CONTRATAPA
› Por Gary Vila Ortiz
En 1925 los amigos de Marcos Lenzoni decidieron publicar, de forma póstuma, sus poemas, de ese que murió muy joven en 1924. Había nacido más o menos cerca de Rosario, esta ciudad fue la que hizo suya y a la cual le dedicó un extenso poema de diferentes cosas que la definen o al menos que la definían por aquel entonces. Gilberto Krass, con quien había conversado alguna vez sobre Lenzoni, me habla el otro día por teléfono (ninguno de los dos usamos celular) para ofrecerme en préstamo, ese libro que por mi parte nunca había visto, si bien conocía algunos de los poemas publicados en "Nosotros". Me voy a lo de Gilberto y lo encuentro diría que igual que siempre, con sus 87 años, el pelo abundante y blanco, y su departamento repleto de libros, cuadros, objetos muy bellos en algunos altos estantes. La galería de arte de Gilberto, que quedaba en la calle San Martín, cerca de San Lorenzo, ya no existe. Y llegará un momento en que los rosarinos, cuya memoria suele ser tan endeble, olvidarán que existió. De la misma manera que Marcos Lenzoni es apenas recordado por muy pocos. Y su libro, "Brotes morados", es conocido aún por menos. Gilberto piensa que a lo mejor puede lograr una nueva edición. Puede ser, pues publicó algunos libros que ignoro si hubieran sido publicados. Entre ellos los poemas de Bartolomé Vercelli, que no era de Rosario pero amaba la ciudad. Y un libro dedicado a Raymond Chandler y Philip Marlowe que escribimos Rafael Ielpi y quien redacta estas líneas.
Al margen que Gilberto consiga hacer esa edición, pienso recordar ese libro en el número quince de "El centón", pues el número catorce, cuyas páginas iniciales están dedicadas a recordar la revista "Risario", está pronto a salir. Pensamos incluir el prólogo de Roberto Giusti, un artículo publicada en "La Acción" el 3 de abril de 1925, cerca de un año después de la muerte del poeta el 24 de ese mismo mes pero en 1924. Su autor había sido crítico teatral en "El Mensajero" y estaba en las Sierras de Córdoba cuando nuestro poeta murió. Se habían conocido unos cuantos años antes y volvieron a encontrarse cuando partió para las Sierras con la esperanza de superar su mal. La novia de Lenzoni le escribe entonces a Noé S. Martorello: "Marcos me hablaba de usted. El día que debía partir para ese lugar donde sufrió tanto, me dijo que quería encontrar allí un amigo espiritual. Y usted llenó esa aspiración, su amistad hizo menos tristes los días tan largos. No lo conozco señor Martorello, pero el aprecio que él le tenía ha hecho eco en mí".
Lenzoni tuvo oportunidad de hacer un breve viaje a Europa con la intención primordial de conocer París y Roma. Y es en Italia donde se encuentra con su abuela, ya anciana, que parecía no creer que ese que estaba allí era su nieto que venía de América. De ese viaje habla largo entendido con Martorello. Y también de su novia, en quien vivía pensando y a la cual parecía dedicar cada línea que escribía.
La edición que estamos comentando cuenta con un dibujo a pluma de César Caggiano, que debe haber sacado de una fotografía pues está fechado en 1925. Y luego trataremos de poner todos los poemas que podamos sobre todo los que escribió sobre Rosario. Al respecto queremos recordar que en uno de los primeros números de "el centón" escribimos sobre una pequeña edición de poemas dedicados a esta ciudad. Publicado en 1921, incluía el poema a Rosario de Enrique Méndez Calzada que había ganado un concurso de poemas sobre la ciudad organizado por El Círculo. En el acto que se otorgó premio, realizado el 24 de octubre de 1921, alas 21.15, en la Biblioteca Argentina, hablaron dos de los miembros del jurado, Camilo Muniagurria, en ese momento director de la Biblioteca Argentina y Alfredo Bianchi que también estaba en el jurado. El tercer miembro era el doctor David Peña. Por su parte el poeta leyó el poema premiado. Siempre pensamos que tal vez Lenzoni, que escribió su poema a Rosario en ese mismo año, habría mandado su poema a ese concurso, lo cual no sería difícil averiguar, pues las actas y los trabajos deben estar en los archivos de la institución o en la Biblioteca Argentina, que era su sede por esos días. Pienso si no sería bueno que cuando se cumplan, el año que viene, en septiembre, el centenario de El Círculo, la institución podría hacer una edición con los poemas presentados, si es que se encuentran. Otra posibilidad sería el incluir algunos de los trabajos leídos en la biblioteca en el período de 1912 a 1921. Hay conferencias de Lugones, Ricardo Rojas, Menéndez Pidal, Gregorio Araoz Alfaro, Ortega y Gasset, José León Pagano, Martín Gil, Estanislao Zeballos y Paul Fort entre otros.
Pero volvamos a Marcos Lenzoni. Su canto a Rosario consta de un primer poema "Mi ciudad", luego otro dedicado a la calle céntrica" y siguen "La calle suburbana", "El Paraná", "El parque", "Las barrancas de Alberdi", "El Saladillo" , "Las mujeres", "Los hombres" y por cierto el "Envío" del final.
Eduardo D'Anna sostiene que una de las influencias fundamentales en Lenzoni es la de Evaristo Carriego. Por los temas que trata y sobre la forma de situarlos dentro de su poesía revelan que esa aproximación existe. Me parece notar esa influencia en algunos de los que Lenzoni escribió sobre la ciudad.
En esos poemas se debe reflejar el Rosario de 1921. ¿Sigue siendo así, al menos en algunos aspectos, esta ciudad? No lo sé, aunque siento que hablan de la Rosario que, si no conocí yo, conocieron mis antepasados. Todos ellos rosarinos y con gran cariño por ella. Por razones circunstanciales no tengo algunos libros que requeriría para hablar de esa década del veinte en la cual Lenzoni escribió sus poemas y fecha de su muerte. Hay libros fundamentales, y con distintas miradas hacia esa década, que recuerdo pues los he frecuentado bastante en estos últimos años. Me refiero a los libros que Juan Alvarez, Miguel Angel de Marco, Oscar Luis Ensinck y Rafael Oscar Ielpi dedicaron a la historia de nuestra ciudad. De los cuatro tomos de los que consta la obra de Ielpi, solamente he leído los dos primeros. En ellos se pueden encontrar mucho sobre los años que van de 1920 al 30, es decir al comienzo de la década infame. Y si bien todos dedican páginas a la actividad cultural creo que ninguno hace referencia a la existencia de Marcos Lenzoni.
Pero debemos tener en cuenta algunas excepciones, aunque se trata tan sólo de nombrarlo. En "Vida cotidiana", Rosario en el siglo veinte, obra dirigida por Rafael Oscar Ielpi se menciona a Lenzoni. Dicho sea de paso la documentación fotográfica de ese volumen es estupenda. La otra es la inclusión de Lenzoni, junto a Ortiz Grognet y a Domingo Fontanarrosa en la "Primera antología de poetas rosarinos, 1917 1937", realizada por Ecio Rossi. El mismo Rossi me llevó esa antología al diario donde trabajaba en aquel entonces y me la regaló, por lo cual suele molestarme cuando se la menciona, pero solamente para maltratarla. Fue en esa antología que conocí a Lenzoni. Y por esos años me hice amigo de Hugo Lenzoni, que no tenía ningún parentesco con Marcos, pero con quien hablamos mucho sobre el Lenzoni de tantos años antes. Estuvo después en Córdoba y nos carteábamos con frecuencia. Volvió y murió muy joven. Antes de eso tuvo tiempo de enviarme y hacerme conocer los cuentos de Perfecto Gambartes, hermano del pintor, que era el padre de su mujer. Ella tenía los últimos cuardernos en que fue escribiendo Hugo, pero la he perdido de vista, pues mi propósito era publicarlos.
Pero nos preguntábamos por los poemas que Marcos Lenzoni dedicó a Rosario en 1921 y nos hemos ido, creo, por algunas ramas aún cuando las mismas están relacionadas con el tema. En este libro que me dio Gilberto, hay alguna prosa. Con una dedicatoria: "En una noche del último verano, densa de olores y de luna, me asomé sobre el abismo de tus ojos hondos, y en su profundidad, descubrí panoramas infinitos: todos los panoramas de la vida. A tus bellos ojos asombrados, que tienen el color del tabaco y que, como el tabaco, sirven parta el ensueño, dedico estos panoramas".
Copiemos el comienzo del primero titulado "La partida": "Sin bagaje, sin binóculo y sin Kodak. Toda está en mí. Llevo mi corazón, donde cabrán muchas cosas; mis ojos desnudos, nuevos como los de un niño, y mi espíritu que ha sido limpiado como un vestido para las fiestas. Mi espíritu, que se ha vuelto candoroso y sensible a la luz como una placa.
"La locomotora respira ampliamente con sus pulmones de fuego, y los vastos latidos recorren todo el tren con una vibración rítmica; la locomotora toma aliento, hesita y, como un animal inteligente, mira la distancia antes de iniciar la gran fatiga. Yo me acurruco junto a la ventanilla. Partimos. Saco mi pañuelo y lo transformo en paloma que afuera agita las alas hacia los que quedan. Volamos. En esta mañana fría y luminosa, bajo el gran sol dorado, me parece que todo tiene alas: el tren, las casas, los árboles, sobre todo los árboles, hasta los sauces que raramente desaliñan su lacia melena de poetas, esta mañana se han despeinado al andar volando contra el viento. Llevó en mis manos el calor de los apretones cordiales y en mi boca el sabor del último beso de ella".
Antes de irme de lo de Gilberto, me dice que quiere darme otro recuerdo. Ahora estoy preparando dulces caseros. Y me da un frasco con dulce de durazno. En el ascensor, que como siempre en todos los ascensores del mundo alguien lo ha llamado antes que yo, me acompaña una bella muchacha, Sandra. Pienso que la combinación de los ojos y el pelo de Sandra, el dulce de duraznos, el tomo con los poemas de Lenzoni, forman un triángulo que se fijará en mi memoria.
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