gatas de entre la maleza"; "La puerta se cerró, estábamos cara a cara"; "Todos dentro de la habitación"; "Sale de la casa, se encuentra en la calle, un caballo lo espera, un criado sujeta la brida, cabalgan por un desierto resonante". "Exhortar a los católicos a ganar más poder"; "profecía de su pecado original"; "en el impulso previo, conformidad"; "Había ido allí para nada, y enfrente estaban los dos invitados al funeral"; "Solo la noche es el momento en que la doma llega adentro".
Son hechos cotidianos que en otro contexto es posible que nos dejen indiferentes, pero Kafka nos hace comprender eso que él siente frente a esos detalles, si se los mira desde su mirada. Y así lo hacemos. Incluso el hecho que desde que me acuerdo se ha discutido sobre el sentido de la obra, se han modificado las fechas en que fueron escritas, se cambian algunos de sus títulos, el más significativo es el de "La metamorfosis", parecen, ante todo situaciones kafkianas. Pueden tener un gran interés crítico, pero ese interés está muy por debajo de lo que significa el sentir que se vive en un mundo kafkiano, y que resulta imposible evitarlo.
Es cierto que el único que lo vivió con excesiva lucidez es el mismo Kafka, quien sería el único que podría aportar algo que fuera fundamental para la lectura de su obra. La particular inteligencia de algunos de sus críticos nos atrae sin reservas como me sucede con los escritos de Borges, de Nabokov, de Maurice Blanchot, suele esclarecer muchas cosas de una obra que en realidad puede ser feroz si se la lee sin puntos de referencia que nos ayuden. Aclarando, ya que nombramos a Borges, que nos parece sin importancia el que haya traducido o no "La metamorfosis", incluso en dos reportajes Borges mismo hablaba de que no era él quien la había traducido (pero sin duda la mano de Borges se haya presente en algunos lugares del relato) pero que le habían ganado por cansancio. Quienes suelen referirse a este tema da la impresión que hubieran descubierto que el Sahara es un desierto, el Pacífico un océano, Saturno un planeta.
Es Maurice Blanchot quien nos dice: "Sólo soy literatura y no puedo ni quiero ser otra cosa (apunta Kafka). En sus "Diarios", en sus cartas, en toda época de su vida, Kafka se consideró literato y tuvo a orgullo reivindicar ese título que hoy la mayoría desprecia. Para muchos de sus comentaristas, admirar a Kafka antes que nada es situarlo fuera de su condición de escritor".
Es así, aún cuando lo que ocurre es que la literatura de Kafka parece que debe leerse de otra forma y a uno le gustaría que se pudieran designar sus escritos de una manera diferente. Hace algunos años se publicó un libro que reunía aquellos escritos de Kafka sobre sus propios escritos, los cuales ponían en evidencia su interés por la literatura. Pero sin olvidar que es a través de ella que sentimos la existencia de esa mundo kafkiano que no tiene fin.
Creo que por mi parte comencé la lectura de Kafka hacia comienzos y a lo largo de los cincuenta. Es probable que haya perdido esa anotación del tomo de "La metamorfosis" editado por La Pajarita de Papel, pero no creo haberlo leído hasta los cincuenta. Es posible con anterioridad, pienso a que a fines de los cuarenta, que haya leído el ensayo sobre Kafka de Eduardo Mallea, escrito en 1937, incluido en "El sayal y la púrpura", libro del cual tengo la edición de 1947, realizada por Losada para su Biblioteca Contemporánea, obra, como toda la de Mallea, sumida en el más oscuro e injusto de los olvidos.
Si cuento esto es porque desde aquellos momentos sentí la íntima vivencia del mundo kafkiano. Y eso no ha cambiado, lo que no significa, como muchos pueden pensar, que he conocido más la adversidad que los momentos felices, y no es así. Sería injusto no señalar que creo haber tenido momentos difíciles (qué hombre no los tiene) y otros plenos de felicidad. No puedo decir si la he merecido o no, pero me la han dado.
Lo cual no impide que frente a tantos y tanto hechos lamentables de la historia del hombre no nos hagan percibir ese mundo kafkiano del que hablamos. Si bien Kafka comprendió cabalmente que sus días estaban contados, que era consciente que las sombras lo rodeaban, eso no le impidió los momentos en que fue feliz. Sobre todo en sus relaciones con las mujeres, siempre difíciles (¿y cuándo no lo son?), tuvo conciencia de que tocaba por algún sitio la felicidad que podría parecerle esquiva. Caminamos hacia Kafka buscando un libro que nos parece tener, al menos para nosotros, ese tono kafkiano. Nos encontramos con "El maestro del juicio final", de Leo Perutz (1882 1957) que nació también en Praga y que escribió esa novela en 1923. Se ha dicho que Perutz es una combinación de Conan Doyle, Dostoyevsky y Kafka, preferimos pensar que Borges admiraba esa obra y la incluyó en la colección de El Séptimo Círculo. Después nos aproximamos a "La vida, instrucciones de uso", de George Perec (1938 1982), obra que estremece por cada línea de sus instrucciones y luego, en una rápida caminata, llegamos a "Sesenta y cinco sueños de Franz Kafka", de Félix Guattari, pero esta obra está dedicada a "setenta y cinco sueños" de Kafka que se analizan, claro, kafkianamente y merecerían mucho más atención que estas pobres líneas.
Pero si de los libros, es decir de lo esencial, la literatura, pasamos, un día cualquiera, a la lectura de dos o tres diarios, del enunciado y los comentarios, cada vez todo eso que llamamos información es algo cada vez mas terriblemente kafkiano. El diario de un día, enfrentando ciertas informaciones y comparándolas. En un título de primera cuyo tema será comentado en las páginas interiores da cuenta que en Francia sorprende al ascenso en las encuestas de la hija de Le Pen, es decir de la ultraderecha. Hay otro informe sobre los horrores que han definido el régimen de Muhamar Khadafy y de la ideología que se encuentra en un llamado Libro Verde, que según el autor del comentario nos dice que al menos hay que salvar un ejemplar, pues es posible que la revolución árabe en Libia lo transforme en cenizas. Y una nota de distinto carácter es la que habla de la historia del Discovery y su hazaña en el espacio. Comparando las tres noticias se logra tener lo que uno puede denominar el mundo kafkiano en el cual vivimos inmersos.
Si agregamos otras informaciones pensamos si el hombre llega a comprender que contradicciones como las que hemos mencionado que hay como dos caminos trazados desde siempre en la humanidad: Aquel que corresponde a los logros, a las conquistas en el mundo material o en el mundo espiritual y aquel otro de los horrores, de la barbarie que incluso usa los adelantos técnicos para cumplimentar esa barbarie.
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