CONTRATAPA
› Por Luis Novaresio
[HTML]Uno: "El conocimiento, en la tradición occidental, supone una peculiar dialéctica entre memoria y olvido. El recuerdo que no recuerda nada es el más fuerte. Hay un momento en que podemos reconocer que el olvido es la patria de la conciencia". (De la filósofa Mónica Cragnolini sobre su colega italiano Giorgio Agamben)
Dos: ¿Conviene hacer memoria?, me preguntaste. ¿Conviene seguir pensando en lo que nos pasó para no repetir los errores como nos enseñaban nuestros viejos?. ¿No repetimos y empeoramos todo so pretexto de estar haciendo memoria?.
Y no te hablo del que se vayan todos, por un rato, para que en menos de dos años tengamos a los que se iban, todos, pidiendo que cambiemos lo que ellos no cambiaron. Te digo de lo más sencillo, de lo más cercano, de lo de todos los días. Hagan memoria sobre el vengador de los pasacasetes, eran los noventa, cuando al ingeniero le robaron el estéreo y él corrió hasta darle muerte a tremendos delincuentes. Y viva el santo ingeniero y sus seguidores. Porque los hubo. Acá aparecieron los seguidores. Los que decían que todo era como la Revolución de Mayo. El Rey preso por Napoleón, el virrey no representa a nadie, el poder retrovierte al pueblo que anda gritando que quiere saber de qué se trata. Acá lo mismo, me dijiste. El estado no mete presos a los que debe y nos encarcela a todos los inocentes. Muerto el dueño del poder, preso al menos, retrovierte en nosotros el derecho a poner orden. Electrifico rejas, compro carabina, aprendo con la Mágnum, tengo un fierro detrás de la puerta y sanseacabó.
Pasó. Yo me acuerdo. Pasó. ¿Y vos?. ¿Te acordás?. Dejame de embromar, para qué quiero hacer memoria si deseo tanto el futuro que no tengo tiempo para otra cosa. Ahí está la pelea. La dialéctica. La tesis, la antítesis y esperemos la síntesis superadora. Si pienso en el pasado hiero el futuro. Hay que saber salir hacia adelante. No me embromes con los principios perdidos, yo necesito darme soluciones ahora. Enciendo la tele y lo veo bien claro. Diego Peretti, el gran simulador, el enorme Discepolín, me lo explica. Matan a mi padre, abusan de mi sobrino, mato. Ojo por ojo, todo tu cuerpo. El Talión es demasiado moralizador y apenas conmutativo. Yo quiero justicia y ejemplo para los otros. Si es mi ojo, que sean los dos tuyos. Si una vida, que la tuya sufra antes de irse. Y duela. Y al pobre Peretti, un personaje genialmente presentado como coro griego que lo guía: si yo fuera vos, mataría. Si yo fuera, destrozaría. ¿Te lo vas a bancar?. El coro, vos y yo, no le dicen a los trágicos protagonistas calma, tranquilidad, reflexión. Les están pidiendo sangre, dolor, orden de prepo. Entonces. ¿Para qué sirve tanta memoria?. ¿Querés más?. No importa nada que se haya sumado a la función de automática justicia cada vez que el poderoso se lo pedía. Cinco a cualquier otra cosa. Supremo, desde más alto ventanal en donde mira la señora de los ojos vendados y balanza en mano, jamás se escandalizó por su firma detrás del giro "será justicia".
¿Memoria?. Recordar que a más de la nulidad y apelación que aprende tu hijo en la facultad de abogacía, él parió la matriz del recurso de arrancatoria haciendo desaparecer una sentencia del protocolo del máximo tribunal de la Nación porque no era satisfactoria para el poder de turno. ¿Sirve?. Tener presente que nunca se lo sentenció por juicio político por sus opiniones sino porque esas opiniones podía cambiarlas de un día para el otro diciendo hoy blanco, mañana negro. No exageres. La principal causa de destitución de Antonio Boggiano de la Corte Suprema es el escándalo Meyer, empresa que estafó en más de cuatrocientos millones de dólares al estado, a vos, a mí, para la publicación de una guía de teléfonos. Amadrinada por María Julia que, mirá que raro, dijo que la Argentina debía pagar esa suma, la Corte forzó las formas para destruir el fondo y dijo que nadie podía discutir semejante atropello, marche preso, paguen los idiotas que abonan impuestos. ¿Opinión equivocada, fallo polémico?. Nada de eso, hacé memoria. Boggiano cambió su voto diciendo paguen justo el día del acuerdo. Hasta ayer, no tienen razón, hoy, son cuatrocientos millones, sumados al "dream team" de supremos de entonces, López, Moliné, Nazareno, Vázquez y el mismo. ¿Hacer memoria?.
No embromes. Hacer memoria y recordar todo lo que aprendiste en la escuela. Porque si vos hoy pensás en pensar se lo debés, primero a esa escuela. A esas parteras del conocimiento que entendieron cómo hacer brotar el dos por dos, sujeto, verbo y predicado, isobaras, isoyetas e isohipsas. ¿No?: Sí, ¿y?. Y seguís pensando en esas mujeres (algún que otro hombre) que persistieron en la tarea para el hogar, los mapas mudos y los trabajos en grupo. Nadie puede negar que las destrezas mayores del conocimiento se parieron entonces. Vos y yo de guardapolvos, extasiados por la nueva luz del saber, por el poder, solos, mirar el cuaderno escrito por mano propia.
¿Y?. Que ahora ellos, los maestros de antes y sus hijos de ahora, son Belcebú y su comarca. Porque osan desear mejores cosas. Porque no hay derecho, ahora, a que el derecho sea como el de la constitución, salarios dignos, jubilaciones móviles y vitales. Pero para todos, gritás. Claro, aúllo. Para todos, algo mejor. No nada para el universo, si yo no puedo que vos no puedas.
El derecho al derecho se suspende por excepción. Porque no hay más remedio. Quizá sea con fórceps, pero eso siento pensando al pensador.
Memoria. No me embromes.
Tres: La semana que viene llegará a nuestro país el doctor en filosofía Giorgio Agamben. Para los que se interesan por la madre de las ciencias, es una de las oportunidades para escuchar en primera persona a uno de los más eminentes pensadores de estos tiempos. Nacido en 1942, es profesor de estética en la Universidad de Verona. Se doctoró en derecho con una tesis sobre el pensamiento político de Simone Weil. Entre 1966 y 1968 participó en un seminario que dirigía Martin Heidegger. Ha sido director del CollÍge International de Philosophie de París.
La excepción se ha convertido en un estado. Para Agamben, es ese momento del derecho en el que se suspende el derecho, precisamente para garantizar su continuidad e inclusive su existencia. O también la forma legal de lo que no puede tener forma legal, porque es incluido en la legalidad a través de su exclusión. Su tesis de base es que el "estado de excepción", ese lapso que se supone provisorio en el cual se suspende el orden jurídico, se ha convertido durante el siglo XX en forma permanente y paradigmática de gobierno. No hacen más que suspender toda legalidad, dejando a los ciudadanos a merced de lo que él llama "poder desnudo". Para Agamben, no tiene sentido esgrimir criterios de temporalidad y extrema necesidad para justificar el estado de excepción; todo intento por limitar el poder en una situación de emergencia es vano. Agamben piensa en Auschwitz. Piensa en Irak invadido por Bush.
Cuatro: Los que se inscriben en el seminario del Centro Cultural Rojas para escuchar a Agamben comentan en la cola. El olvido es la patria de la conciencia. Y la desmemoria la madre del estado de excepción.
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