Sáb 10.12.2011
rosario

CONTRATAPA

VERBOS CONJUGADOS EN EL 2011

Escapar: de los fulanos trémulos que confunden cópula con cólico.

Desleer: las miríadas de ciempiés en el pecho apenas laminado de Perlongher.

Renacer: junto al animal redondo como un trébol de cuatro hojas.

Devolver: la red de cazar mariposas en la niebla.

Releer: hasta el infinito los libros infinitos. "La propiedad es un robo. ¿No lo sabe?" (Silvina más allá de todos los ojos y de todos los lugares).

Acompañar: la extraordinaria expectativa del gato que observa al grillo chapoteando en el frasco de azúcar.

Dejarme: imaginar por los imaginadores que se escaparon de la jaula de los días.

Sentir: la revolución levitante hasta desvanecerme de tanto temblar en el horizonte.

Prolongar: la mano sustantiva hacia el adjetivo viviente.

Habitar: en algunos continentes, tal vez, a la deriva. En bestiarios medievales, futuros, gestálticos, checos, mexicanos, guatemaltecos, argentinos.

Interpretar: el vuelo nocturno de las vampiras que despliegan las membranas violetas y bostezan locamente entre una y otra carcajada.

Deslumbrarme: por esa luz que lame la alegría.

Deshacerme: del caparazón de alquiler, de las frases hechas, de los sentimientos de confección, del placer sin deseo, de los fulanos y fulanas ahuecados con una cucharita para papas noisettes.

Abrazar: la palabra hijos, la palabra hombre, la palabra mujer, la palabra amigo, la palabra palabra.

Preguntarme: ¿cuántas veces ya? ¿Cuántas veces todavía?

Profanar: el endiosamiento de la retórica; la petulancia de los géneros dominantes; la egolatría de las políticas de mercado; la castidad.

Desobedecer: el artículo que prohíbe hablar de lo prohibido, pensar lo no pensado, escribir lo no escrito.

Continuar: vinculando lo uno con lo otro, con lo desvinculado, con la otredad.

Viajar: voluptuosamente por el afluente del lenguaje hacia la zona de lo no conceptual.

Entrar: en las piedras, los caracoles, los huesos, los pelos, de los náufragos, junto a todos los pedacitos de animales que se han aventurado en los mares de la luna.

Ir: hacia la corporalidad de la palabra a través de los recursos sonoros y desbordando la imagen.

Desear: que cada día tenga su noche, que cada noche tenga su luna, que cada luna tenga su sospecha.

Mirar: con vidrios de aumento el mundo diminuto, con espejo deformante el mudo perfecto; con piedad el mundo gigante.

Comunicar: el rumor de las honduras, la clave polvorosa de la sirena degollada, la marca del rouge sombrío en los manubrios de piel de carne viva, las páginas de una geografía trunca, la olvidación de las sombras, el trayecto de la zozobra, un imposible cualquiera, el tiempo que se ha parado sobre el agua.

Lubricar: la entrada y la salida de conjuros, el tegumento de las consumaciones, el orificio del mero atardecer.

Presentir: el sabor de las ostras con notas de agapanto.

Pulverizar: las escamas de la luna, los rinocerontes amaestrados, las nubes blancas, la lencería roja, el perfume detonante y los contornos de Schiele: mezclar todo con vino espumante y conjugar los mejores verbos por venir.

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